|𝗘𝗣𝗜𝗟𝗢𝗚𝗢| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Los meses se disiparon como una gran nube de niebla. El frío diciembre quedó abandonado tras esas doce uvas que fueron seguidas de un ramo de amapolas y un álbum de fotos nuestras que Jake me regaló el seis de enero para seguir con la tradición de "Los reyes magos", a cambio de una nueva cámara que yo compré en una tienda de reliquias y una carta sentimental. Febrero fue el siguiente en llegar a nuestra vida, endulzado por una cita que el teñido planeó en un mirador, donde tuvimos un pequeño pícnic y una velada íntima con unas maravillosas vistas sobre nuestras cabezas. Y por último, marzo llegó con total tranquilidad, con una que me estaba desquiciando. ¡Ya quería mi recompensa de ese mes!

Los primeros tres días me los pasé distraída en el instituto, dándole la tabarra a Margi en cada una de las asignaturas sobre mis planes para el día trece de ese mismo mes. Al salir de clase, iba apuntando en mi bloc de notas la masa de ideas que acumulaba, que me surgían y que deseaba cumplir. Más tarde, al llegar a casa y encontrarme a alguno de mis padres, o a los dos juntos, les suplicaba para que me dejasen cumplir todas y cada una de esas ideas. Básicamente, porque aún necesitaba su permiso para poder llevar a cabo mis locos planes. Y si con eso no me fuese suficiente, tras horas de súplicas y pucheros a mis progenitores, le ponía la cabeza como un bombo a Jake con el mismo tema, cada tarde, cada minuto que pasábamos juntos. Incluso había días que él ponía cualquier excusa inventada para largarse ya a casa y así poder huir de mí. ¡A su casa!, esa a la que tenía por cárcel. Con eso lo digo todo...

No obstante, yo no iba a rendirme, pensaba hacerles bufar, rodar los ojos, inventar excusas baratas y poco creíbles, murmurar "pesada" una y otra vez entre dientes y comprar más pares de tapones para los oídos con el fin de que a los cuatro les quedase más que claro que ese día era uno muy especial para mí. Porque el trece de marzo, oficialmente cumplía un año más. Acumularía ya diecisiete primaveras vividas.

Y ahí me encontraba, recordándole a Jake cuántos años iba a cumplir. Una vez más. Mientras, para no torturarle mucho, cenábamos un par de hamburguesas con huevo frito que mi madre nos había preparado diez minutos antes, acompañadas de patatas fritas, por supuesto. Decidimos comer fuera, sentados en uno de los cuatro escalones que la puerta principal de mi casa tenía, esos en los que tantas veces me había sentado a pensar en mis cosas o a contemplar el cielo.

—Diecisiete, ¿en serio? —Jake alzó una de sus negras cejas—. ¡Aún no me lo habían dejado claro las trescientas veces que me lo has dicho!

—Eso demuestra lo poco que me escuchas.

—Bromeaba, Atenea, bromeaba —aclaró con un eje de frustración—. Ya me ha quedado claro que mañana cumples diecisiete años. Diecisiete, no dieciocho, ni diecinueve, ¡diecisiete! Un uno y un siete.

—Muy bien —le felicité, con palmada en su espalda incluida—. Espero que tengas otro ramo de amapolas preparado, porque mañana cumplo diecisiete años.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Where stories live. Discover now