Agradable coincidencia

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Muy temprano por la mañana, Mikasa salió de su vivienda. Le agradaba ir al gimnasio porque ahí se relajaba demasiado, aunque para evitar las miradas inoportunas y a los paparazis, la joven actriz usaba lentes de armazón gruesa así como un cubre bocas.

-Charlie mencionó que terminaste con las quince sesiones, entonces ¿Por qué sigues viniendo?-Uno de los entrenadores estaba parado al lado de Mikasa mientras ella se ejercitaba levantando una pesa de 75kg.

-Johnny, las personas necesitan un espacio para dejar de lado todas sus preocupaciones y aquí es donde yo encuentro un refugio para sanar las heridas que hay en mi interior-El entrenador negó, suspiro profundamente y se retiró.

Llevaba aquella mujer dos años seguidos visitando el gimnasio y tenía un cuerpo formidable así como una resistencia increíble, pero hasta el momento ninguno de los entrenadores ni los visitantes reconocían que aquella dama era una famosa actriz.

Perlada por una fina capa de sudor tras terminar de ejercitarse, Mikasa acudió a las duchas del gimnasio en donde se aseo porque le desagradaba demasiado el olor a sudor y tener el cuerpo pegajoso.

Su estómago le recordó que no había tomado su batido de proteínas esa mañana y ella se retiró serenamente, despidiéndose de su entrenador que de nuevo la miraba y negaba al conocer poco sobre la vida de su clienta.

Si cerraba los ojos por unos segundos, percibía en el ambiente la brisa de la mañana así como el aroma de las flores que en las jardineras estaban al tiempo que avanzaba lento hacía un restaurante que acababan de abrir.

Un establecimiento donde algunas mesas se encontraban afuera, sobre la banqueta y ocupando un buen espacio. Las enredaderas con flores de tonalidad violeta caían majestuosamente desde el tejado y hacían un columpio que se apreciaba maravilloso, atrayendo a las personas.

Aroma a café recién tostado, panecillos salidos del horno y mermelada casera... Mikasa se saboreó al pensar en las delicias que seguro encontraría en ese restaurante tan pintoresco.

-¿Puedo tomar su orden?-Un joven mesero que no pasaba de los 16 años se acercó hasta donde la actriz se encontraba sentada.

-Soy nueva en estos lugares ¿Qué me recomiendas?-Era de piel blanca, cabellera tono trigo y ojos marrones aquel joven que asintió.

-La especialidad de la casa son panques de mora azul con un toque de crema batida, pude ordenar también un café con burbujas o si lo prefiere unas crepas saladas-Mikasa entretenida miraba el menú tras escuchar la recomendación de aquel mesero.

Tan sereno el ambiente, tan cálida la mañana y ella concentrada en su próximo almuerzo. Al final se decidió por comer unas crepas saladas, un café con burbujas y una rebanada de tiramisú aunque no era aficionada a los postres.

Romper la dieta de vez en cuando era algo que se podía permitir aquella mujer alfa al ser una persona que ejercitaba a diario su cuerpo.

-¡Imposible! Ya analice el expediente que me enviaste, ¡Soy doctor, no un dios y no hago milagros!-Caminando a paso seguro, andaba Jean que sostenía con su mano derecha un celular en el que entablaba conversación con uno de sus colegas.

Un pequeño pasillo lo separaba de Mikasa, estaban ambos de espaldas y no se percataban de la presencia del otro: ella concentrada en memorizar un nuevo guion para una serie de televisión y él discutiendo con un colega, hablando en su idioma natal.

-¡No! Entiende que no pienso arriesgar a mi equipo para atender a una persona que no tiene esperanza alguna de sobrevivir a una operación tan riesgosa como la que me pides-Los comensales no entendían ni media palabra de lo que estaba alegando Jean, cada uno sumido en su mundo, ajeno a lo que se desarrollaba y entre esas muchas personas estaba Mikasa.

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