Bienvenida a Derry // Richie Tozier [✔️]

19

Janice Denbrough

Comenzamos a arrastrarnos por el túnel buscando a Stan qué no estaba por ningún lado, ¿Dónde estaba?

Al salir hice una mueca al ver el agua increíblemente elevada y no me emocionaba el hecho de tener que mojar mis medias.

—Rayos, aguas grises —se quejó Eddie cuando tuvo que bajar. Atrás de él bajó Richie y me ayudó.

Comenzamos a caminar mientras llamabamos a Stan preocupados al no tener ni la mínima idea de en dónde estaba.

Me mantuve pegada a Richie ya que él tenía una linterna y la idea de estar sola no me encantaba.

—¡Stanley!

—¡Stan!

Miré a Richie cuando oímos el grito de Stan así que comenzamos a correr sin dejar de llamarlo porque claramente estaba horrorizado. Llegamos a donde había una puerta de acero que estaba atorada y comenzamos a empujar para hacer que se abriera hasta que lo logramos.

Observamos al rededor buscándolo y luego nos acercamos a donde estaba linterna tirada así que la levantamos y miramos hacia donde estaba alumbrando.

Me quedé paralizada al ver una criatura horrible comiéndose la cara de están mientras él se movía, era como una mujer.

Sentí mi garganta cerrarse por lo que estaba presenciando lo que hizo que el aire no llenará mis pulmones comenzando a sentirme ahogada, las manos me temblaban y había comenzado a sentir un pitido en mi oído.

Di un paso hacia atrás pero al estar débil y sin fuerza en las piernas caí sentada sobre el suelo con la vista borrosa y sintiendo algunas lágrimas en mis mejillas.

El payaso nos iba a matar, nos iba a matar a todos y nunca nos encontrarían. Eso nos iba a matar de forma lenta y dolorosa y nadie jamás sabría que nos pasó.

Intenté respirar, calmarme pero no podía estaba aterrada y no paraba de pensar en que me iba a morir, si no me mataba la falta de aire iba a hacerlo el payaso.

—Preciosa respira —escuché a Richie y a los segundos sus brazos rodear me dejándome recostada sobre su pecho mientras temblaba y sentí mis pulmones arder—. Respira Jan.

—No... No puedo —hablé cerrando los ojos y con las manos temblando. Los pies me hormifueaban y comenzaba a marearme al no poder respirar.

—Sabes controlarlos, no dejes que el miedo te gane —pidió y apreté mis manos en sus brazos desesperada porque sentía que estaba a nada de caer inconsciente para siempre—. Preciosa, cálmate por favor.