CAPITULO 24

254 21 4
                                    

-Dios- dije entrando al apartamento- Sigue igual- tapé mi rostro.

-No llores mamá-

-Mi corazón- los dos me abrazaron- no quise cambiar nada.

-Mira Toño- lo alcé- allá tú papá escribió Mi vida entera- corrí con él hacía la isla de la cocina- me acuerdo que inició a tararear el ritmo y luego a cantar el coro.

-Y si bailamos, tan sólo bailamos, y si tus pies nuestra historia escribieran- cantó toño- como si fuera este el final del cuento y nadie más en el mundo existiera- Villa empezó a llorar.- ¿Papá?

-Cantas precioso- se fue a abrazarlo- tengo tantas cosas por aprender de ti.

-Van a tener tiempo- les sonreí- los dejo. Tengo que dormir.

-¿Todo bien?-

-Un poco de dolor de cabeza. Nada del otro mundo- le guiñé el ojo a Villa- voy a descansar.

-Te amamos- me gritó Villa.

Estaba asustada. Diego no se quedaría quieto y hasta que yo no tuviera una razón de su paradero, no podría disfrutar lo que recuperé.

Al entrar al cuarto, una nostalgia me inundó y lloré. Tantas cosas que se hicieron en esa cama, tantas cosas que se hablaron en esa cama.
Me acosté y abracé las sábanas y las almohadas. Luego, mi mirada se fue al cuarto de vestir. Mi closet con mi ropa estaba intacto.
Me levanté a ver.

Mi vestido de grado. Mi vestido de mi primera Gala. Mi falda de ejecutiva. El que iba a ser mi vestido de novia. Tantos recuerdos, tantos momentos.

-¿Qué haces?- Villa se recostó sobre el marco de la puerta.

-Tanta ropa- le sonreí- debiste regalarla.

-Tenias que tener tu ropa para cuando volvieras- reí.

-Tengo miedo mi alma- él me abrazó- ¿Qué tal Diego aparece?

-Esta vez no voy a permitir que te haga algo. Ni a ti, ni a nuestro niño-

-Prometeme que sí me pasa algo, lo vas a cuidar-

-No digas eso mi corazón. No quiero perderte dos veces-

-Prometelo, Villamil-

-Te lo prometo- besó mi cabeza- pero vamos a eliminar ese pensamiento feo. Nada va a pasar.

-¿El niño?-

-Está dormido- me separé de él.

-Estoy incómoda- levanté mi vestido y me lo quité.

-Mar- él rió nervioso- Ese también debe ser incómodo- señaló mi brassier.

-¿Me ayudas?- él asintió.

Se acercó y con una mano lo soltó. Mi brassier cayó al suelo.

-Venga pa' acá- me lancé sobre sus brazos.

Empecé a subir y a bajar. El roce en mi clítoris me hacía gemir sobre sus labios. Él agarraba mis nalgas con deseo.
Su lengua jugaba con la mía y yo con mis manos acariciaba la parte de atrás de su cabeza.
De espalda, nos fuimos hacía la cama. Nuestra cama.

-La puerta- dije en medio del beso.

-Qué importa-

-Ya tenemos un niño-

-Es cierto-

Se levantó y cerró la puerta.

-Baileme- él rió.

Acuérdate de mí Where stories live. Discover now