Un beso en el avión.

770 78 3
                                    


#Lana
Cuando me subí al avión privado de Simone dos horas más tarde, sentía como casi no podía mirarle a la cara. Él me lanzaba miradas pícaronas mientras hablaba de negocios con sus primos y tío de pie al otro lado de donde estaba yo. Sophie y sus hijos se habían adueñado de la habitación matrimonial que tenía el jet, lo cual fue para mí un alivio total. Ni siquiera yo misma sabía de donde había sacado tanta confianza para dejarme llevar con ese hombre.

¿En qué momento me había vuelto así?

Yo nunca antes había estado con nadie. Solo me di unos besos con un chico de mi pueblo que quiso ser mi novio durante un tiempo. Estuvimos saliendo un mes y medio, liándonos a escondidas para que nadie hablase de nosotros por ahí... hasta que me aburrí.

Pero con Simone...

- ¿No vas a dormir? - pregunta Mario sentándose frente a mi.

Negué con la cabeza.

- Entiendo. Muchas emociones para ti... - asentí.

Si él supiera.

- ¿Y porqué no me cuentas algo sobre ti? - dijo un rato más tarde pillándome ya acomodada en el asiento mientras miraba como el resto de chicas Viatello dormían ya en sus asientos.

- ¿Qué quieres saber? - le dije intentando sonar lo más amigable posible.

No me gustaba hablar de mi pasado. Mi vida antes de Simone, había quedado olvidada para mí.

- No sé. ¿Tienes amigos? ¿No echas de menos a tus amigos?

Me revolví nerviosa. Incluso pensé en todas las mentiras que podría contarle. Pero preferí contarle la verdad.

- Nunca he ido al colegio, así que no he tenido apenas amistades. Mi abuela, mi nonna, era maestra, ella se encargó de criarme y de educarme siempre - agaché la cabeza llevándome inconscientemente la mano derecha a la cruz que me colgaba en el pecho.

La echaba tanto de menos...

- ¿Estás bien? ¿He tocado un tema grave? ¿Es eso?

Me sentí mal por Mario, él no tenía la culpa de la mierda por la que había pasado.

- No, no te preocupes. Es solo que mi abuela falleció hace poco. Era mi única familia, ha dado siempre toda su vida por mí. A veces la echo mucho de menos.

- Lo siento.

Quise cambiar de tema en cuento vi su expresión. Mi nonna no se merecía que nadie sintiera pena por su pérdida, ella siempre fue una mujer feliz.

- No te preocupes. Además, con lo de si tengo amigos... bueno, he teñido unos cuantos con los que he salido algunas veces, pero tengo una mejor amiga. A ella sí que la hecho de menos. Se llama Ela, aunque solo nos veíamos en ocasiones contadas. Siempre ha sido una buena amiga.

- Vaya. Lana, Ela... me parece que otro día vas a tener que contarme algo más de tu amiga. A lo mejor algún día hablamos con Simone y vemos si la podemos ir a ver.

Mi corazón sonrío inmediatamente. Mario me devolvío la sonrisa. Esa noticia me había hecho muy feliz.

- Mario, eso sería...

- Sí, tú solo encárgate de amansar a la fiera, que yo me encargo del resto. Ahora vamos a dormir que todavía quedan unas cuantas horas de vuelo.

El corazón se me aceleró a mil por hora cuando lo ví acercarse al compartimentó de la luz para lectores que colgaba del techo. Se disponía a apagarla como cualquier persona normal y corriente, yo no quería molestar, pero las lágrimas ya amenazaban con agolparse en mis ojos.

- No, no apagues la luz - intervino de repente Simone tras él, haciendo que esté frenase en seco su acción y yo suspirase de alivio.

- Como que no, odias dormir con la luz encendida, y yo también. Voy a apagarla - dijo Mario antes de repetir el acto, cuando Simone le atrapó la mano en el aire y le hizo retroceder en su propio asiento.

- He dicho que no- dijo firmemente mientras lo asesinaba con la mirada.

- Joder tío, que miedo das cuando te pones así - soltó Mario de mala gana antes de coger uno de los antifaces con las iniciales de Simone, para ponérselo sobre los ojos.

Yo no dije absolutamente nada, me limité a observar como Simone me guiñaba un ojo, quedando increíblemente guapo ante mí, para después comenzar a mover el asiento contigo a mi lado hasta dejar ambos unidos a modo de sofá, sin nada de por medio que nos separase.

- Levantaté - mandó como siempre.

Aún así, le hice caso por inercia, y en cuestión de segundos, estaba sentado donde estaba yo hacía unos segundos, cogiéndome en brazos y abrazándome para que pudiera tenderme y dormir sobre él. O más bien, sobre su pecho, mientras él iba a pasarse toda la noche sentado ahí.

- ¿Qué haces? - pregunté susurrando - No vas a dormir bien. Además, te voy a pesar y ni siquiera vas a poder estirar las piernas.

Entonces pulsó un botón e inmediatamente se extendió el asiento hasta hacerle levantar los pies.

- Deja de quejarte y duérmete, es tarde.

No pude evitar dejarle en beso en la mandíbula y otro en los labios al ver como se portaba conmigo y todo lo que estaba haciendo por mí.

- Simone - susurré mientras lo veía asentir con los ojos cerrados. Seguramente éramos los únicos que quedábamos despiertos en el avión.

- ¿De verdad odias dormir con la luz encendida?

Llevaba días que había tenido que dormir así conmigo.

- Claro que no, a mí no me molesta nada. Ahora duérmete, necesitas descansar.

Sonreí bajo su cuello y le dejé un beso justo ahí antes de notar como él me apretujaba contra su cuerpo y se acomodaba para dormir.

- No te acostumbres, que yo no soy así - susurró de broma en mi oído.

- ¿Sabes? - le dije esta vez yo para los dos -  e excita que un hombre con pistola en la cinturilla del pantalón, sea capaz de decir cosas así.

Abrió un ojo para mirar sonriente hacia mí. Se estaba divirtiendo conmigo, y a mí me estaba encantando este momento con él.

- Ummm... creo que me gusta esta nueva versión de ti. Más atrevida. Me parece muy... sexy.

Me escondí de la vergüenza en su cuello mientras me reía intentando no despertar a nadie. Casi quise decirle lo que le quería decir. Pero preferí guardármelo hasta un poco más adelante y me limité a asentir.

- Duérmete nena, mañana será un gran día.

IngénitoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum