Capítulo Siete

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Me dormí demasiado tarde y no supe cuánto tiempo estuve despierta pensando en mi pasado con Oscar.
Cuando me giré en pocos segundos, me percaté que Giuliani no estaba en la cama. Eso me alivió bastante.
La música hizo que me despertase aún más rápido de lo que ya estaba. Supe que Adriel la había puesto para Dios sabe qué. Quizás para fastidiarme el sueño.
Levanté mi cabeza de la almohada y fui hasta el cuarto de baño para darme una ducha.
En pocos segundos, el agua comenzó a caer sobre mi cuerpo y comencé a relajarme.
La canción de Es Evidente de Galván Real sonó a todo volumen y sentí sus notas como un relámpago cayendo por mi cuerpo. Sin embargo, no le di importancia. Ya que cualquier música me relajaba.
Tengo que armarme de paciencia. Es evidente que te remuerde la conciencia. Tengo tantas falsas palabras. Tengo que hacer de tripas corazón. Que, si te veo llorando, llorando, pues llora porque tú haces daño...
Pensaba que a este tipo no le gustaba la música. Solo dominar a mujeres como solía hacerlo.
Salí de la ducha poco después y la música continuaba su curso.
En la habitación, comencé a ver que me iba a poner para otro día aburrido en aquel lugar. Pero sabía que tenía que hacer algo para que no le interesase a Giuliani.
Tras terminar de vestirme, salí de la habitación y fui hasta el comedor, mientras que la música cambiaba.
Cuando entré en pocos minutos, la canción de Besos Fingidos del mismo cantante, comenzó a sonar.
Aún recuerdo aquellos días suplicándome que vuelva. Yo no lo merezco amor, tenerte tan cerca. Dejaste ver al mundo que el culpable aquí fui yo. Que fuimos los dos y no te di una razón...
―Veo que disfruta de la música, señorita Campbell ―escuché.
―La música me relaja, señor Giuliani ―le respondí.
―Siéntese a desayunar ―volvió a decirme.
Eso hice.
Me senté frente a él y me miró muy fijamente. Eso me hacía entender que quería más de mí. Algo que yo no deseaba y mi cuerpo sí.
―Tengo que resolver unos asuntos. Vendré esta noche lo más seguro ―me dijo―. Tobías te hará la cena.
―Supongo que son asuntos del club de golf.
―Algo así.
―Me da igual su trabajo señor Giuliani.
―Entonces. ¿por qué me pregunta?
Pero no le dije nada.
Tobías me sirvió el desayuno y Adriel continuó en su más absoluto silencio. Desayunando sin parar.
Cuando Adriel terminó de hacerlo, se marchó del salón. Sin embargo, la música se cambió. La cual me dejó con mis pensamientos.

La tarde ya estaba cayendo, cuando salí al jardín de la casa de Adriel. Y se hizo de noche cuando menos me lo esperé por varios minutos que escuchaba aquellas canciones.
Decidí que la música que Adriel puso se quedase puesta. Pues Galván Real también formaba parte de mi vida.
Mientras Nuestra Locura sonaba, recordé algo de mi pasado con Oscar. De esos momentos en los que hacíamos el amor y me hacía feliz con tan solo tocarme. Eso me hizo sollozar un poco.
La canción cambio de nuevo a Tu Secreto sin darme cuenta y esos recuerdos seguían en mi cabeza.
Y hazme el amor y vete. Por qué no quiero ni verte. Hazme el amor y vete, tú no puedes esconderme más...
―¿Le ocurre algo señorita Campbell? ―escuché.
Me giré limpiándome las lágrimas y vi que Adriel estaba ante mí con una mirada diferente.
―¿Ha ocurrido algo en mi ausencia? ―volvió a preguntarme.
Entonces, la cara de Adriel y la mia se cruzaron de la misma forma que un relámpago.
―Perdón. Estaba recordando.
―¿Qué cosa señorita Campbell?
―En cosas de mi pasado, señor Giuliani.
―¿Y puedo saber qué cosa?
―Ya sabe que no me gusta que se meta en mi vida, Adriel.
―Intento conocerla señorita Campbell.
―Y yo no lo pretendo. No quiero conocerle, señor Giuliani.
