XXVII - Fin: Misión Cumplida

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Último capítulo

El verano se acaba, empieza la rutina y tienes que colocarte en el mundo de nuevo, preparar mil cosas y prepararte tú para otras tantas. Pero antes de que eso ocurra están los primeros días de septiembre, aquellos en los que aún no crees que vaya a comenzar todo de nuevo y que pasas entre planes a corto plazo, ideas, ilusiones... como si aún te quedara una eternidad para aquello que en realidad sabes que está a la vuelta de la esquina.

Pero qué más da todo eso cuando vuelves a casa, o a la que se ha acabado convirtiendo en una de ellas. Qué más da el fin del verano si puedes pasarlo con tus amigos y entre los brazos de la persona que se ha ido metiendo en tu corazón poco a poco y a la vez tan de golpe.

Qué más da que vuelva la rutina cuando la tuya está a punto de cambiar completamente.

—Pues la próxima vez que vaya a la ciudad habré terminado todo el traslado.

Raoul tenía las manos en las caderas y observaba su última maleta apoyada en la pared. Había dejado la mayoría de cosas en su sitio, puesto que en un piso de tres, aunque era bastante amplio, no cabían todas sus pertenencias. Aun así, había hecho dos viajes junto con Mireya para empezar a organizarlo todo con Marina y dejar las cosas que necesitaban más estabilidad en el espacio.

—¿Y cómo te sientes con eso?

—Tengo muchas ganas —afirmó girándose hacia Agoney, que le miraba desde la puerta con una sonrisa—. Sigo con algo de miedo, pero con muchas ganas.

—Todo va a ir bien, las cosas van a mejorar.

—Ya hemos hablado de eso, Ago.

—Lo sé, lo sé, pero ¿tu sueño es ser granjero o veterinario? —preguntó antes de continuar sin esperar una respuesta que ambos sabían— Tu vida va a mejorar porque vas a hacer lo que quieres.

—Pero si quisiera seguir siendo granjero estaría igual de bien.

—Que me cueste entenderlo no quiere decir que no lo haga.

—Lo sé, pero me gusta ver tu mente funcionar —respondió con sorna, acercándose a él con el labio inferior mordido.

—Confesaré, sólo por esta vez, que me gusta que me ayudes a reafirmarme, pero he conseguido que admitas que va a mejorar tu vida.

—Es la carrera de mis sueños.

—Y...

—Me lo he ganado.

—Muy bien, mi niño —le felicitó besando su mejilla con fuerza.

Raoul rio antes de volver a mirarle a los ojos, aún con el labio entre los dientes, la mirada brillante y las manos en las trabillas del pantalón de Agoney. Los dos se quedaron en silencio unos segundos, mirándose con felicidad y también algo de hambre, pero sin moverse ni un solo centímetro.

—Ven —dijeron al unísono antes de estallar en dos carcajadas.

Cuando acabaron de reírse hicieron caso a su mutua petición y sus labios se pegaron con avidez, Raoul le mordió la boca para que le dejase entrar y Agoney no se negó, aceptó gustoso mientras se enganchaba en los cabellos rubios que salían de la nuca. El beso subió de nivel y ellos se movieron hasta llegar al escritorio, ahora vacío; Raoul se vio apresado entre él y el cuerpo contrario, y nunca una encerrona le había parecido tan apetecible.

Su camiseta desapareció del acto antes de que cambiasen la dirección de sus pasos y acabasen tirados en la cama, él encima, sentado a horcajadas; y se relamió antes de volver a besarle, con más ganas si fuera posible. Y mientras Agoney le desabrochaba los pantalones y le ayudaba a quitarlos de en medio, sus dedos comenzaron a luchar con los botones de la camisa que atrapaba el torso de su novio.

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