El ganador se lo lleva todo.

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Darien consiguió controlarse bastante bien durante todo el trayecto de vuelta por las calles de Londres, pero tan pronto cerró violentamente la puerta del dormitorio, explotó.

-¿Qué demonios pretendíais metiéndoos en medio de tantos hombres armados y furiosos? ¿Es que no tenéis idea de con qué facilidad podrían haberos tomado de rehén? ¿Con qué facilidad podrían haberos herido, hecho daño? ¿Podrían haberos matado?

Serena alzó bruscamente la cabeza, sus ojos arrojando fuego.

-¿A la hija del barón de Colmaine? No, una vez que lo supieran. ¡No se habrían atrevido!

-¡Pero no lo sabían! ¡Y podrían no haberos dado tiempo para decirlo!

Le temblaban los músculos de los hombros y los brazos con la fuerza de la furia reprimida y el miedo por ella. Apretó los puños como garras para dominar el deseo de cogerla en sus brazos y tenerla a salvo en ellos.

-¡Bah! ¿Y de qué os sirven vuestra espada y vuestros hombres armados si no podéis evitar que me hagan daño?

-¿Y de qué me habría servido la espada si Pyket os hubiera bajado del caballo y puesto su cuchillo en la garganta?

-Actuáis como si yo fuera una criatura mansa y frágil que hay que envolver en lana y tener guardada en una caja, o una idiota incapaz de pensamiento racional. Soy vuestra esposa, señor, y espero ser tratada como tal.

-¿Y cómo podría hacer eso, mi señora? ¿Llevándoos conmigo a los muelles como a una vulgar meretriz?

Ella retuvo el aliento, ofendida.

-Decidme en qué os he faltado al respeto debido a una dama esposa -continuó él, implacable-. ¿Os he pegado? ¿Me he burlado de vos? ¿Os he tratado mal de alguna manera?

-Me habéis dejado de lado como si yo no tuviera ni los sesos de un ratón -ladró ella-. Os habéis negado a confiar en mí, a contarme vuestras cosas.

-¿Qué podéis saber vos de comercio?

Ella hizo una inspiración resollante. Él se sintió avergonzado. Inspiró hondo, espiró y se obligó a hablar más suave:

-Veréis, mi señora. No olvido que sois una dama de alcurnia.

-¡Y qué sé hacer algo más que cuidar el jardín y ocuparme de que os remienden las calzas, Darien! -exclamó ella, con las palmas abiertas hacia arriba, en actitud suplicante-. Sería vuestra mujer en todo si confiarais en mí, si compartierais conmigo vuestras preocupaciones.

-¿Mis preocupaciones? No tengo ninguna, señora -mintió él.

-¿Ninguna?

Él negó con la cabeza, combatiendo el intenso deseo de contarle todo. Eso sería locura.

Ya había tomado más de él de lo ella se imaginaba. Más de lo que se atrevía a reconocer.

-¿Y lo de hoy en el río? -preguntó ella.

Le tocó a Darien quitarle la preocupación por él.

-Los hombres como Pyket siempre han tratado de engañar a los mercaderes que necesitan sus servicios. No hay nada nuevo en eso.

-¿Y vuestro administrador?

-¿Richard? ¿Qué pasa con él?

-Creo que os traiciona.

-¡¿Qué?!

-Esta mañana lo vi hablando con Rubeus. Sólo los vi un instante, pero actuaban como si hubieran llegado a algún tipo de acuerdo entre ellos.

La Novia VendidaWhere stories live. Discover now