Las miradas de mi amiga y mi ex esposo chocaban de una manera fría y dura.
-Será que mejor que empecemos a comer antes de que la comida se enfríe- comentó mi padre.
Todos tomamos asientos. Colocamos a Rafa en su sillita y le dimos su plato con sopa y pollo. Sus ojos brillaron en cuanto vieron lo que tenían enfrente.
Comenzamos a comer en un silencio incómodo.
-¿Cómo has estado Alexander?- preguntó Claudia.
-Bien, supongo- respondió.
-Obvio, Elena no te obligó a firmar un divorcio- comentó en voz baja, pero audible para todos.
Y volvió a reinar el silencio.
Mi padre y yo nos mirábamos pidiendo ayuda mutua. No sabíamos cómo cortar este momento tan raro.
-La pasta está deliciosa- comentó Alexander.
-Gracias, yo la hice- respondí.
-Yo hice el pollo- exclamó mi padre.
-Alfonso, ya vimos que tú también quieres atención- dijo burlona Claudia.
Mi padre soltó una risa.
Ambos comenzaron con una batalla de comentarios sarcásticos.
-Siento que el cualquier momento me va a clavar el cuchillo- susurró en mi oído mientras ellos platicaban.
Reí.
-Yo te cuido la espalda- respondí de la misma manera.
Su semblante cambió, como si recordara algo. Entonces el recuerdo también vino a mi memoria.
La boda había sido hace un par de días. Nadie sabía la mentira de nuestro compromiso.
De verdad nos amábamos y queríamos pasar el resto de nuestra vida juntos, entonces no valía la pena decirles a todos que los habíamos engañado.
Hoy venían sus padres a cenar, y estaba muy nerviosa. Aun no me ganaba la confianza de su padre y su mirada me ponía los pelos de punta.
-Los nervios se te notan a kilómetros- comentó mi esposo entrando a la habitación.
Lo miré.
-Pablo Ambrosetti me odia y desea sacarme del pais para dejarte libre- respondí preocupada.
Su risa hizo eco.
-No te burles- me quejé -Siempre hace comentarios o hace cosas que me hacen sentir mal.
Se acercó a mí y me miró de la manera más tierna posible.
-Todo va a estar bien- dijo Alexander mientras me abrazaba -No voy a dejar que te hiera, nunca más-
Tomé su rostro entre mis manos y acerqué nuestros rostros.
-Espero que seas demasiado bueno como guardaespaldas personal- dije mientras nuestros labios rozaban en espera del beso.
-Yo te cuido la espalda- afirmó para luego besarme en un beso lleno de amor y seguridad.
Desde entonces la frase "yo te cuido la espalda" la usábamos como herramienta de apoyo y seguridad al otro.
El dolor era claro en sus ojos, y los míos parecían conectados al mismo sentimiento.
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Siempre Contigo #3
RomanceElena y Alexander amaron, lloraron y aprendieron. Ahora tendrán que decidir que es lo que quieren para sus vidas, pues ya no eran lo mismo. Nuevamente son ellos contra sus sentimientos y sus nuevos fantasmas. Las historias de amor no siempre t...