28. La dignidad de la realeza

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Esa noche toda la casa real supo que el Gran príncipe Yangnyeong había irrumpido en la cámara del rey con una espada

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Esa noche toda la casa real supo que el Gran príncipe Yangnyeong había irrumpido en la cámara del rey con una espada. Las mujeres del rey y los otros príncipes se vistieron en cuanto recibieron la noticia y acudieron con urgencia al lugar del disturbio. Anticipaban un cuerpo sin vida, al menos un herido, pero nadie imaginó que encontrarían a Jong en el lugar de la víctima.

La madre del niño no lloró el nombre de su hijo muerto sino que gritó el nombre de su hijo mayor, el asesino, y se quedó junto al cuerpo de Jong hasta que HyoBin la persuadió de levantarse para que los médicos pudieran preparar el cadáver para el funeral.

La gente que trabajaba en el palacio se vistió de blanco y la familia real de saco.

Las compuertas de los cielos se abrieron y la lluvia se alojó en Joseon para lamentar la muerte del Gran príncipe Seongnyeong, sufrir por el corazón desgarrado de Hyoryeong y para agonizar en nombre de la familia real que había vuelto a quedar atrapada en medio de eventos tan trágicos.

Los ritos fúnebres dedicados a Yi Jong se llevaron acabo con el regusto de la agonía y los reproches. La reina ni siquiera quiso pararse frente al altar que levantaron en honor al Gran príncipe fallecido.

En medio de la noche, la reina se aventuraba bajo la lluvia, descalza y en ropa de cama. Se dirigía hacia las cámaras del rey y deambulaba por los jardines mientras lo maldecía en voz alta. Lo acusó de haberle heredado a Je el despreciable destino de un asesino. Lo maldijo una y otra vez porque era a causa de este legado que Jong estaba muerto. Aun así, el rey nunca salió a enfrentarla. Ni siquiera pronunció una orden para detenerla, como si sus palabras fueran meros susurros en el viento.

Cuando salía el sol, la reina regresaba a su habitación y se quedaba dormida mayor parte del día. No quiso comer ni beber una sola gota de agua. Incluso rechazó el sincero gesto de compasión que algunas concubinas tuvieron al prepararle comida con sus propias manos. Sin embargo, la reina envió un mensaje a la cocina real, ordenó que prepararan los manjares más exquisitos y se los sirvieran al rey en su nombre.

-Solo las bestias se atreven a disfrutar el sabor de la carne de su presa después de haberle quitado la vida -se le escuchó decir-. Yi Bang Won es un monstruo y no le bastó con eso, sino que también convirtió a su hijo en uno.

«Su alteza, la reina, le ha enviado comida, majestad». El rey oía ese anunció tres veces al día y aceptaba «la sinceridad de su querida esposa» con una sonrisa farisea. Degustaba un bocado con devoción impostada y luego ordenaba que arrojaran el resto de la comida a los perros.

-Esos animales tendrán un banquete en honor a mí. ¡Festejarán rebosantes de alegría como todos en este palacio! -dijo el rey al final del segundo día y se rio hasta quedarse dormido.

Transcurridos casi los cuatro días de funeral, el rey les ordenó al príncipe heredero y a los funcionarios que se quitaran el luto y solicitó su presencia inmediata en la sala del trono.

Espada Oculta [Realeza sin rostro I]©Where stories live. Discover now