Capítulo Ocho

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Desperté a la mañana siguiente también con un poco de música. Al parecer a Giuliani le gustaba también fastidiarme como a la vez desearme.
Levanté mi cabeza de la almohada y escuché la canción de Quédate Conmigo de Galván Real. Parecía ser que a Adriel le gustaba al cantante.
Me levanté mientras que la escuchaba con mucha atención hacia la letra.
Contigo tengo esa aventura con tu buena ternura, pero por culpa de esos labios son los que guardan la cura. Tu silueta pasando el frío esas noches en relenta. Si no estás aquí conmigo mi locura se la inventa, la dibuja. Es como tener relojes sin aguja el tiempo pasa, pero nuestras almas siguen su aventura dime cuando y donde me entregarás toda tu vida porque puede que ya no tengas salida. Sigo preso en el infierno tal vez me queme en el infierno, pero siento que tengo que darle más candela al fuego de tu cuerpo yo quiero adueñarme de tu cuerpo tocarte así y quemarme a fuego lento...
¿Qué es lo que quería este tipo de mí? Ya sabía que era el deseo y esa publicidad. Pero había algo más. Algo que sabía que, si me paraba a averiguarlo, acabaría enredándome en su mismo juego y si no, este tipo querría más de mí.
Me puse algo cómodo y en pocos minutos, salí de la habitación para ir al salón.
Cuando estuve ahí en pocos segundos, me percaté que Adriel estaba leyendo un libro de gran grosor. Por lo que no quise interrumpirle para que continuase leyendo aquel libro que yo ya me había leído hace poco más de un mes. Un libro muy fascinante.
Me senté frente a él y Tobías me sirvió el desayuno en silencio.
―Se dice buenos días señorita Campbell ―escuché.
―Buenos días señor Giuliani ―le respondí―. No he querido interrumpirlo.
―Me gusta leer si estoy a solas. Pero me gusta hablar cuando estoy acompañado.
Después cerró el libro y me miró.
―Siento lo que intenté hacer ayer por la noche. No lo volveré a hacer si no es con su consentimiento.
Sin embargo, no le dije nada. Ya que sabía que eso era una disculpa falsa.
―Voy a resolver unos asuntos en mi despacho y después te acompañaré. Si lo deseas, ponte el bañador y ve a la piscina para tomar el sol.
―Eso haré. Necesito nadar y aclarar mi mente si quiere que haga bien ese anuncio ―le dije.
―Lo primero que necesita es ver como se domina señorita Campbell.
―Y no voy a hacer eso. No quiero ver como domina a una mujer y se la tira.
―Pues no entiendo como tendrá material para hacer mi anuncio señorita Campbell.
―Eso es mi problema, señor Giuliani.
―Y también el mío ―me respondió―. Es mi negocio, señorita Campbell y no pienso permitir ningún fallo.
―Y yo no voy a cometerlo. Al menos con mi persona de confianza y con la que confiaría el proyecto de llevar hacia adelante su anuncio.
Adriel volvía a ser el mismo arrogante que conocí hace unos días.
Su teléfono móvil sonó y cuando vio quien le llamaba, se levantó de la mesa y se marchó.
Comencé a desayunar, mientras que Tobías me miraba sin parar.
―¿Qué es lo que tengo? ―le pregunté.
―Nada señorita.
―Entonces, ¿por qué me miras?
―Por nada.
―Ya veo.
Este hombre era más tonto de lo que había imaginado.
―Señorita, el señor llegó enfadado ayer después de dominar a una sumisa. Se marchó enfadado y vino aún más.
―El señor puede enfadarse. Me da igual lo que piense ahora.
―Señorita, el señor solo quiere que sus últimos días aquí sean agradables y que usted disfrute.
―Pues vaya forma de disfrutar.
Entonces, Tobías no dijo nada y se marchó.
Estaba claro que Adriel tenía en mente disfrutar conmigo y si volvía a tocarme no me resistiría a que me diese el orgasmo.

Cuando el sol comenzó a ocultarse un poco más tarde, me dio ganas de entrarme a la casa. Pues había estado tomando el sol todo el día junto a la piscina.
Me fui a sentar en la tumbona, cuando vi aparecer a Adriel ante mí con esa sonrisa que tenía cuando me lograba ver desnuda.
―Veo que sigues tomando el sol desde que te vi por la ventana de mi despacho.
―Me gusta hacerlo. Ahora lo que tengo es un poco de hambre. Ya que comí poco.
―Ya ordené la cena. Quédate tranquila.
Hicimos una breve pausa.
―Ya terminaste de solucionar esos asuntos ―le dije.
―Así es. Y con éxito.
―Me alegro por usted, señor Giuliani.
Hicimos otra breve pausa.
―¿Qué tal el agua de la piscina? ―me preguntó.
―Deliciosa. La suficiente para refrescarme con este calor. Aunque aún tengo.
Ambos nos miramos a los ojos y bajé nuevamente la mirada.
―Mellea...
―Adriel...
―Me debes una respuesta a mi pregunta.
―¿Cuál pregunta?
―¿A por qué no tienes novio? Una mujer como tú lo tendría. Eres muy guapa y tienes personalidad.
―Usted lo ha dicho. Lo tendría, pero no es así.
―¿Es usted lesbiana?
―No, señor Giuliani. Solo que no hay ningún hombre adecuado para mí.
El silencio nos invadió. Hasta que me levanté de la tumbona y caminé para marcharme de su lado.
―¿No vas a cenar? ―me preguntó.
―Sí ―le respondí―. Pero voy a darme una ducha y a cambiarme.
―No hace falta que lo hagas ahora. Cena y hazlo después.
Asentí.
Entonces, los dos caminamos hasta la entrada de la casa.
Los dos comenzamos cenando hasta que terminamos veinte minutos más tarde. Donde noté un poco de tranquilidad.

