Zoe y Elías parecían tener el matrimonio perfecto, unidos por el amor y bendecidos con dos hijos preadolescentes. Pero bajo la aparente calma, una tormenta de desafíos maritales se avecinaba, amenazando con desgarrar el tejido de su familia. Mientra...
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Zoe estaba sentada en el borde de la cama mientras que sus lágrimas no paraban de salir. Soltaba un par de sollozos mientras que miles de pensamientos negativos pasaban una y otra vez por su mente.
Se sentía tan frágil y quebrantada.
No podía dejar de imaginar a Elías burlándose de ella con otra mujer; por lo que eso, la estaba matando por dentro.
Su valor estaba por el suelo, y ya no era lo que era antes.
La mujer que reconocía su valor.
La mujer que soñaba en grande y que todo veía lo de manera positiva.
La mujer que sacaba provecho a las situaciones difíciles y veía con propósito cada circunstancia.
Entre llantos; se levanta y camina a la mesa de noche que estaba en la otra extremidad de la cama. Toma el libro que podía hallar las respuestas que necesitaba su alma abatida: La Biblia.
Lo que al abrirlo observa detenida en las palabras que estaban plasmadas allí. Sus dedos pasaban las páginas ya viejas, pero bien usadas hasta encontrar los versos que en su interior anhelaban releer.
"El SEÑOR es mi roca, mi fortaleza y mi libertador. Mi Dios es mi peña; en él me refugiaré. Él es mi escudo, el poder de mi liberación y mi baluarte. Invocaré al SEÑOR, quien es digno de ser alabado, y seré librado de mis enemigos. Me rodearon los dolores de la muerte, y los torrentes de la perversidad me atemorizaron. Me rodearon las ligaduras del Seol; me confrontaron los lazos de la muerte. En mi angustia invoqué al SEÑOR y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos."
Salmos 18:2-6
Sus lágrimas comenzaron a salir de sus ojos al releer el sexto versículo de aquel capítulo del libro de los Salmos.
