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Las cincuenta estrellas jamás habían estado tan apagadas, los zafiros se hicieron grisáceos quitando la magia de estos al ojo humano y los pulmones volvían al incendio que acabo con todo, podía sentirlo, como el humo nadaba hasta el rincón más escondidos de aquellos órganos para escapar de un suspiro deprimente y la chica de ojos carbones, su única compañía no le brindaba aquella paz de hundirse en aguas cálidas hasta que sus pensamientos desaparezcan. Ningún hermano contestaba a su llamado, su padre antes abusador descansaba entre la tierra y los gusanos, y su madre, su querida madre, ahora dejaba de sufrir y dormía plácidamente sin la preocupación de que si aún quedaban galletas o si ya era hora del té. Tal vez si hubiese tenido la valentía de interferir a cada golpiza que su matriarca sufría diario le hubiese regalado más de sus cálidas sonrisas, más de las suaves caricias de las manos de porcelana o más besos de los labios de caramelos. Caramelo, esos ojos caramelos que lo impulsaron a ser como su progenitor, que lo impulsaron a no estar satisfecho solo con aquel cuerpo, que lo impulsaron a cambiar las caricias por golpizas y los besos por gritos. Oh Perú, tan apagado, como la selva en llamas, la sierra seca y la costa olvidada, ¿porque encadenarse al dolor?, ¿porque seguir con el daño si tienes la llave para ser feliz?, oh mi querido Perú, que ama con el alma más que con el corazón, que goza de las caricias y odia las brasas, que se desespera cuando el tiempo se acaba y llora el nombre de su amado cuando no comparten las cuatro paredes albas, que se desquita con sus brazos cortados, que no come a pesar de amar la cocina, que no sonríe a pesar de querer ser feliz. Perú siempre busca amor, su mismo amor, porque todos los demás lo abandonaron. Pero querido lector, no debemos ser crueles con el que llora, porque el chico de brazo cicatrizado sufre de la misma manera que el muchacho de cuerpo delgado.

-Debo irme, se hace tarde. - Musito el americano con mirada a la cera, levantándose entre tambaleos del alcohol y sin llevar los zafiros grisáceos a los ojos carbón. Ella quería tomar su mano, pero el negó el tacto y negaba ahora su compañía, negaba su empatía y pena por los sentimientos y negaba sus suplicas que rogaban su desahogo. Después de todo, USA era demasiado orgulloso para llorar enfrente de la discordia de las personas. Un tintineo fue lo que realmente llamó su atención, llevando su tacto al bolsillo y de este al celular, era Perú, quien le escribía que tenía una sorpresa para el cuándo llegase al paraíso de flores amatistas, tan dulce el como siempre, pero sin provocar calidez en el corazón de su esposo. Dio paso rumbo a los taxis que encantados lo llevarían a su hogar, el hogar que ya no se sentía como uno o más bien, que jamás se sintió como tal. ¿Quién disfrutaría de los llantos y golpizas diarias por no ser lo suficientemente bueno para alguien?, las personas eran crueles, hasta con el más inofensivo ser. Suspiro, recostando su rostro en la ventana del coche, viendo el cielo noche y las luces de la gran ciudad del que todos disfrutaban, viendo parejas amarse y padres paseando con sus críos. Qué envidia.

Fueron pasando los minutos y con estos las calles, llegando a la mansión alba donde lo esperaba nadie, el ambiente se sentía más deprimente que de costumbre, todo se veía tan callado, como si de una casa abandonada se tratase. -Gracias. - Comentó el estadounidense al taxista que lo trajo, pagándole una buena cantidad de dinero y sin molestarse en recibir el cambio. En un parpadeo ya estaba dentro, volteo a su espalda encontrándose paredes en vez de aquel anciano taxista, no le tomó importancia, como si estuviese acostumbrado a aquel cambio de realidades. La sala se veía más grande que de costumbre y los pasos del chico sonaban como eco en cada rincón, caminando por los solitarios pasillos, tan albugíneos como la nieve de navidad, pero sintiéndose tan grisáceo como sus estrellas. La puerta del baño estaba abierta, miró dentro de esta encontrándose un charco de vómito y sangre, no le dio importancia pues el resto del lugar se veía completamente normal, tal vez alguna empleada había olvidado limpiarlo. Siguió con su andar tranquilo por los pasillos, subió las escaleras y encontró la puerta de su habitación abierta. Al entrar vio todo tal y como lo dejó, solo por una excepción, habían cambiado las frazadas y sábanas de su cama, era extraño pues no hace mucho las había colocado totalmente limpias y nuevas.

Celos enfermisos_USA x Perú ♡Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt