CAPÍTULO 3 - LA ALDEA OCULTA

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La ira del enemigo produce en el reino un vendaval furioso que se alía con nosotros. Las paravelas se abren al máximo mientras sobrevolamos los alrededores de la gran ciudadela real. Los altos muros del castillo quedan atrás. La linde del bosque llega a nuestro umbral. La guerra por el dominio de Hyrule ha dañado los frondosos árboles y las bastas praderas que rodean la ciudadela. Gran parte de la tierra ha muerto.

La luz rojiza de la luna nos persigue mientras huimos de la crueldad del enemigo. En nuestra retaguardia, miles de pasos hacen retumbar el suelo. Los Hylianos Negros corren como si también huyeran de la ira de Sharok.

Mis músculos se encuentran totalmente tensos. Mis piernas se mueven sin descanso. Encabezo la huída en dirección al este. Soy más rápido que los integrantes de nuestra compañía, salvo, quizás, Inah y Lisbez, las mujeres Sheikah.

Cientos de flechas vuelan sobre nosotros después de atravesar el bosque. Salir a campo abierto es un error pero no gozamos de una opción mejor. El río de plata aguarda. El paso más cercano se encuentra a pocos pies de nuestra posición. El enemigo se nos echa encima. No puedo continuar, no si quiero que los demás sobrevivan. Me detengo con un movimiento seco y fugaz mientras desenvaino mi espada.

—¡Link, qué haces! —exclama Inah—. El puente está cerca, ¡corre!

—¡Os alcanzaré! —grito tras fijar la vista en las tropas enemigas.

El primer impacto con el enemigo es más fuerte de lo que imaginaba. La internada en carrera de los Hylianos Negros consigue hacer que mi cuerpo retroceda. Tras el choque de las espadas, realizo una voltereta hacia atrás para obtener algo de tiempo ante la multitud de guerreros que intentan arrebatarme la vida. Ejecuto una finta y desgarro el torso del primer enemigo que llega desde el lado derecho. Me deslizo por el suelo hasta el segundo y rasgo su pierna. Bloqueo desde el suelo el ataque de un tercero y vuelvo sobre mis pasos. Me veo obligado a retroceder lentamente a medida que llegan en tropel. Decenas de cuerpos comienzan a amontonarse en el suelo. Los Hylianos Negros no tardan en llevar la batalla hasta el puente que cruza el río de plata.

—¡Link, aprisa! —exclama Inah desde el otro lado.

Todos los integrantes de nuestra compañía ha cruzado ya. Esto es algo que tranquiliza mi cuerpo.

—¡Debemos destruir el puente! —ordena Nathras.

—Déjalo en nuestras manos —sugiere Mandos al tiempo que Manwar saca una pequeña esfera metálica del tamaño de una piedra que goza de una luz azul brillante.

Acato las órdenes. Me retiro del combate y cruzo el puente de madera a toda velocidad seguido por el batallón de Hylianos Negros. Cuando llego a la mitad, Manwar lanza la esfera luminosa en mi dirección. Esquivo la esfera antes de que se produzca una explosión atronadora. Cientos de astillas vuelan por los aires cuando la explosión destruye el puente y a gran parte de los enemigos. Salgo despedido hacia adelante y caigo sobre las altas hiervas de la gran pradera. Me hallo envuelto en una humareda azulada.

—Bombas sónicas —anuncia Manwar con una pequeña risita y un tímido baile cuando me incorporo.

El puente se encuentra completamente destruido. Las tropas enemigas se acumulan al otro lado. El cauce del río es demasiado poderoso como para cruzarlo a nado. No tardan en elegir la opción más lógica y desviarse hacia el norte para tomar el siguiente paso.

Nuestra marcha es más segura a medida que transcurren los días. Inah ha tomado el mando y, junto con Alduin, han decidido conducirnos a una aldea oculta entre las montañas.

Atravesamos las inmensas praderas de Hyrule y subimos por la ladera de una cordillera montañosa. Cruzamos puentes de piedra y atravesamos bosques. Nos alimentamos de los animales que conseguimos cazar y dormimos bajo la protección de las cuevas que abarrotan las tierras de Hyrule.

The Legend Of Zelda: Cursed Bloodline (El linaje maldito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora