♪ La Flauta Mágica

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Donde sus amigos todo cambió: ya no le trataban igual ni mucho menos le miraban igual. Tras defender a Hannibal Lecter ninguno de ellos quiso saber nada de Will. Era un joven bastante sensible por lo que, al no recibir afecto de ningún tipo por parte de sus compañeros, fue a llorar a uno de los baños públicos que había en la primera planta.

   Como era de esperar, Hannibal no tardó en aparecer: le estaba buscando. Al escuchar los lloros, tocó la puerta:

— Avergonzarse de usted mismo no va a arreglar las cosas, Will.

— ¿¡Quieres callarte!? —exclamó lleno de furia: si le estaban haciendo el vacío era por su culpa.

— Enfurecerse tampoco arreglará las cosas, Wi—.

Antes de terminar la frase, Will, harto de su palabrería barata, abrió la puerta con tal fuerza que casi le rompió la nariz a Lecter. Por suerte, solo fue un susto.

   Aunque a Hannibal no le importaba en absoluto al ser su adorado Graham, Will se moría de vergüenza mientras se disculpaba repetidamente como un disco rallado.

— Lo siento, perdona, no ha sido mi intención, lo siento, perdona, lo siento, lo sien—.

— Un «lo siento» más y entonces sí que va a sentirlo.

En ese momento, Will sacó una leve sonrisa de su rostro. Le gustaba tener un amigo y, sobre todo, a él. Lecter le sacaba de sus casillas de vez en cuándo pero sentía cierta simpatía y amor amistoso por él. Lo que él no sabía era que, para Hannibal, ese sentimiento no era «amistoso».

   Tras escuchar repetidas veces las disculpas de Will, ambos se sentaron en un banco donde empezaron a hablar sobre sus sentimientos.

— No sé por qué, pero tengo la sensación de que, si sigo contigo, me van a ocurrir cosas horribles. Mas, a la vez, mi cuerpo me incita a ello. ¿Alguna vez te ha ocurrido esto o estoy completamente loco?

— Estás completamente loco, Will —contestó mientras apuntaba sus análisis sobre el joven.

Will sacó una leve sonrisa de su rostro.

— Bueno, mejor estar loco y feliz que cuerdo y amargado.

— Eso lo dicen los locos, Will.

Tras un breve silencio, ambos se empezaron a reír. No eran risas exageradas; más bien, controladas. Pequeñas risas una detrás de otra hasta que se miraron a los ojos. En ese momento, ambos sintieron una conexión con el otro con la tentación de terminar en un apasionado beso.

   Hannibal se acercó lentamente a los labios del joven mientras Graham hacía lo mismo. Antes de fundir y acabar su amistad con un beso, se separaron.

— ... Hannibal... En fin —cambió de tema—, ¿qué resultados tienes sobre mí?

— Mis análisis apuntan a una sola cosa. Eres gay, Will.

— ¿¡Gay, yo!?

— Los resultados también apuntan a que lo vas a negar durante un tiempo, así que esperaré a comerte la boca.

— Ni te me acerques, Lecter —amenazó el joven mientras le señalaba con el dedo índice.

Por otra parte, Hannibal le dedicó una sonrisa bastante sospechosa.

— Créeme, no me tendré que acercar a ti. Tú vendrás a mí.

Indignado ante sus palabras, Will se alejó de él mientras escuchaba con sus cascos La Flauta Mágica: La reina de la noche de Mozart a la vez que se imaginaba la flauta mágica que guardaba Hannibal entre sus piernas.

Solo tuvo que verlo marchar para saber en qué estaba pensando: Lecter no era un principiante.

— Va a ser más fácil de lo que creía, sus sentimientos se resumen en coitar.

88 teclas (Hannigram)Where stories live. Discover now