25. ¿Oveja o Dragón?

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El rey hizo callar los gritos de sus subordinados y pidió que le dieran hasta la reunión de la mañana siguiente para tomar una decisión justa y sensata

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El rey hizo callar los gritos de sus subordinados y pidió que le dieran hasta la reunión de la mañana siguiente para tomar una decisión justa y sensata. Entonces abandonó la sala del trono y se refugió en su habitación para pensar con seriedad en el asunto.

Park Eun y Yoo Jeong Hyeong intentaron reunirse con él durante el día, pero les negó la audiencia. Exigió que nadie se atreviera a molestarlo durante las horas siguientes, ni siquiera para llevarle comida o agua.

Dentro de esa habitación solo debían estar él y sus pensamientos. Ahí mismo, y él solo, debía tomar una decisión. Tenía la responsabilidad de preveer las consecuencias que su decisión podría originar tanto dentro como fuera del palacio. Le dio vueltas al asunto de la destitución durante todo el día y ni siquiera se dio cuenta de en qué momento la noche cayó sobre Joseon.

El eunuco principal sintió el impuso de anunciar que ya hora de dormir, pero Tak Dong le recordó las órdenes del monarca.

De todos modos el rey no iba a poder pagar un ojo esa noche.

¿Cómo iba a poder dormir cuando no solo el futuro de la nación estaba en juego sino también el de su hijo?

Mientras pasaba la noche en vela tuvo tiempo para sumergirse en los recuerdos.

Nunca lo había notado antes, pero las paredes de su habitación custodiaban preciosos recuerdos de su hijo mayor: la primera de muchas lecturas mediocres como el príncipe heredero, los exitantes debates políticos, algunos exitosos otros fallados, y las reñidas rondas de esgrima. Todo eso pasó allí. Demasiadas lágrimas y demasiadas risas. Risas que acabaron ahogadas en el llanto. Al final, ¿adónde se habían ido los momentos felices? El personaje principal de esas memorias se había convertido en un fantasma, en el fantasma del chico al que alguna vez se enorgulleció de llamar «hijo».

Como habían pasado los años y como habían cambiado las cosas. El pequeño al que enseñó a caminar ahora daba enormes zancadas, brincaba, corría e incluso bailaba. El hijo ya no necesitaba a su padre para mantener el equilibrio. Era muy cierto que Je ya no andaba como un niño, pero ¿por qué seguía comportándose como uno?
¿De verdad podría mantenerse en pie por sí mismo?

«¿Por qué insistes en hacer el tonto? Eres todo menos un inepto. Pero sigues defraudando a tus padres -meditó el rey-. Error tras error. Si te portas así es difícil confiar en ti. Es todo un dilema brindarte una mano amiga. La disensión es como una flor maligna que crece en medio del vínculo filial. ¿Qué se supone que debo hacer cuando no estás dispuesto a reparar ese vínculo? Tampoco estás dispuesto a aceptar la ayuda. Te niegas a reconocer tu error y a enmendarlo».

El monarca no fue consiente de cuánto tiempo duró su paseo por el pasado hasta que la llamita de la vela, en la que había mantenido la vista toda la noche, consumió la cera por completo. Los grillos también habían dejado de cantar. Entonces, cuando los primeros rayos del sol traspasaron las delgadas ventana de la habitación, el jefe de los eunucos entró y le avisó que era hora de levantarse.

Espada Oculta [Realeza sin rostro I]©Where stories live. Discover now