8. Hoyuelos y dolor en el pecho

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Capítulo 8

"Hoyuelos y dolor en el pecho"

SAMAEL

Lo citaron a la oficina de su padre con nada más que una nota pegada en la puerta. Al principio creyó que se trataba de una broma, su padre no lo mandaba a llamar durante los días de clases, en su familia no había nada más importante que los estudios.

Tocó a la habitación de Gideon temprano por la mañana. No pudo dormir después de pasar toda la noche con su amigo sin decirle que su novio no era más que un traidor que jugó con sus sentimientos.

¿Cómo podía él, a quien no le importaba nada en el mundo, encontrar una manera amable de revelar algo como eso?

De estar en el lugar de Gideon, pensaría en él como un traidor, no confiaba en su propia palabra. Nada le garantizaba que Gideon lo haría.

—Es tu deber decirle —le susurró Izan cuando se separaron antes de que él subiera al tercer piso y el chico nuevo se quedara en el segundo.

—Me odiará —respondió Samael, sorprendido por lo normal que le pareció hablar con Izan.

—Al menos habrás intentado explicarle —dijo Izan.

Odiaba a ese estúpido por actuar con tanta tranquilidad. Él quería gritarle a todo el mundo todo el tiempo, no había momento del día en el que no sintiera ira en su interior.

Ya lo había liberado, le dijo que se alejara de él, ¿por qué no lo hacía?

La puerta frente a él fue abierta por un rubio con la camisa sin abotonar y la corbata azul sin anudar rodeándole el cuello. Se arrepintió y quiso correr lejos de los ojos del que había sido su amigo toda la vida.

Quizá nunca encontraría a alguien que lo entendiera tanto como Gideon lo hacía.

—Sami, bebé, ¿qué haces aquí? —la voz de Gideon era entre ronca y baja debido a que se la pasó cantando y riendo en la fiesta.

La idea inicial de la fiesta fue de Gideon, después de que su padre lo mantuviera todo el domingo estudiando derecho romano en su oficina, no pudo decirle que no.

Nada odiaba más que a su padre, excepto pasar tiempo en la misma habitación que Alexei.

Se sentó al borde de la cama de Gideon, agradecido de que Blaise no estuviera presente. Su amigo no aparecía desde que Izan lo enfrentara en la fiesta.

— ¿Vas a hablar? ¿Qué haces despierto tan temprano? —preguntó el rubio entrando al cuarto de baño mientras se ataba la corbata—. Si vienes a regañarme por la fiesta, recuerda que yo lo propuse, pero tú aceptaste.

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