XVI - Fase 3.2: El espacio

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Era sábado, eso quería decir que había pasado una semana después del día más humillante de su vida. O bueno, de los últimos años, de niño había hecho bastante el ridículo; pero nunca había llorado por un ligue tonto, eso le parecía rebosar el límite.

No debería perdonarle, no debería darle más oportunidades; no era nadie para él así que no debería querer hacerlo. Pero no le servía de nada decirse todo eso porque el problema era que sí quería perdonarle y darle otra oportunidad, se había pasado todo el día anterior dándole vueltas y sólo había llegado a esa maldita conclusión.

—Raoul Vázquez, eres gilipollas —se increpó mirándose al espejo por última vez antes de salir hacia la granja.

De cualquier manera, lo que les había dicho a sus amigos era verdad, por mucho que quisiera, tampoco era idiota del todo, aún estaba a tiempo de frenar lo que sentía por ese chico, así que debía sopesar bien las cosas y ver cómo se comportaba; si era un niño caprichoso que sólo quería que le perdonase para no romper su ego, puerta; si no... bueno, si no, ya vería lo que hacía.

—Buenos días —le saludó uno de sus compañeros al verle atravesar el camino.

—Buenos sean, Javi.

—Alegra esa cara, chico, que ya es fin de semana.

—Es que ha sido una semana rara.

—¿Tiene que ver con ese chico? ¿Agoney? —preguntó y Raoul se contuvo para no bufar— Se fue de golpe y de golpe ha vuelto, quién entienda a los de arriba que me mande un mensaje.

—Estaría bien, sí —afirmó con una risa escueta.

Un rato más tarde, mientras Raoul vigilaba a las ovejas, acariciando la cabeza de Roma cuando pasaba por su lado, llegaban a sus oídos diferentes voces, y muy a su pesar había una que resaltaba sobre las demás.

Agoney hablaba a las gallinas como si fueran alumnos de infantil que debían dejar de hacer una guerra de comida, y le hacían el mismo caso; le sorprendía que nunca se le hubieran roto los huevos mientras los recogía.

Sabía que le había visto, sobre todo porque la traidora de Roma había disminuido su enfado con el canario más rápido de lo que él consideraba necesario, pero sonrió de lado cuando volvió junto a él apenas unos segundos después, al menos se hacía la digna. Pero lo importante es que le había visto y no le había abordado, lo cual era uno de sus temores después del encuentro del otro día, así que estaba mucho más tranquilo; ahora la cuestión era si lo hacía porque sus amigos habían hablado con él y le dejaba espacio o si lo hacía porque había decidido pasar del tema; que en ese caso, todo sería mucho más fácil, ciertamente, pero... bueno, para que engañarse, se sentiría aún más decepcionado.

"Raoul, concéntrate, que estás trabajando".

Sacudió la cabeza para volver en sí, no podía ser que se hubiera pasado una semana de morros porque Agoney se había ido y ahora que había vuelto estuviera más distraído, a él no le pasaban esas cosas, era un buen trabajador que rendía perfectamente, por muchas ganas que tuviera de cotillear el trabajo que hacía Agoney.

Que después de recoger a las ovejas le tocase ir a la porqueriza y diera la casualidad de que apenas unos metros a su izquierda Agoney estuviera con las vacas, no era culpa suya. Además, divertirse un poco no estaba mal, y ver a Agoney mover vacas era, cuanto menos, divertido; el hecho de que ya no fuera con mocasines y camisas le quitaba algo de gracia, pero admitía que se apreciaban las intenciones.

Daba gracias al universo por haberle otorgado el don del disimulo, porque si Agoney se diese cuenta de que básicamente le estaba espiando, se sentiría muy avergonzado, pero sólo estaba haciendo trabajo de reconocimiento, necesitaba valorar muchos puntos para saber cómo enfrentarse a su situación, y uno de ellos era... saber cómo actuaba.

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