Capítulo Diez

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Me desperté con un ruido en mi cocina. Como si los platos se moviesen solos.
Comencé a pensar que sería Oscar quien estaría haciendo los desayunos. Por lo que no me preocupé de nada. Salvo que cuando me ubiqué y pensé que vivía sola, levanté corriendo mi espalda de la cama y salí de ella. Marchándome a ver quién había entrado en mi departamento.
En cuanto entre en la cocina, casi me caigo de culo al ver a Adriel ante mis ojos.
―¿Qué... demonios? ―pregunté.
―Tranquila. Como no me respondiste a mi mensaje, decidí entrar por mi propia cuenta en tu departamento. Vi que estabas dormida y no quise molestarte.
―¡Estás loco! ―exclamé.
―Puede que si lo esté ―me respondió―. Pero ahora es hora de desayunar, señorita Campbell.
Adriel sacó las tostadas y apartó zumo de naranja recién exprimido. Pero me negué a desayunar si él estaba allí.
Me percaté que se sentía diferente. Como si tuviera poder sobre mí.
Me fui de nuevo hasta la habitación. No quería estar más ante él.
Entre en mi habitación y en el instante, noté el perfume de Adriel sobre mi nariz.
―Deberías de decirme o darme una explicación de como entraste en mi departamento ―le dije.
―Me hice una copia de las llaves cuando vine a buscar algo de tu ropa y dejar tus cosas aquí como también tu coche.
―Pues deberías de irte o si no ―dije.
―¡Me estas amenazando! ―exclamó mientras que se acercaba a mí.
―No te acerques más.
Me caí encima de la cama y él no desaprovechó la oportunidad.
Después me moví hasta arriba de esta y Adriel llegó ante mí. Donde nos miramos a los ojos y vi que estaba deseando de poseerme con su manera de poseer.
Fui y darle una bofetada, pero Adriel me paró enseguida.
Después puso mis dos manos sobre el cabecero de la cama y fue cuando le desafié con la mirada.
―Ahora mismo estoy muy cabreado, Mellea. Y lo único que deseo es atarte y castigarte ―me dijo―. Me pica tanto la palma de la mano que no sabes cuan de fuerte podría darte en estos momentos.
―Que te jodan.
Él agarró mis dos muñecas con una de sus manos y con la otra comenzó a pasar su otra mano por mis muslos. Hasta que pasó su mano por debajo de mis bragas. Donde me tocó muy despacio mi sexo.
Gemí y eché mi cabeza hacia atrás. Pero enseguida él paró de tocarme.
―Si quieres el orgasmo, vas a tener que hacer algo por mí.
―Ni hablar.
―Lo harás. Y hoy mismo. Si no me obedeces, ya sabes que tus actos tendrán consecuencias.
―¡Hijo de puta!
Él se quitó de encima de mí y volvió a decirme:
―Espera instrucciones mías a lo largo del día. De lo contrario, tu amiguito de la empresa de tu padre sufrirá las consecuencias.
Había amenazado a Rafael y estaba contra la espada y la pared. ¡Como odiaba a este tipo!
Vi como Giuliani se marchaba y me quedé sin saber que decir. Solo estaba exhausta.
Después de desayunar, me fui a dar una ducha.
En pocos minutos, salí y me puse algo adecuado para ir a trabajar.
Cuando estuve lista, me marché para la oficina.

A media mañana, estuve terminando un informe cuando la puerta de mi despacho se abrió.
Al levantar la mirada, vi a mi padre. Quien parecía contento de verme.
Él se acercó y me dio dos besos en la mejilla y me preguntó:
―¿Cómo te ha ido tu viaje por Londres?
―Bien. Aunque un poco cansada.
―¿Cuándo llegaste?
―Ayer por la tarde. No os llamé a mamá y a ti porque era tarde.
―Vale.
Él se sentó en breve y me dijo:
―Vi a Óscar, Mellie.
―¿Por qué me nombras a mi ex, papá?
―Por si querías saberlo.
―Ya sabes que no me importa nada de Oscar, papá.
―Tranquila. Pero lo vi mal. Al parecer su madre murió hace cuatro días.
―¡Qué!
―Lo que has oído ―me dijo―. Deberías de llamarle para darle el pésame por ello.
―Lo pensaré. Pero de mí no tendría que recibir ni un hola.
―Lo se. Pero demuéstrale a Oscar que tú eres diferente.
Asentí.
―Te veo en la reunión de las tres.
―Vale papá.
Él volvió a levantarse y se marchó de mi despacho.
Cuando me quedé a solas, cogí mi teléfono móvil y marqué el número de teléfono de Óscar.
Me lo puse en la oreja y el tono comenzó a sonar.
―No estoy para peleas, Mellea ―me dijo al otro lado de la línea.
―No te he llamado para discutir ni para hablar de lo nuestro. Solo he llamado para darte el pésame de la muerte de tu madre ―le respondí.
―Gracias.
Se hizo un pequeño silencio entre la línea.
―¿Cómo estás? ―me preguntó.
―Estoy bien. Gracias. Yo no te pregunto por qué se en la situación que estas viviendo.
―Ya ves. No estamos bien.
―Lo siento Óscar.
―Gracias de nuevo, Mellea.
―Hasta luego.
Y colgué el teléfono antes de que aquella conversación llegara a más.
De pronto, vi un mensaje de texto y vi que era de Adriel.
Lo abrí y ponía: ¿Dónde coño tienes el teléfono Mellea?
A lo que le respondí: Estaba en una llamada de trabajo por si no lo recuerdas.
Su respuesta llegó enseguida: Vale. Ya sabes para que son estos mensajes.
Y mi respuesta fue: Si. De sobra.
Su respuesta llegó como un rayo: Hagamos lo siguiente. Ve a casa después de trabajar. Pégate una ducha y Tobías irá a por ti. Primero cenemos algo para hacer la noche más agradable. Lo demás vendrá a su tiempo.
Le devolví mi mensaje: Ok. Nos vemos a las nueve de la noche. Tengo una reunión a las tres de la tarde.
Y su último mensaje fue: Perfecto. Espero que no me falles o si no ya sabes las consecuencias.
Dejé mi teléfono móvil a un lado y continue trabajando.
Pensé en si estaba haciendo bien en asistir a esa cita con Adriel. Sabrá Dios que es lo que está planeando para hacerme esta noche.
De pronto, pensé en la noche en la que mantuve relaciones con él. En cómo me hizo vibrar. Supongo que fue el hecho de que necesitaba un orgasmo que no fuera con mi mano.
Tras unos segundos, dejé de pensar en ello y continué trabajando para no excitarme más.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Where stories live. Discover now