Epílogo

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―Tus gemidos son cantos gloriosos para mí.
Estaba a ciegas, excitada y gimiendo, Adriel estaba consiguiendo que llegase al clímax con aquel consolador que sonaba como una avispa.
Había pasado un año desde que le confesé que le quería y cada día a su lado había sido placentero. Como también vivir la experiencia de hacerme aquellas fotografías con él.
Hace dos meses, le invité a la casa de mis padres para decirles que nos estábamos conociendo. Pero no le dijimos nada de nuestra relación abierta.
―Córrete ―me dijo.
Gemí mientras que él disfrutaba de la llegada de mi orgasmo.
―Hazlo nena. Dame el orgasmo.
Seguí gimiendo hasta que por fin le di el orgasmo que tanto deseaba.
―Buena chica ―me dijo.
Él me tocó la cara y me quitó el antifaz. Dejándome un poco ciega.
En breve, sentí su pene en mi interior y comenzó a embestirme.
―Recuerda correrte esta vez cuando lo vaya a hacer yo. ¡Has entendido!
―Si amo.
―Buena chica.
Comenzó a embestirme muy despacio y comencé a sentir algo en mi interior. Eran millones de sensaciones que parecían explotar como si fueran fuegos artificiales que nunca paraban de animar al espectador.
Adriel comenzó a besar mis pechos, mientras que continuaba embistiendo.
Él se movió más rápido y me notaba cada vez más lubricada.
Notaba el choque de su pelvis con la mia. Eso me excitaba más y me ponía más cachonda de lo que ya estaba.
Noté en pocos segundos que ambos habíamos llegado al clímax y Adriel me besó en el cuello, recorriéndome hasta mis pechos.
Adriel volvió a moverse aún más rápido y por fin en segundos, nos corrimos.
Él se tumbó encima de mi exhausto y ambos comenzamos a respirar entrecortadamente.
―Contigo cualquier Diosa es secundaria a tu lado ―dijo.
―Afrodita no estaría de acuerdo Adriel.
―Ares no se resistió a Afrodita. Al igual que cual mortal varón a una hembra.
Él salió de mi interior y volvió al cajón. Iba a darme otro orgasmo. Del cual estaba lista para recibir.
―Creo que me parezco a Ares.
En vez de ver como sacaba un envoltorio de un preservativo, vi que sacaba una caja de terciopelo de color verde oscuro.
―El Dios quiso consolidad su relación con Afrodita y así lo hizo. Se casó con la Diosa y tuvieron sus hijos. Conocerás a Eros, el Dios del amor. O Deimos y Fobos. Los hermanos gemelos del terror y el horror. O Anteros. Dios del amor correspondido. O Armonía. Diosa de la armonía y la concordia.
Él saco algo de aquella caja.
Adriel cogió mi mano izquierda y me dijo en pocos segundos:
―Mellie Campbell, quiero que seas mi Diosa Afrodita como yo tu Dios Ares. ¿Te quieres casar conmigo? ¿Quieres ser mi esposa y mi Diosa hasta que nuestra vida se acabe con la vejez? Para mí sería un honor.
Me quede sin palabras. Algo que nunca había pasado. Ya que tenía respuesta para todo lo que me preguntaba o me decían cuando hablábamos.
―Nena, respóndeme por favor.
Fue cuando asentí en vez de darle mi respuesta y Adriel me puso el anillo en el dedo anular. Donde en breve, me besó muy intensamente.
Seguido, volvió a meter su pene en mi interior y después me dijo:
―Te amo, señorita Campbell y futura señora de Giuliani. Mi Afrodita.
―Mi Ares ―susurré.
Y en breve, sacó del cajón otro preservativo y en segundos, comenzó a embestirme como si ese día fuera el último de nuestra vida.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Where stories live. Discover now