|𝗠𝗘𝗡𝗧𝗜𝗥𝗢𝗦𝗢| 🦋

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|Nea |

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|Nea |

¿Alguna vez te han dicho que el espejo del alma en ocasiones se empaña? Lo escuché una vez, en una serie, ¿o lo leí en un libro? Tal vez en la agenda de mamá, donde acumulaba tantas frases de ese tipo tan profundo.

Yo no confiaba en aquello, no creía que eso pudiera llegar a ser posible. Pero lo era, era cierto, ahí estaba la confirmación. El espejo de Jake se empañó delante de mis narices.

"No mereces estar con alguien como yo, no soy nada estable en ningún aspecto. Yo... No puedo, no".

Esas fueron las últimas palabras que soltó, las que ocasionaron que mi organismo se alterase, que mis piernas flaquearan y mis pies cosquillearan por los nervios. Hasta la garganta se me secó, atorando el puñado de preguntas que quería soltar.

Pero no. No podía hablar. No lo lograba.

Estaba shockeada, petrificada. Todo dio un giro tan drástico que no me dio margen a reaccionar o pensar con frialdad para poder dedicarle mis mejores palabras. Tampoco entendía las suyas, no llegaba a comprender por qué soltaba todas esas barbaridades sobre merecerle o no. Y para colmo, con lágrimas incluidas.

Sequé de nuevo sus mejillas, arrastrando con las yemas de mis dedos el agua que brotaba en gran cantidad de sus ojos. La preocupación aumentaba en cada salada gota que resbalaba por su perfecto y angustiado rostro.

—Lo siento. Lo siento... —repetía una y otra vez sin descanso alguno.

—Jake... —ladeé la cabeza para poder obtener su mirada, ya que agachó la cabeza.

Su pecho se movía cada vez con mayor descontrol, con asfixia, dando vía libre a que un ataque de ansiedad le atacara a sus anchas. Temía que eso sucediera, temí que ambos retrocediéramos en cuanto a nuestra salud mental se trataba.

—Respira, por favor. Mírame y respira.

De nada funcionaban esas inútiles órdenes de mi parte, yo lo sabía. ¿Quién mejor que yo?

Rasqué en mi memoria, en mis momentos a su lado, rebuscando entre los buenos, cerrando el cajón de ellos para colarme en el de los malos, en los angustiosos. Allí estaba aquel pequeño truco que él me enseñó, ese que me ayudó como nunca y que tan valioso era. Como oro en paño.

Mi mente estaba bloqueada, así que tuve la suerte de tener una fiesta enorme con música a gran volumen justo a mi lado, pegada. Podía tararear la melodía de esa canción que nunca había oído en mi vida. O también podía cantar nuestra canción. ¿Era nuestra? No lo acordamos, como nada, pero de esa manera la sentía yo; nuestra.

Vámonos a Marte...

Sus ojos dejaron de expulsar agua en los primeros segundos de mi tarareo. Lo hicieron cuando se chocaron con los míos, impidiendo que el estado de su dueño se agravara. Ni siquiera llegó a ser un ataque de ansiedad, no por suerte, aunque casi lo fue.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Where stories live. Discover now