―Sigo queriendo averiguar por qué odia tanto a los hombres, señorita Campbell.
Él se acercó a mí y me eché hacia atrás para evitar cualquier contacto. Sin embargo, el poyete del porche me impidió caerme hacia atrás.
Adriel estuvo ante mí y cuando me pilló desprevenida, me agarró las muñecas.
―Sea lo que sea lo que tanto le atormenta, me gustaría ayudarla señorita Campbell.
―No sé cómo va a ayudarme.
―Hay muchas formas de hacerlo.
―¿Cómo cuál?
Él me miró a los ojos y vi que se refería a trabajar en el anuncio que tanto quería. Como también meterme en su mismo juego.
Quité mis manos de él y me marché al salón. Ya que quería pensar a solas un poco.
―No entiendo por qué huyes de algo que te pide tu propio cuerpo.
―Mi cuerpo no me pide nada. Solo pide que me deje marchar.
Pero no hubo respuesta de su parte. Solo silencio.
―Señor, señorita ―escuchamos―, la cena esta lista.
Miramos a Tobías y Adriel le dijo:
―Ahora vamos.
―De acuerdo, señor.
Me moví hasta el comedor y antes de salir de ahí, Adriel me cogió por el brazo y nos miramos en breve a los ojos.
Cuando terminé de comer al cabo de media hora, me retiré a la habitación y pensé que ya era el momento de descansar.
Me desnudé para ponerme el pijama de seda. Eso me recordó que tenía que hacerlo muy rápido
De pronto, sentí unas caricias sobre mis hombros. Hasta que me vi atrapada de nuevo por él.
Adriel me giró y me empujó hacia la pared de la habitación y me dejé llevar de nuevo por él. Donde él no dudó en darme un beso que me quedó sorprendida y enseguida me sedujo a él como si fuera una polilla a la luz.
Él subió mi pierna derecha hacia su cadera y me recorrió como si fuera algo tentativo. Tenía que evitar lo que él quería hacer. Estaba claro que mi cuerpo sí que pedía más de él, pero mi cabeza no.
Me solté de sus labios y él me recorrió hasta llegar a mis pechos.
―Adriel ―le dije―, sabes que no puedo. No nos conocemos de nada.
―Déjate llevar ―me dijo.
Noté su mano en mi sexo y le dije mientras que le suplicaba:
―Por favor, señor Giuliani.
Entonces, Adriel paró de poseerme y desnuda ante él, me dijo:
―No entiendo por qué no te dejas llevar.
―Ya le he dicho que no puedo acostarme con un desconocido.
―Y yo le dije señorita Campbell que no pretendía serlo para usted.
Hizo una breve pausa.
―No es tan solo un anuncio lo que he querido en este tiempo. He pretendido conocerla desde que vi su foto en el despacho de su padre.
―Entonces, yo tenía razón.
Fui hasta la bata de seda y continué diciendo:
―Todo esto es para meterme en su misma cama. El anuncio es una mentira.
―El anuncio no es una mentira. Y tiene usted razón en algunos aspectos. Al principio la quería conocer por que ninguna mujer se ha atrevido a desafiarme y pegarme unas bofetadas como lo ha hecho usted.
―Le dije que no era una mujer fácil, señor Giuliani.
Hicimos una breve pausa.
―Adriel, déjeme ir y olvidaré todo lo que ha pasado.
Él se giró y no hubo respuesta por su parte.
―Se lo suplico. Déjeme marchar.
―Está bien ―dijo―. La dejaré marchar. Pero será dentro de dos días.
―¿Por qué?
―Porque usted ya sabe que quiero mi anuncio y voy a darle material para ello.
―Dos días. Ni uno más ni uno menos ―le dije.
Él asintió.
Terminé de ponerme la bata de seda y él se marchó.
Me senté en la cama más aliviada pensando que fui una idiota por no dejarme llevar. Sin embargo, no quería. Ya que había algo en mi interior que no me lo permitía.
En cuestión de segundos, me metí en la cama y comencé a pensar en aquello que este hombre que aun desconocía, provocaba en mí. Pero sería algo que no averiguaría.
Tumbé mi cuerpo en la cama y cerré mis ojos para descansar. Como también para olvidar lo que había estado a punto de ocurrir.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Where stories live. Discover now