Capítulo 21

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Las miradas de mi amiga y mi ex esposo chocaban de una manera fría y dura.

-Será que mejor que empecemos a comer antes de que la comida se enfríe- comentó mi padre.

Todos tomamos asientos. Colocamos a Rafa en su sillita y le dimos su plato con sopa y pollo. Sus ojos brillaron en cuanto vieron lo que tenían enfrente.

Comenzamos a comer en un silencio incómodo.

-¿Cómo has estado Alexander?- preguntó Claudia.

-Bien, supongo- respondió.

-Obvio, Elena no te obligó a firmar un divorcio- comentó en voz baja, pero audible para todos.

Y volvió a reinar el silencio.

Mi padre y yo nos mirábamos pidiendo ayuda mutua. No sabíamos cómo cortar este momento tan raro.

-La pasta está deliciosa- comentó Alexander.

-Gracias, yo la hice- respondí.

-Yo hice el pollo- exclamó mi padre.

-Alfonso, ya vimos que tú también quieres atención- dijo burlona Claudia.

Mi padre soltó una risa.

Ambos comenzaron con una batalla de comentarios sarcásticos.

-Siento que el cualquier momento me va a clavar el cuchillo- susurró en mi oído mientras ellos platicaban.

Reí.

-Yo te cuido la espalda- respondí de la misma manera.

Su semblante cambió, como si recordara algo. Entonces el recuerdo también vino a mi memoria.


La boda había sido hace un par de días. Nadie sabía la mentira de nuestro compromiso.

De verdad nos amábamos y queríamos pasar el resto de nuestra vida juntos, entonces no valía la pena decirles a todos que los habíamos engañado.

Hoy venían sus padres a cenar, y estaba muy nerviosa. Aun no me ganaba la confianza de su padre y su mirada me ponía los pelos de punta.

-Los nervios se te notan a kilómetros- comentó mi esposo entrando a la habitación.

Lo miré.

-Pablo Ambrosetti me odia y desea sacarme del pais para dejarte libre- respondí preocupada.

Su risa hizo eco.

-No te burles- me quejé -Siempre hace comentarios o hace cosas que me hacen sentir mal.

Se acercó a mí y me miró de la manera más tierna posible.

-Todo va a estar bien- dijo Alexander mientras me abrazaba -No voy a dejar que te hiera, nunca más-

Tomé su rostro entre mis manos y acerqué nuestros rostros.

-Espero que seas demasiado bueno como guardaespaldas personal- dije mientras nuestros labios rozaban en espera del beso.

-Yo te cuido la espalda- afirmó para luego besarme en un beso lleno de amor y seguridad.


Desde entonces la frase "yo te cuido la espalda"  la usábamos como herramienta de apoyo y seguridad al otro.

El dolor era claro en sus ojos, y los míos parecían conectados al mismo sentimiento.

Siempre Contigo #3Where stories live. Discover now