Lencería negra.

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#Simone

Para cuando todos esos hombres salieron de mi casa, yo ya tenía en mente el ir a ver a esa chiquilla al ala este. Lo que no me esperaba era encontrarla con el pelo suelto, lavado y cayéndole por los hombros hasta llegar a la cintura, mientras ella se movía de un lado a otro cantando algo que no había escuchado en mi vida, enfundada en un conjunto de lencería negro que yo mismo había elegido para ella mientras dormía en el coche. Luisa había hecho un increíble trabajo trayendo todo a tiempo y colocándolo en los armarios.
Pensé en hablarle, asustarla, verla intimidada por mi... pero era mucho mejor quedarme quieto en el marco de la habitación mientras la veía moverse como si nada, completamente despreocupada y malditamente sexy para mis ojos. Era una jodida diosa, con cuerpo de ninfa y edad de una cría. Pero el ritmo de sus caderas mientras bailaba con un desodorante en la mano a modo de micrófono, me hacía pensar que de niña no tenía mucho más que su leve inocencia. Casi me río cuando la veo pegar un traspiés al verme allí parado, y caer sobre toda la ropa nueva que se habría probado y que ahora tenía encima de su nueva cama.

- Simone - susurra horrorizada intentando taparse con las manos.

- No te tapes para mi, ese cuerpo merece estar expuesto las veinticuatro horas del día.

Sonrío cuando la veo tragar duro al ver como me deshago de mi chaqueta y corbata tirándolas a su lado en la cama.

- ¿Qué estás haciendo? -pregunta aún sentada en la cama mirando desde abajo hasta mí. La imagen es tan clara, que empiezo a notar como mi amigo se pone contento por ahí abajo.

- Estoy agotado - le digo tendiéndome en la cama a su lado boca arriba, sin importarme lo mucho o poco que pueda hacerse notar mi amigo en estos momentos.

Nadie dice nada, la observo de perfil, nerviosa sin saber que hacer. Sigue en ese conjunto de lencería negra que me está volviendo loco, y nadie dice nada. Hasta que se gira y me mira fijamente, como si estuviera tratando de descifrar algo en mi.

- ¿Esto es un secuestro? ¿Soy una rehén? - preguntó con el labio inferior temblándole.

- ¿Quieres volver a tu casa? - pregunté desde mi posición.

- La verdad... - la interrumpí.

- Nadie te lo impide - dije poniéndole a prueba, a pesar de saber que no la iba a dejar marcharse a ninguna parte.

- Yo... prefiero quedarme aquí - susurró.

- Perdona, ¿qué has dicho? - dije incorporándome hasta quedar a centímetros de su cara para verla, aunque ya la había escuchado.

- Yo... prefiero estar aquí.

Entonces sus ojos y los míos chocaron nuevamente, y por primera vez pude ver que había algo muy oscuros escondidos en ellos. También supe que había miedo, lo supe desde el mismo instante en el que el labio le comenzó a temblar y una lágrima le cayó por la mejilla. Antes de que lo hiciera ella, ya se la había quitado yo con mi mano.

- No sé que te han hecho ni que es lo que ha pasado en tu vida, pero sé que tarde o temprano me lo vas a decir. Ahora te aconsejo que llores esta noche todo lo que tengas que llorar, hasta que ya no te queden lágrimas en los ojos. Porque una vez formes parte de esto, ya no vale ser débil. No en mi mundo, y tú ahora perteneces a él.

La vi asentir como un cordero, era una mezcla entre ternura y deseo lo que experimentaba hacia ella. Sin embargo, me vi controlándome con todas mis fuerzas cuando sentí como posaba sus ojos sobre mis labios. Y quise lanzarme al instante, si no fuera porque cuando me moví en el intento, ella se fue hacia atrás tan disparada que se golpeó contra el cabecero de la cama.

- ¡Auch!

- ¡¿Pero qué coño haces? - Dije poniéndome en pie rápidamente para ir hasta ella. La revisé de arriba abajo en tres segundos, estaba bien.

- Perdón, yo.

- Tengo que irme a trabajar, pero espero que esta noche sigas mi consejo y no vuelvas a llorar.

- Simone, ¿vas a trabajar ahora? - su voz de preocupación me hace querer tirarme encima de ella.

- Yo siempre tengo trabajo del que encargarme, Lana.

La veo asentir y quedarse callada sobre esa enorme cama, mientras los dos nos observamos mutuamente. Creo que no va a hacer falta explicarle en qué estoy metido, lo va a ir entendiendo perfectamente. Además, ¿qué otra cosa podría pensar después de ver todo lo que ha visto en el poco tiempo que ha estado conmigo?

- Simone... - escucho cuando estoy por irme.

- ¿Qué pasa?

- Es que... yo.

- ¿Tú... - le incitó a seguir hablando.

- Me da miedo la oscuridad - soltó de repente dejándome a cuadros.

¿Le daba miedo la oscuridad pero no atentar contra su vida al borde de un precipicio?

- Le diré al servicio que dejen encendidas las luces del pasillo toda la noche. No cierres las cortinas tampoco, las luces de las calles de Portofino alumbrarán lo suficiente como para que no tengas que dormir con ninguna lámpara encendida.

Me acerco a ella casi de manera inconsciente cuando la veo ponerse en pie y acercarse al ventanal enorme que tiene frente a ella. Parece quedarse absorta en el paisaje, tanto, que siento como da un respingo cuando nota mi cuerpo cerca de ella. Se gira y me mira como si me quisiera decir algo, pero no se atreve, lo único que se escucha en esa habitación ahora mismo, son nuestras respiraciones acompasadas.
El ambiente está cargado, y puedo notar la tensión sexual que se respira entre los dos, por lo que sin poder evitarlo, coloco mi mano sobre su mejilla y alza su cabeza lentamente hasta quedar frente a mi. Poso mi frente sobre la suya hasta rozar nuestras narices, y justo cuando me percato de sus ojos cerrados y su boca entreabierta, decido bajar mi boca a su cuello y dejar un beso ahí, que la hace estremecerse.

- No voy a volver a intentar darte un beso, sabiendo que quieres huir. La próxima vez serás tú quien lo deseé tanto, que te lanzarás a mí.

IngénitoWhere stories live. Discover now