El legado de Orión ©

Capítulo I: Parasomnia

Skylar

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Skylar se encontraba sentada en el alféizar de una de las ventanas de su habitación en la Mansión Gray. Los cristales estaban abiertos de par en par, permitiéndole observar el "día" que acontecía en Gealaí en todo su esplendor. En los hemisferios del planeta, solo existían dos estaciones, verano e invierno, de seis meses cada uno, seis de día y seis de noche. Por lo que, en aquel momento, la Base Sur de los guardianes se encontraba en pleno invierno austral, durante el cual sus días pasaban a ser lo que se conocía como "largas noches invernales", que prevalecerían hasta octubre más o menos.

Los hijos de la luz y del cielo iban y venían, dejando un rastro serpenteante de pisadas sobre la nieve en torno a la estructura, lo que se convirtió en algo habitual desde el ataque, debido a que Ragnor tomó la decisión de dejar la verja que rodeaba la mansión abierta, mientras las casas que resultaron destruidas terminaban de ser reparadas. La mayoría de los hogares ya habían sido restaurados gracias a las habilidades de los nefilim, pero aquellos que fueron pérdidas totales todavía se encontraban en proceso. Al menos una docena de tiendas de campaña permanecían en los alrededores de la mansión y en su interior, residían quienes no habían aceptado la invitación de Ragnor de acogerse bajo su techo.

Poco después del incidente, tuvo lugar una reunión de emergencia del Consejo en conjunto con los centenarios sobrevivientes en la Ciudad de Luz, donde a pesar de no haber podido acudir por sí misma, —debido a que técnicamente continuaba siendo menor de edad— sabía de buena fuente que se habían tratado temas tales como la desaparición de Tara Dawson y los acontecimientos más recientes. Acontecimientos entre los cuales se encontraban el regreso de su hermana, el exterminio de los ancianos y la hazaña que tuvo lugar cuando Skylar, con la ayuda de Traian, fueron capaces de reestructurar la cúpula de contención que protegía la base, salvando a Gealaí y a su gente en el proceso.

Para nadie era un secreto que la opinión entre ambas razas se encontraba bastante dividida. Por increíble que fuera, todavía había quienes apoyaban a Tara, un puñado de hijos de la luz que guardaban cierto recelo hacia Ragnor e incluso consideraban a Skylar como un individuo de "alto riesgo", debido a su condición de híbrida. Un grupo de nefilims conocidos por sus ideales supremacistas, considerándose a sí mismos superiores a los humanos y guardianes, aun cuando no lo expresaran en voz alta a diario, —o al menos esas fueron las palabras de Raoul, quien fue secundado en silencio por Ragnor, mientras compartían con ellos los hechos que habían sido tratados en dicha reunión— no obstante, la popularidad de Skylar alcanzó un auge bastante importante, especialmente luego de que sus acciones durante el ataque se volvieran del dominio público. Un hecho para nada arbitrario que Ragnor puso en marcha, con el objetivo de conseguir que Skylar pudiera ganarse el favor de los hijos del cielo y de la luz, unificándolos de alguna manera en su nombre.

Ella sabía que el que ambas razas se mantuvieran unidas era vital, en especial con el decreto de guerra acechándolos como una bestia sedienta de sangre, pero lo cierto es que no sabía muy bien cómo sentirse con respecto a toda esta nueva atención recayendo sobre ella.

Aun con todo lo sucedido en las últimas semanas, Skylar se había sentido protegida por la mansión y sus ubicaciones cambiantes. Su existencia no había sido más que un nombre llevado de boca en boca, por aquellos que habían acudido a su baile de presentación ante la sociedad de la luz, pero ahora todo era diferente. Las personas ansiaban conocerla, desbordantes de una esperanza que Skylar no tenía idea de cómo manejar.

Además, también estaba el hecho de que, de no haber sido por la intervención de Andrómeda, Skylar no habría sido capaz de acceder al poder que los había salvado a todos. Sin ese poder, Gealaí se hubiera perdido y la oscuridad habría obtenido una ventaja tan determinante, que quizás hoy la humanidad se encontraría inclinada a su merced.