Cuando terminamos de cenar, me marché a la habitación.
Ahí me di una ducha en breve y al salir, Adriel estaba allí mirándome.
No le hice caso y fui hasta el armario para coger ropa limpia para meterme rápidamente en la cama.
Busqué la ropa interior rápidamente y cuando fui a retroceder, me topé con algo.
Al girarme, tenía ante mí a Adriel y su cuerpo musculoso.
Sin embargo, caminé ignorándole. Pero enseguida él reaccionó y me puso contra su torso. Dándome seguido un beso que me quedó sin saber que decir.
Él me llevó hasta la pared y ahí me subió la pierna derecha hacia su cadera.
Me solté de sus labios y le dije:
―Adriel para. Sabes que esto no está bien.
―Cállate y déjate llevar ―me dijo.
Volvió a besarme y fue cuando noté que mis cinco sentidos se nublaron.
Comencé a quitarle los botones de la camisa y Adriel subió mi otra pierna en su cadera. Donde me giró y me llevó hasta la cama.
Volví a soltarme de sus labios y él me sentó suavemente en la cama.
Comencé a desabrocharle el pantalón cuando lo tuve delante de mí.
Adriel se bajó los pantalones y calzoncillos. Mostrándome su pequeña erección.
―Estimúlala un poco más y te daré tu recompensa ―dijo.
Comencé a mover su pene con mi mano y después de ver como se había hinchado más, me la metí en la boca. Donde comencé a moverme lentamente.
Él se agarró a algo con la mano izquierda y con la derecha me cogió la cabeza. Moviéndomela aún más rápido.
Adriel emitió un gemido al cabo de unos segundos. Tanto que me permitió pensar en que estaba haciendo.
Él sacó su polla de mi boca y me tumbó en la cama. Donde me eché un poco hacia arriba.
Él me cogió la pierna derecha y comenzó a recorrerla hasta que llegó a mi sexo.
Comencé a notar como me lamía el clítoris muy despacio. Hasta que noté como lo chupaba con mucha más intensidad y ansiedad. Eso me hizo gemir.
Mis gemidos se notaban en toda la habitación. Creo que eso le estaba haciendo gozar mucho más a Adriel que a mí.
Cuando dejó de lamerme el clítoris, me miró y me dijo:
―No te corras sin que te lo ordene.
Le miré a los ojos y vi que estaba ansioso por lo que estaba haciendo.
Adriel terminó de quitarse los pantalones y se puso encima de mí. Donde no tardó por ningún segundo en coger algo del cajón y en breve, a recorrer todo mi cuerpo con su lengua. ¿Por qué estaba disfrutando de esto con un desconocido cuando le rechacé la noche anterior? Me estaba volviendo loca.
Noté como sacaba y metía dos de sus dedos en mi vagina. Lo hacía tan despacio como si fuera su nueva sumisa.
Comencé a notar sus dedos aún más rápido. Tanto que me estaba notando excitada y muy mojada por lo que estaba haciendo.
En pocos segundos, ya no lo noté. En cambio, solo noté un chirrido de plástico abriéndose.
Cuando miré que estaba haciendo vi que se estaba poniendo un preservativo.
Después se puso encima de mí y noté como metía su pene en mi interior. Algo que me dolió un poco.
Comenzó a embestirme muy despacio. Donde subí mis piernas hasta sus caderas y llevé mis manos hasta su espalda.
Sentí que se movió un poco más rápido y sentí como mi vagina se contraía por ello.
Un beso se le escapó entre sus embestidas y a mí se me escapó un gemido profundo.
Las embestidas fueron cada vez más fuertes y notaba como el clímax llegaba muy lentamente.
―Ni se te ocurra correrte. Aún no he llegado yo ―me dijo.
Continuó penetrándome despacio y luego lo hizo rápido. Hasta que noté como su miembro palpitaba. Él había alcanzado en algún momento el clímax.
―Voy a correrme ―dijo―. Hazlo Mellea. Córrete para mí.
Sus embestidas fueron aún más rápidas y el clímax entre los dos se convirtió en un orgasmo.
Adriel se tumbó encima de mí. Eso me hizo entender que ambos nos habíamos corrido.
Mientras que dejaba caer exhausta mis piernas encima de la cama, él no dudó en decirme:
―La próxima vez no voy a follarte así. Así que vamos a disfrutar de esto hasta el final.
Él salió de mi interior y enseguida me giró. Poniéndome a cuatro patas rápidamente que ni siquiera noté cuando me metió de nuevo su pene en mi interior y a embestirme tan salvajemente.
Fueron sus embestidas y mis piernas temblando, lo que me hicieron entender que estaba disfrutando del sexo, después de muchas semanas sin tomarme o estar con un hombre a solas.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Kde žijí příběhy. Začni objevovat