Capítulo Seis

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El calor era insoportable.
Sentía como todo me daba vueltas en la cabeza. Era como un torbellino de recuerdos que quería entrar y salir al mismo tiempo.
Fue el olor a cera lo que me hizo despertar y percatarme donde estaba. De nuevo ante él con su mirada firme de amo y su poder sobre mi cuerpo.
Me percaté que estaba tumbada sobre el suelo, atada de pies y manos como si fuera un lechón al que estaba a punto de devorar.
Sentí sus manos sobre mi sexo. Como sacaba y metía sus dedos de él. Lo hacía tan lentamente que lo único que estaba logrando, era que me excitara más y llegase al clímax.
Él movió aún más rápido y mis labios comenzaron a emitir gemidos.
Notaba a su vez como mi cuerpo se dilataba más y como estaba mojada. Al parecer él estaba consiguiendo lo que quería.
Él se puso ante mis ojos y vi a Adriel semidesnudo ante mí con cara de querer correrse.
―Chúpalo ―me ordenó―. Luego me tocará a mí en tu boca.
Él me entró los dos dedos con mis fluidos en mi boca y los chupé. ¿Por qué diablos estaba disfrutando de esto?
En pocos segundos, Adriel entró su pene en mi boca y comenzó a penetrar muy despacio en ella.
Fui notando como en pocos segundos iba aumentando sus embestidas sobre ella y cuando la quedó muy profunda metida, emití una arcada.
―Me encanta cuando te entregas a mi...
Desperté de golpe y sentí como mis partes íntimas ardían por el placer.
No podía creer que todo lo que estaba pasando en mis sueños para que estuviese tan excitada, me excitaba en la vida real. ¿Deseaba a Adriel como deseé a Oscar en el pasado? Me iba a volver loca si estaba otro día más con ese tipo aquí.
Me levanté de la cama y fui hasta el cuarto de baño.
Ahí, me lavé un poco la cara. Sin embargo, el ardor en mi sexo continuó.
Después me quité las bragas que tenía puesta y pensé con claridad lo que iba a hacer. Como también si estaba haciendo bien en tocarme con ese tipo al otro lado de la puerta.
Coloqué mi pierna izquierda sobre el inodoro y comencé a tocarme para conseguir el orgasmo.
Comencé a tocarme muy lentamente, mientras que sentía como mi cuerpo reaccionaba a mis manos. Tenía que lograr llegar al orgasmo. Hacía mucho que no me tocaba y ahora después de tantos sueños eróticos, lo necesitaba para quitarme el calentón.
Me ahogué en un gemido y noté que estaba un poco lubricada. Por lo que quería correrme en el instante.
―Continua con el espectáculo ―escuché―. Me gusta ver como una mujer se corre.
Dejé de tocarme y bajando rápidamente mi pierna al suelo, miré hacia atrás.
―¿Qué coño hace usted aquí en el baño? ―pregunté.
―Viendo cómo te das el orgasmo a escondidas de mí.
―¿Cómo ha sabido que estaba aquí y dándome el orgasmo señor Giuliani?
―Por qué un gemido ha sonado, pero no bajo.
Me maldije por no haberlo hecho cuando él no estuviera por el lugar. De todas formas, ya había interrumpido mi orgasmo.
Caminé para marcharme del cuarto de baño. Sin embargo, cuando estuve a unos centímetros de él, este me agarró y me llevó hacia la única pared libre.
Intenté de separarle un poco de mí, pero él me agarró las manos y las puso encima de mi cabeza. Sujetándolas después con una sola mano.
Adriel fue bajando su otra mano libre sobre mis muslos y subió mi pierna derecha sobre su cadera.
―Si estas ansiosa por un orgasmo, ¿por qué no me lo pides por favor y te lo concederé?
―Suéltame por favor.
Volví a intentar moverme de nuevo, pero Adriel actuó enseguida. Dándome un besó que me hizo quedarme sorprendida.
Noté su mano sobre mi sexo en pocos minutos y como comenzó a tocarme sin parar.
Me solté de sus labios como también de la única mano que me tenía sujeta y volví a pegarle una bofetada. Sin embargo, él volvió a ponerme contra la espada y la pared.
―Ya sabes lo que te dije en cuanto a darme una bofetada se refiere. Debería de castigarte por todas las que me has dado ya.
―Le dije que me respetase señor Giuliani.
Hicimos una breve pausa. La cual me obligó a tener que respirar muy lentamente.
―Ya sabe cómo soy y como seré si vuelve a ponerme una mano encima ―volvió a decirme―. Y ahora mismo tengo mi verga cargada de leche para descargarla en alguien. Así que no me tientes usarte ahora mismo.
―Vete a la mierda.
Vi que puso cara de pocos amigos y después me soltó.
Él salió del cuarto de baño enfurecido y yo me quedé exhausta por lo que acababa de pasar.
Me di una ducha de agua fría para que se me pasara el calentón. Al menos, intenté tener el orgasmo antes de tiempo.
