Una mujer valiente.

806 84 14
                                    


#Simone

No me lo podía creer. El imbécil de Filipo, me había mandado a cinco de sus hombres, entre ellos a su mano derecha. Su hermano.

- ¿Qué coño haces aquí en mi casa, Lorenzo? - escupo nada más verle aparecer.

- Vengo a poner quejas - dice abriendo los brazos con una sonrisa en la cara.

Me obligo a hincar mis uñas en la palma de la mano. Tenemos un trato sellado con sangre, no está aquí por cualquier asunto. Nadie en su sano o perturbado juicio, sería capaz de presentarse en la casa de un Viatello así como así.

- Dime quien me ha traicionado, para dejarte pisar mi suelo - le digo con la mandíbula a punto de reventarme los dientes.

- Cierto, ha sido muy fácil librarme de tus hombres. Tienes un gran helipuerto. Felicidades.

- Hijo de...

Yo alzo la mano para que Estefano se calle y no siga hablando. Está claro que algunos de mis hombres me ha traicionado por unas cuantas perras. Si es listo, habrá huido ya. De lo contrario, le pondré una bala en el cráneo tan pronto como lo vea.

- ¿A qué has venido? - sentenció con firmeza. Mi tío da un paso hasta ponerse a mi lado frente a los cinco desgraciados que tenemos al frente. Para entonces sé que todos mis guardias están ubicados a la perfección, escondidos y preparados para poder matarlos bajo el mínimo gesto.

- Nos han dicho que vas a empezar a mover nuevas drogas por la Costra Nostra.

- ¿Y qué? - contestó sabiendo perfectamente cuál va a ser su contestación.

-Sabes que no puedes hacer eso.

Entonces observo el movimiento de su mano en el bolsillo de su pantalón, y enseguida saco mi pistola también apuntando directamente al centro de su frente. Y en cuestión de segundos siento el frío del metal de su arma en mi piel. Nadie dice nada, los dos hemos quitado el seguro de nuestras armas. Un paso en falso, y los cuerpos será lo único que quede.

- ¡Simone! - exclama mi tío con tono de enfado y desesperación.

- Le dije a tu hermano hace mucho tiempo que se aliase conmigo, pero habéis preferido ser la competencia e ir por vuestro camino. Respeto su decisión, pero no que queráis pisarme. Tomaré la Costra Nostra y seguiré esparciendo toda mi mercancía, y le meteré un balazo a todo el que intenté impedirlo.

Observo de reojo como mi tío se levanta el brazo enseñando la marca que todos los miembros de la familia Viatello llevamos, está demostrándole a Lorenzo que está perdido aquí.
Observo como traga duro sin dejar de mirar la marca, se está pensando en si bajar el arma o no, cuando pasa lo que menos debería pasar.

- ¡Simone! ¡No!

Mi cuerpo se pone rígido al instante. Estoy seguro de que no tengo color en la cara, y me ha dejado de circular la sangre por el cuerpo. Todo en mí se para cuando escucho su voz. Puedo ver cómo Lorenzo gira rápidamente su posición y ahora la apunta a ella, que frena en seco en mitad del jardín. Yo no tardo en apuntar con fiereza su cabeza de lado, tengo el dedo en el gatillo y estoy completamente preparado.

Mis hombres apuntan a los suyos, los suyos a los míos, y yo me debato entre las únicas dos opciones que tengo. Matar a Lorenzo y correr el riesgo de que sus hombres la maten, o matar a Lorenzo y dejar que me maten a mí por venganza. Fuera cuál fuere la elección, sabía que el pacto entre ambas familias se rompería, y seguramente sus consecuencias desatarían una guerra. Pero no podía ni pensar en que la tocasen.

- Baja el arma - advierto.

- ¿Quién es? ¿Una nueva zorrita con la que divertirte, Simone?

Hijo de Puta.

- Te he dicho que bajes el arma, o seré yo quien de él siguiente paso.

- Tú nunca romperías el pacto entre tu familia y la mía. Es una ley de sangre.

- ¡Simone! - grita mi tío anonadado cuando ve que no contesto.

Los segundos pasan, a mí se me antojan eternos. La imagen de Lana ahí sola e indefensa, sin un arma en la mano, sin confianza, dependiente de lo que pueda pasar... me mata.

- Seguiré llevando la misma mercancía a la Costra Nostra si bajas el arma ahora, no introduciremos nuevas sustancias - digo bajando mi arma resignado.

Mi tío abre los ojos como platos, llevándose ambas manos a la cabeza mientras da vueltas por ahí. Pero yo solo estoy atento al gesto de Lorenzo bajando la pistola y poniéndole nuevamente el seguro.
Lana no lo piensa y viene corriendo hasta mi. Me abraza, y yo le ha brazo con el brazo que tengo libre mientras me guardo el arma. Miro durante el proceso a Lorenzo, con rabia, con asco. Se está regodeando en su propia sed de victoria.

Parece que no conoce a un Viatello.

- Simone - la oigo su susurrar.

Entonces se que está llorando, que está temblando y escondiendo en mi cuello su cara. Tardo dos segundos en apretarla contra mí, para después ponerla a salvo tras mi cuerpo.

- Véte de mi casa, no vuelvas, y avisa a tu hermano de que las cosas no se vana a quedar así.

- Estás loco, estás loco - oigo a mí tío susurrar.

- Tranquilo Viatello - dice Lorenzo poniendo una mano en mi hombro sin dejar de dirigir su mirada hacia mí- ahora ya he visto cuál es tu punto débil.

- Ni sé te ocurra - amenazo escondiéndola aún más tras de mí.

- Eres una chica valiente, no cualquiera se atreve a venir a salvar a su amado como lo has hecho tú- dice dirigiéndose directamente a ella.

Oír a Lana sollozar me pone aún más nervioso.

- ¡No te atrevas a dirigirte a ella! ¡No la mires! ¡No le hables!

Pum.

Le he disparado en la mano con la que me ha tocado el hombro.

Todos se quedan atónitos al escucharme. Incluso yo mismo me sorprendo al notar la rabia que tengo.

Él se mira la sangre cayendo por todo su brazo. Sus ojos muestran su lado más sádico.

Está loco. Impactado.

- Solo te digo, Viatello, que si alguna vez tuviera algo de tal valor como lo tienes tú- dice mirando a Lana de arriba abajo- la tendría encerrada bajo llave la mayor parte del tiempo. Una buena fortuna, debe llevarse en secreto.

IngénitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora