Aliada

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Meng Ziyi espero paciente en el salón de la mansión Xiao.

Para ella fue una sorpresa que el emperador le mandara un rollo donde se decía que ella pertenecería de ahora en adelante al clan Xiao.

No le molestaba eso en lo absoluto, de hecho no pudo evitar sentirse aliviada. Xiao Zhan era un alfa serio y casado, que era lo mejor.

Su esposo era amable y muy hermoso como decían los rumores. Además de ser el Tercer Príncipe del Imperio Cheng.

Pertenecer a los Xiao era bueno, ella no aceptaría un clan menor y con poco prestigio.

—Escuche que será Consorte Xiao quien nos atenderá— Mencionó su acompañante y futura esposa, Xuan Lu.

Xuan Lu era una beta que ingresó como aprendiz en su clan y una de las más curiosas por ese entonces. Ambas empezaron a pasar más tiempo juntas, se encontraban en los descansos, almorzaban juntas y también estudiaban juntas. Poco a poco las estaciones pasaron y los sentimientos florecieron, sin embargo fue en el segundo año de guerra que la vida les dio un trago amargo.

Su padre murió, su madre se suicidó, sus hermanos murieron en la guerra.

Solo quedó ella.

La inútil omega que lleva la sangre legítima.

¿Cuantas veces no rechazo a los alfas?

Todos la vieron como la llave que los llevaría directo a ser los dueños de su clan, pero ninguno sabía que ella ya amaba a alguien.

Una mujer beta que le dio su hombro para llorar y descargar su dolor por la muerte de su familia. Xuan Lu se convirtió en alguien valiosa para ella y, poco a poco se fue ganando su corazón.

Sentimientos que crecieron por otros dos años y hasta la fecha siguen intactos en su corazón. Daría lo que fuera por la beta que ama y ser obligada a casarse con un alfa para tener hijos así como así no estaba en sus planes.

Xiao Zhan era un alfa serio y ella creía que aunque le contara sobre su relación con Xuan Lu no las miraría de forma despreciable o grosera. El alfa era respetuoso y un hombre fiel a su marido, según los rumores.

Ella no lo conocía y aunque deseaba tratar con él, sentía que era mejor ganarse el favor de su omega y ser respaldada por el.

Wang Yibo era un nombre muy sonado en el imperio. Un omega que se ofreció en matrimonio para traer la paz a ambos imperios y demostrar que era un hombre hecho y derecho, que sabía cuan valiosa era su vida y que la princesa Zheng no podía tocarlo de cualquier forma.

La muerte de ese omega significaba el fin del imperio Zheng.

Solo los tontos buscarían su fin de esa manera.

Las puertas se abrieron y la preciosa y fina figura de un omega envuelto en la fina seda amarilla con bordados de girasoles las recibió con una gran y alegre sonrisa.

—¡Bienvenidas a la Mansión del Clan Xiao!— él omega avanzó, y ante ellas el fresco aroma de las orquídeas recién despiertas, las rosas blancas perfumando, el extenso bosque de árboles de cerezo que florecían ante la felicidad sincera de su corazón y el gentil rocío matutino que con ligeras gotas de agua cuidaba a cada componente de este mágico ser.

Wang Yibo olía increíble y gustoso.

Como si estuvieran en un lugar lleno de calma y tranquilidad.

Aquel aroma que contrastaba a la perfección con la de su marido. El bosque de pinos húmedos formaba una barrera para proteger las flores de orquídeas y rosas blancas, el chocolate amargo se escurría entre las flores de cerezo, la canela bailaba entre el rocío matutino y aquel río de aguas frías se levantara y formara una gran ola que protegía a su más preciosa joya.

El omega del general Donde viven las historias. Descúbrelo ahora