36. Hermoso como el infierno

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Who-laaaaaap🌈

En este capítulo, prepárense para una emotiva interacción.

Y recuerden confiar en el proceso.

Pongan una rosa para saber que aquí andan🌹.

Les dejo a solas con nuestro cachorrito preferido...

"Le pertenezco desde que me miró y ya no quise que nadie más lo hiciera"

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"Le pertenezco desde que me miró y ya no quise que nadie más lo hiciera"

—Chase Allen

⥽ 🌹 ⥼

Capítulo 36

‟Hermoso como el infierno"

IZAN

—Lo que necesitas es una buena pelea —había dicho Blaise nada más llegar con Gideon y encontrarlo tan de mal humor.

No se enojaba con facilidad, ni siquiera en el tiempo antes de que esos chicos ricos, mimados y egocéntricos se convirtieran en sus amigos. Samael, Gideon y Blaise le hicieron la vida imposible desde que llegó al St. German, y nunca desarrolló odio o resentimiento hacia ellos.

Lo que no hizo más que despertar el interés del hermoso príncipe al que todos obedecían y cuyos deseos eran órdenes; el principal objetivo de Samael era hacerlo reaccionar, que de alguna manera luchara contra lo que ellos le hacían.

No lo consiguió. Solo sirvió para que se acercaran entre ellos y para que, de maneras poco convencionales, por no decir extrañas, terminaran comprometidos.

Un golpe en la mejilla derecha y uno en el estómago como respuesta.

No se trató de una pelea, ni siquiera de una discusión en toda regla. Fue más una diferencia de opiniones; Samael solo era Samael cuando le respondió a Sanem de mala manera.

Quienes lo conocían estaban más que acostumbrados a la arrogante forma de hablar de Samael. Incluida Sanem.

Pero esta vez su madre debió sentirse muy ofendida por la crudeza de las palabras de Samael.

Él pudo detener a Sanem, habría podido interponer el brazo y evitar el impacto en la mejilla de Samael. No lo hizo. Y no entendió por qué, hasta que no detuvo a Samael cerca de las escaleras.

Una patada en el costado derecho que lo hizo perder el equilibrio por unos segundos y bajar la guardia.

Blaise aprovechó esa oportunidad para golpearlo ahora en la comisura de la boca.

—¡Basta! —gritó el rubio que se había sentado en una de las esquinas del cuadrilátero negro.

Antes de ese momento no tenía idea de la existencia del gimnasio en la casa de Samael. Estaba mejor equipado que el lugar en el que él entrenaba. Contaba con el cuadrilátero y un área con cuatro sacos de boxeo, maniquíes para practicar tiros (con flechas, cuchillos o cualquier cosa que pudiera lanzarse).

Sangre puraWhere stories live. Discover now