¿Que harías si te dijeran que puedes encontrar al amor de tu vida gracias a un correo?
El hilo rojo es lo que conecta a las almas destinadas, un hilo completamente invisible que se puede enredar y estirar más nunca romper. Pero... En los años 90s to...
—¡¿Es que no te has visto en un espejo?! —Interrogó exaltado.
—¿Que tengo? —Genya no podía terminar de entender porque su amigo actuaba de esa forma — Me veo normal.
—¡Exacto GenGen! ¡Te ves normal!
El mayor arrugó la cara, menudo bicho raro era en ocasiones Muichiro.
Pestaño repetidas veces sin comprender nada.
Estaba por abrir la boca para hablar cuando el de puntas mentas volvió a tomar palabra.
—Si quieres encajar en una disco debes lucir despampanante, exagerado, extravagante.
—Oye... Pero no me gusta llamar tanto la atención. —Le recordó frunciendo el rostro.
—GenGen.
—¿Que?
—¿Necesitas que te recuerde lo de los filetes y leones? —Amenazó.
—¡Ey! ¡No vayas a empezar! —Replicó molesto, si debía ser sincero esas clases de charlas lo incomodaban muchísimo.
—Estaras deslumbrante hoy, quieras o no. —Aseguró poniendo sus manos en sus caderas.
—¿En serio tan mal estoy? —Preguntó inocente.
—Amigo, te vistes extremadamente anticuado. Tu gusto es el de un viejo ¿No lees revistas acaso? Si quiera ver la tele, ahí también dan consejos de moda.
—¡¿Disculpa?! —Se ofendió— ¡Yo no me visto como un viejo!
—Esa es la primera etapa de los que se visten como viejos, negación, no lo aceptan sin importar qué.
El ojo del rapado hizo un tic.
—Pero, gracias a Dios me tienes a mí. Ya se que haré contigo. —Tomó el celular de Genya y empezó a marcar un número.
El pelinegro ladeó la cabeza inseguro, esto podía acabar muy mal.
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Yuichiro le entregó el bolso a su hermano y posteriormente se tiró en la cama de Genya a dormir.
—¿Porque lo hiciste venir hasta acá si estaba tan cansado? —Interrogó viendo con desaprobación a Muichiro.
—Emergencias son emergencias. De igual forma, ahí ya cayó muerto. Durmiendo va a a recuperar sus fuerzas. —Soltó con simpleza restándole importancia al asunto— Ahora tú.
—¿Y-yo?
—Aja, tú. —Afirmó y empezó a buscar algo dentro de la mochila— ¡Bingo! —Sacó un envase.
—¿Que diablos es eso? —Intentó averiguar sin poder hacerse una idea clara sobre lo que era.
—¡Te voy a teñir el pelo!
—¡ESPERA UN MOMENTO! ¡Yo no te he dado permiso!
—Triste por tí, igual lo voy a hacer. ¡Te va a gustar! ¡Ya verás que sí! —Se acercó peligrosamente al contrario, de forma lenta y siniestra sosteniendo el tinte.
