CAPÍTULO 6 - LA TUMBA DE LAS MONTAÑAS

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El asedio es inminente. Hemos traído la oscuridad a estas tierras. Arkamn, la ciudad oculta de las montañas, ha dejado de estar oculta. Los gritos de guerra del enemigo llegan a nosotros a través del túnel que da acceso a la ciudad. Las fuerzas de Arkamn se preparan para la batalla. Cientos de soldados se apostan en las murallas. Los arqueros se posicionan en las torretas, mientras que los lanceros y espadachines descienden hasta las puertas de la ciudad.

Nosotros nos dirigimos junto a Tharathon, el general del ejército de Arkamn, hacia la muralla principal.

—¡Armenior! —exclama el general—. ¡¿Qué información traen los exploradores?!

—El enemigo se prepara para cruzar el lago, general —informa un viejo soldado que porta una armadura plateada y un yelmo con cinco puntas alargadas—. Será cuestión de horas que superen el túnel.

—¿Con cuántos efectivos cuentan?

—Más de cinco mil Hylianos Negros, general.

Tharathon hace una pausa. La incertidumbre se apodera de él. Es un general y lo demuestra recomponiéndose rápidamente.

—Prepara bien a tus hombres, Armenior. Defenderemos esta ciudad y teñiremos el agua sagrada con la sangre de nuestros enemigos —ordena y anima el general.

Los tambores retumban e infunden valentía a los guerreros de Arkamn. La población se repliega, abandona sus hogares, y se oculta en el interior de las montañas. Los cánticos dan comienzo. Filas de soldados se apostan ya en sus posiciones, con los escudos plateados al frente y las lanzas y su mano inversa.

El paso del tiempo es fugaz. Si este es el final, estoy preparado para defender esta ciudad hasta que mi corazón deje de latir. Tharathon nos ha provisto de un armamento mucho mejor. Porto una espada real. Su empuñadura goza de un tono violeta y consta de unos bordados dorados. El filo es delgado pero resistente y letal. El escudo real es alargado y terminado en punta. Tiene un tono oscuro con rebordes dorados como la espada. Hemos sido provistos de las mejores armas. Armas dignas de reyes.

El aire se detiene; la vegetación se seca; las montañas lloran. El agua que se extiende desde el túnel comienza a perturbarse. Decenas de barcas salen de la hendidura. Los Hylianos Negros están aquí. Su furia se abre paso.

La música de guerra retumba en la ciudad oculta de las montañas. Los arqueros de Arkamn lanzan una primera descarga. Cientos de flechas vuelan. Muchas impactan en sus objetivos, otras se pierden en el agua. El enemigo se repone y continúa avanzando. No tardan en alcanzar la orilla. Cuando lo hacen, levantan sus escudos negros y comienzan a formar. Las flechas ya no resultan ser igual de efectivas. Las filas de los Hylianos Negros resisten las descargas y avanzan con paso firme hacia las puertas y murallas de Arkamn. Los soldados de Arkamn no se amedrentan ante la multitud de enemigos que van desembarcando y llenando los terrenos exteriores. El miedo no se instaura en los corazones del pueblo libre. Los altos y gruesos muros de piedra nos protegen.

—¿Esto es todo, enemigo de Hyrule? —pregunta Tharathon sin esperar respuesta—. ¿Esto es todo tu poder?

Desde nuestra posición, gozamos de una clara visión de la batalla. Nuestras murallas repletas de arqueros, disparando a destajo. Nuestros patios, abarrotadas de soldados, armados con lanza y esperando ante cualquier posible internada.

De pronto, el cielo se oscurece. Varias nubes grises ocultan parcialmente los rayos de sol. El viento sopla con furia y arrastra voces a su paso. Sombras negras aparecen entre las montañas.

—¡Pelícanos, mi señor! —exclama uno de los soldados de la muralla superior, apuntando con las manos al cielo—. ¡Pelícanos negros!

Decenas de pájaros gigantes se aproximan a toda velocidad. Cuando las nubes pasan, se pueden ver con claridad. Comandándolos, un jinete oscuro porta una espada conocida en todo el reino. Mantiene la espada destructora del mal en lo alto y ordena a sus tropas que avancen hacia la ciudad.

The Legend Of Zelda: Cursed Bloodline (El linaje maldito)Where stories live. Discover now