CAPÍTULO 8 - EL TEMPLO DEL VIENTO

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—Pronto lo descubrirás...

Dos días transcurren desde nuestra partida de la aldea silenciosa. Caminamos día y noche. Solo nos detenemos una vez al día, a la hora del almuerzo, donde comemos las bayas y el pescado crudo que hemos comprado en los muelles. Sin embargo, el cansancio no nos encuentra.

Siento mis músculos fuertes y rebosantes de energía, como si hubiera dormido durante dos días enteros. Al parecer, las pócimas de resistencias con las que Alduin embadurna el pescado antes de comerlo, están resultado ser muy efectivas.

Al tercer día, alcanzamos la ladera de una montaña solitaria. Es más alta que cualquier otra montaña que yo haya visto jamás. Su cima está cubierta por nubes bajas y todo su cuerpo se encuentra invadido por la nieve. Sus rocas permanecen heladas y solitaria, esperando a cualquier viajero perdido que puedan llevar a su fin.

—Orodrid —anuncia Bardo—. La cima de los vientos. La entrada del templo está allí arriba, en una hendidura oculta entre las nieves.

Tomamos un pequeño camino que se abre paso entre la roca y la nieve. Asciende de manera difusa. Es estrecho, tanto que tenemos que caminar en fila de uno. La subida es larga y costosa. El sendero zigzaguea por la ladera de la montaña. A medida que nos acercamos a la entrada del templo, el viento se intensifica al igual que las espesas nieves. Es como si el lugar estuviera diseñado para debilitar lentamente a sus visitantes.

Al llegar la tarde, alcanzamos la diminuta hendidura. Se encuentra oculta en el centro de un cúmulo de nieve. Sin Bardo, jamás la hubiéramos encontrado y nunca habríamos llegado tan alto.

—Entrar es fácil, salir será más complicado —dice el marinero cuando pone un pié en la apertura rocosa.

—Cogeremos la espada y la llevaremos al castillo —anima Nathras, entrando en segundo lugar al templo del viento.

Yo soy el siguiente. Mis pasos son decididos. Mi mano está posada ahora sobre la empuñadura de mi espada de viaje. Siento el peligro. Nos vigila y nos rodea. Espera su ocasión de acabar con nosotros. Hay presencias misteriosas en este lugar. Lisbez, Inah, los dos Hatelianos y Alduin siguen mis pasos.

La oscuridad nos encuentra mientras atravesamos un largo y húmedo pasadizo que se interna en la montaña. El final da lugar a una cámara circular en la cual, un agujero oscuro, gigante y sin final, se extiende ante nosotros. Bajo la mirada. La caída parece infinita. Un soplo de aire constante sube a través del pozo gigante y golpea contra el techo de la cámara. Las paredes se encuentran grabadas con símbolos pertenecientes a civilizaciones antiguas.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunta Nathras, desviando levemente la vista hacia el precipicio.

La cámara está completamente sellada, salvo por el pasadizo por donde hemos venido. Llegados a este punto, no hay salida para continuar.

—El templo nos pone a prueba... —apunta Inah.

—Saltar al vacío es el único camino —indica Bardo, al cabo de unos segundos, mientras se cerciora de la caída.

—¡¿Estás de broma?! —gruñe Nathras. Avanza hacia Bardo y le agarra por el pescuezo—. ¿Pretendes matarnos a todos?

—¡Ya basta! —exclama Alduin—. El marinero tiene razón. El viento es fuerte. No caeremos, nos deslizaremos con él hasta alcanzar el fondo.

—Nadie sabe lo que encontraremos ahí abajo —murmura el Zora, dejando a Bardo de nuevo en el suelo.

—No, pero el templo requiere de nuestra valentía y confianza.

El anciano es sabio y tiene razón. Me aproximo al abismo. Mis pies sobresalen del borde. La oscuridad que veo abajo intenta mermar mis fuerzas e incrementar mis temores. Me inclino levemente. Una mano férrea agarra mi brazo y tira de mí hacia atrás.

The Legend Of Zelda: Cursed Bloodline (El linaje maldito)Where stories live. Discover now