CAPÍTULO 8 - EL TEMPLO DEL VIENTO

31 3 0
                                    

De toda la villa, lo único que capta fuertemente mi atención es la fría y amarga cerveza que sirven en la posada. La espera resulta ser más amena cuando tienes una jarra llena en la mano. La mayoría de los miembros de nuestra compañía degusta el dulce hidromiel. Solo Nathras sigue mi ritmo de tres jarras de cerveza por cada hora que transcurre. El aguante del guerrero Zora me sorprende. Continúa igual de estable que antes de beber la primera jarra. Ahora, transcurridas ya más de cuatro horas desde que entramos en la posada y con la caída del sol, comienza a sonreír más de lo habitual. La noche y el sueño son un jugo que nos encuentra en forma de música no mucho más tarde.

Tras la primera luz del día siguiente, Bardo nos espera en la salida norte de la aldea silenciosa.

—Es la hora —dice cuando todos llegamos a su encuentro—. El camino será largo y costoso. Peligroso y temido es el destino.

—El tiempo juega en nuestra contra —informa Alduin.

Tras el breve saludo, Bardo, el marinero, inicia el paso y pone rumbo hacia el horizonte montañoso que se alcanza a ver en la lejanía de la espesura. Las llanuras de Necluda Occidental amanecen con una humedad producida por la lluvia férrea de la noche.

—¿Ha llegado alguna noticia desde Arkamn? —pregunta Inah tras apenas haber comenzado la travesía. El silencio aflora en las llanuras y el fino hilo que sostiene la paz se tensa.

—Dos cuervos llegaron anoche —informa Bardo. La luz se ilumina en el interior de los ojos de Inah—. La ciudad oculta del lago cayó y el enemigo hizo prisioneros a los sabios y altos mandatarios. Después, liberó la ciudad y se esfumó.

—¿Se sabe a donde han ido? —pregunta Inah avanzando al frente para ponerse a la altura del marinero.

—Según una de las cartas, el enemigo tomó los pasos que regresan al castillo de Hyrule.

La respuesta no parece convencer a Inah. Se mantiene envuelta en sus pensamientos, durante unos instantes, antes de volver a hablar.

—¿Por qué volver al castillo? —pregunta—. ¿Por qué no continuar persiguiéndonos?

—El enemigo es impredecible —murmura Bardo—. Tal vez, haya desistido de la contienda.

—No —interviene Alduin—. No subestimes al enemigo. Muchos antes que tú lo hicieron. Todos ellos fueron derrotados y obligados a servir bajo el manto de la oscuridad. No, no es por eso por lo que el enemigo retrocede.

—¿Qué es lo que sabes? —pregunta Nathras.

—Algo que no debía contar hasta que la espada celestial estuviera en poder del elegido —dice el anciano, dirigiendo su mirada hacia mí—. Tharathon me contó que había llegado un mensaje de la capital de los desiertos. La tribu Gerudo cruza las tierras arenosas. Parten a la guerra.

—¿Solas? —dice Nathras—. Jamás derrotarán al ejército negro. Debo avisar a mi pueblo.

—Los Zora ya han sido avisados, amigo mío —anuncia Alduin—. Los Sheikah también se preparan para la batalla —añade, tornando su mirada hacia Inah y Lisbez.

—Debo estar con mi pueblo —indica el guerrero Zora.

—¡No! —exclama Alduin, aproximándose hacia él—. Sin la espada celestial, dejaríamos el destino del mundo a su merced. No importa el poder de nuestros ejércitos, solo el elegido puede destruir la oscuridad.

—Debemos estar juntos si queremos pasar las pruebas que conforman el templo del viento —interviene Bardo.

—¿Pruebas? —pregunta Nathras, frunciendo el ceño con incredulidad.

The Legend Of Zelda: Cursed Bloodline (El linaje maldito)Where stories live. Discover now