22. La familia real

39 9 0
                                    

«Te quedarás aquí encerrado por tres días enteros

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

«Te quedarás aquí encerrado por tres días enteros. Sin comida, ni agua», había dicho el rey.

Pues bien... al menos ahí dentro estaba a salvo de las inclemencias del clima, a diferencia de la última vez que se arrodilló a suplicar en vano que su padre cambiara un veredicto. . Aunque en esta ocasión, al igual que la anterior, nadie se atrevió a contradecir al rey mientras el príncipe herededo se hallaba cautivo dentro del salón del trono. Nadie quiso provocar la ira del rey. No querían correr el riesgo de acabar recluidos ellos también. No se sentían capaces de soportar tanto.

Sin embargo, Je había convivido con el hambre y la sed en tantas ocasiones que aprendió a cómo llenar de forma estratégica los vacíos físicos con los pesares de su espíritu. Le faltaba alimento y agua, pero le sobraban emociones y pensamientos

La tercera mañana de su castigo, Je levantó la vista hacia el trono una vez más.

«¿Me sentiré más apegado al asiento del rey ahora?», se preguntó mientras se obligaba a ponerse de pie a pesar de tener las piernas entumecidas.

—El castigo ya casi termina, majestad... —esta vez expresó sus pensamientos en voz alta—. ¿No me juró usted que para entonces mi deseo de sentarme en ese sitio se haría más intenso? ¿Le parece si lo compruebo? Estará bien que haga eso ¿verdad? Claro que estará bien, nadamás miré lo desértico que está el salón. No hay nadie aquí. —Meneó la cabeza y se le escapó uno risita bellaca—. ¡Qué cosas tan graciosas se me ocurren! —dijo Je mientras se tambaleaba al subir las escaleras.

Una vez arriba, extendió la mano para acariciar la dureza de las escamas talladas en madera. Si alguien hubiera visto la ávida expresión de su mirada, lo habrían acusado de felonía. Sin embargo, lo que más le atemorizaba no era el castigo inminente, sino la posibilidad de que los dragones grabados en el respaldo del trono cobraran vida y le hundieran los dientes en el cuello en cuanto se sentara.

Los ojos de los dragones parecían seguirlo a medida que sus dedos rozaban el cojín dorado que estaba para acolchonar el asiento, como si supieran lo que le pasaba por la mente.

Los labios de Je se extendieron en una sonrisa conforme una extraña sensación de peligro y fascinación que le recorría las venas.

—Voy a hacerlo entonces —dijo como si diera advertencia—. Me sentaré en el único lugar que puede darme el poder que tanto deseo.

Je se arrellenó en el trono y después de unos minutos suspiro como si estuviera aburrido.

—¿Qué tiene de bueno ser aceptado por esa gente? ¿Qué me darán a cambio? ¿Que me dejarán sentarme en este trono? ¿Que seré el dueño de este salón? ¿Qué pueden hacer por mí si yo decido complacerlos? ¿Se van a reír de mis chistes? ¡Ja! —Je echó la cabeza atrás y golpeó el cojín con las palmadas de las manos—. ¿Que pueden ofrecerme que no pierda conseguir por mi cuenta? Aquí arriba no es tan diferente de estar en suelo...aquí incluso mi cuerpo se siente más rígido. Pero... si me bajo ni siquiera intentarán complacerme. Ya no les voy a importar. Todos ustedes aprecian al príncipe heredero no a Yi Je. Je no es nadie sin la corona, ¿no es así? —concluyó debido a que una vocecita dentro de su subconsciente insistía en que ser el rey de Joseon era el único método que le garantizaba el poder y la atención que tanto le gustaba gozar.

Espada Oculta [Realeza sin rostro I]©Where stories live. Discover now