♪ Piangerò la sorte mia

67 16 5
                                    

— ¡Amigo! Eh... Yo... No me mates, puedo explicarlo. ¡Te lo prometo!

Hannibal sacó una leve sonrisa. Se acercó a él y tocó su cabeza.

— ¿Está bien, señorito Graham? Está sudando.

— No... No te preocupes, estoy bien, ¡no me mates!

— ¿Por qué le iba a matar?

— Porque... antes tenías un cuchillo en la mano...

— Lo había pedido en la cocina y lo he devuelto. No he matado a nadie, Graham.

Will cambió su rostro.

— Ah, ¿no? Qué susto, pensaba que matabas gente, con el cuchillo parecías un asesino...

— No, por ahora no he matado a nadie —dijo serio, lo que saltó las alarmas de Will.

— ¿Por ahora?...

— La vida da muchas vueltas, señorito Will.

— Pe... Pero... No tantas vueltas...

— Eso cree usted. ¿Quiere que le muestre algo?

— Sinceramente, no. Ya me has dado bastante miedo por hoy, gracias...

— Vamos, ¡no soy cruel! El miedo le cega, Will. Sigue sudando.

— Y seguiré sudando si sigues hablando con esa voz tan terrorífica.

— Es mi voz.

— Pues ve pensando en cambiar de tono a la hora de hablar —contestó y cerró la puerta, yéndose a donde sus «amigos».

Hannibal aprovechó para poner una de sus obras líricas favoritas: Piangerò la sorte mia de Gulio Cesare.

88 teclas (Hannigram)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora