07.en la tormenta.

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    —Estaba en el tacho de basura de aquí. Salí porque creí escuchar algo. 

    —¿Y qué ibas a hacer tú si eran criminales? —La castaña se giró para verlo finalmente. Parecía genuinamente sorprendida por sus palabras—. Deberías haber llamado a alguien antes de salir a buscarla. 

    Matt quiso reír ante su comentario —como si él no pudiera enfrentar a un criminal—. Pero su repentina preocupación logró encender algo fuerte dentro de su pecho, que opacó cualquier otro sentimiento. Era real. Casi lo podía palpar. Josephine Thalmann se preocupaba por él, y aquel sentimiento le parecía bellísimo.

    —No lo pensé realmente, y sus sonidos no pueden asemejarse a los de un criminal.

    —¿Y cómo sabes tú cómo suena un criminal? —Preguntó levantándose del suelo. Matt pasaba la corbata suelta a través de su cuello, e intentaba unir las puntas. Pero la castaña tomó sus manos por un instante, y luego las esquinas de la corbata, procediendo a atarla ella misma—. Dime, ¿sabes cómo suenan?

    El abogado no pudo contener una pequeña mueca en sus labios. 

    —¿Sabes hacer el nudo de la corbata? —intentó cambiar el tópico de la conversación. Era evidente que Jo sí lo sabía. 

    —Mi padre es un empresario —una pequeña sonrisa se formó en sus labios al mencionarlo—. Tenía su empresa en Suiza, pero luego decidió invertir aquí cuando el mercado parecía más próspero. Muchas veces lo he ayudado a prepararse para sus presentaciones. 

    —No sabía que tu padre era empresario... nunca hablaste de él. 

    —No es algo de lo que hable mucho —le restó importancia. La verdad era diferente: Josephine había visto más de una vez como la gente podía interesarse en el dinero de su familia, y prefería guardar aquello. Pero contaba con una confianza especial con el abogado.

    —¿Y tú madre? 

    —Ella está bien. Sigue en Suiza. Se casó hace poco, y tuve que llevar a mi hermana, ya que nos había invitado —admitió con un pequeño asentimiento de cabeza. 

    —¿Tú no querías ir? —preguntó con una pequeña línea entre sus cejas. 

    —Aún no lo sé —dijo dando la última vuelta a la corbata para que quedara en su posición correcta—. Listo —y sin darle un segundo al abogado a decir algo, dio un pequeño y rápido beso sobre sus labios—. Lo siento, no pude evitarlo.

    Matt sonrió ampliamente, pero pronto reaccionó. Tomó a la mujer por la cintura y la acercó hacia él con un ágil movimiento, uniendo sus labios con cierta necesidad. Josephine colocó sus manos sobre su pecho por inercia, pasando las yemas de sus dedos por sobre la tela fina de la camisa. Su piel se erizó de forma automática. Su cercanía, su calor; el saber todo lo que habían hecho días atrás. 

    Josephine se separó.

    —La gata está viéndonos —susurró como si pudieran ser escuchados por la misma—. Tienes que comportarte.

    —Siempre me comporto —respondió sin soltar su cintura, por lo tanto, ella no podía ni quería alejarse—. Quizá simplemente tengamos dos definiciones diferentes de «comportarse».

haptic memory - matt murdockWhere stories live. Discover now