Cuando salí en pocos minutos del cuarto de baño y del salón, fui hasta la cocina para probar un poco de desayuno y saber si a Giuliani se le había pasado el enfado.
Sin embargo, no me lo encontré por allí. Solo a Tobías. Que estaba preparándome el desayuno.
―¿Y el señor, Tobías?
―Ha ido a la otra ala. Iba muy cabreado señorita ―me respondió―. Supongo que querrá descargar su ira en una sumisa.
―¿Usted sabe lo de...?
―Tranquila, lo sé todo.
Hicimos una breve pausa.
―Señorita no enfurezca al señor. Él no es muy tolerante y no acepta como se le trata a él.
―Tobías, yo soy una mujer y no quiero que ningún hombre me toque. Si el me respeta, yo le respetaré a él. Es así de simple.
―Usted debe de comprender que al señor le gusta que le obedezcan. La señorita es tan solo una invitada del señor. Si hubiera sido su sumisa, hubiera tenido un castigo mucho de los que él suele dar.
―No le tengo miedo.
―Pues debería.
Pero no le hice caso.
―Tobías, póngame algo de desayunar. Quiero volver a la habitación cuanto antes.
―Vale.
Entonces él comenzó a servirme un zumo de naranja con unas tostadas.
En cuanto acabé de desayunar me marché de nuevo a la habitación.
Ahí, me tumbé de nuevo en la cama y comencé a pensar en lo que había pasado en el cuarto de baño. Pero también en por que Adriel estaba en estos precisos momentos con otra mujer para descargar su ira.
Aunque soñara una y mil veces con él, las cosas no serían como Adriel quería. Mi corazón estaba herido y nadie podría sanar las heridas que tenía por lo que Oscar me hizo. Fui yo quien decidió no abrirlo más a nadie.
Decidí de cerrar los ojos y dejar de descansar mi menté por un rato. El suficiente para despertar de aquella pesadilla.

Sentí algo suave por mis mejillas. Algo que me hizo sonreír a pesar de saber que estaba en un completo infierno.
Comencé a abrir los ojos y vi un poco borroso que Adriel estaba ante mí.
Levanté mi cabeza exhausta e intenté ubicarme a la fuerza para evitar cualquier roce.
En pocos segundos, me senté encima de la cama y comencé a pensar mientras que Adriel me daba un vaso con agua.
―Espero que haya dormido mucho ―me dijo―. Le costará mucho pegar un ojo esta noche.
―Eso es lo que quiero evitar. Así evitaré las pesadillas que tengo.
―¿Qué tipo de pesadillas?
―Eso es asunto mío señor Giuliani.
―Se que esas pesadillas son conmigo.
―Cállese.
―No tengo por qué hacerlo. El espectáculo del cuarto de baño me hizo entender que estaba muy excitada. Creo que esas pesadillas son sueños eróticos conmigo.
Pero no le respondí. Pues si le decía que era verdad, se reiría de mí.
―Vamos a cenar algo ―me dijo de nuevo―. Y si lo necesita, le dejaré dormir un poco más.
Era increíble que después de darle una bofetada, estuviese tan tranquilo. ¡Claro! Descargó su ira con esa mujer que llevó hacia la otra ala de la casa.
Me levanté de la cama y caminé para salir de la habitación.
Adriel me siguió y antes de que llegase a la cocina, él se puso ante mí y me dijo:
―En el comedor señorita Campbell.
Asentí.
Después me indicó donde estaba el comedor y fui hasta allí mientras que Adriel también caminaba.
En pocos minutos, nos sirvieron la cena y cenamos en silencio.
Al terminar de cenar en pocos minutos, volví a marcharme de nuevo a la habitación. Quería seguir durmiendo un poco más. Estaba más cansada que cuando iba a la oficina a trabajar.
Cuando llegué ahí, lo único que pensé fue en que debía ponerme el pijama antes que Adriel apareciera en ella.
En minutos, volví a meterme en la cama mientras que veía entrar a Adriel. Sin embargo, no le dije nada. Solo me puse a un lado para dejar de mirarle.
Sentí como él se metía en la cama en pocos minutos y como se removía como la noche anterior.
Cuando terminó de hacerlo, volví a notar su miembro sobre mi trasero y tragué saliva.
Tras cerrar los ojos, solo escuché silencio. Pero con ese silencio escuché algo que no me gustó.
―Voy a averiguar por qué odia tanto a los hombres señorita Campbell. Cueste lo que me cueste, no voy a parar hasta saber su motivo.
Tragué saliva porque sabía que si el conocía el motivo por el cual odiaba a los hombres, podría usarme como lo hace con otras mujeres. ¡Como odiaba a este tipo!
Después cerré mis ojos y dejé de pensar en lo que acababa de escuchar. Pues ya comenzaba a tener un poco de miedo si en realidad se proponía averiguar más sobre mi vida.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Where stories live. Discover now