Capítulo 3

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¡Maldita sea! Hoy no es mi día

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¡Maldita sea! Hoy no es mi día. Desde que me levanté esta mañana ha sido un infierno de día. Entre los trabajos de la hacienda, las cuentas, los peones y los compradores de ganado, no he tenido ni un minuto de paz. Entonces para rematar, cuando voy camino a visitar a mis vecinos don Augusto y a la señora Eliza, me encuentro con esta chica trepada en la valla y llevándose mis manzanas. Una chica muy linda; una pelirroja. Mi debilidad. Mierda.

Secretamente, siempre me han gustado las chicas de cabello rojo. A principio no lo noté por dos razones: la primera porque estaba furioso y la segunda porque lo tenía recogido debajo de su sombrero. Pero entonces la vi perfectamente bien en la casa de sus padres, me dejó sin respiración y ya no pude apartar la vista de su pequeño cuerpo y su lindo rostro. Pensé que tenía pecas. ¿Todas las pelirrojas las tienen, no? Se veía muy limpio, sin maquillaje y sus ojos castaños brillaban con algo que no pude definir y también muy enojados. ¡Y su maldito perro! Creo que me odia y quiere morderme. Ella me dio las buenas noches sarcásticamente y después se fue. Casi le gruño porque yo no soy ningún pulgoso. ¡Ya me lo ha dicho dos veces! Creo que así se llama ese condenado perro.

En la sala de su casa, sus padres mi miraban un poco extrañados y para romper la tensión, la señora Eliza me ofreció mas café.

-Sí, por favor. Ya sabe que no puedo negarme. -le dije porque es cierto. Me encanta el café que prepara y creo que estoy adicto a su café; al café que cultiva su hija. Estoy jodido.

Después me fui a mi casa y aquí estoy: acostado en mi cama y pensando sobre mi extraño día de hoy. Esa familia es gente buena, amable y de alguna manera me recuerdan a mis padres. Ellos fallecieron hace algunos años y gracias a ellos soy lo que soy: un vaquero que le gusta el rodeo, trabajar en su hacienda y disfrutar de la naturaleza. Viví y me crié en Kansas, en donde el estar rodeado del campo y del ganado era mi vida. Nuestra hacienda era magnífica y la amaba, pero tuve que venderla porque ya no fue la misma sin mis padres. Encontré un anuncio por internet sobre una granja que estaba en venta, a buen precio y no pude resistirme de hacer un cambio en mi vida y aquí estoy, en Valle Esperanza y aunque no todo ha sido bueno, me gusta mucho este pueblo y aquí me quedaré.

Me hice amigo de mis vecinos, Don Augusto y su esposa Eliza y desde entonces los visito con frecuencia. Ellos me hablaban mucho de su hija cuando iba de visita y me decían que era una chica muy inteligente, que estaban orgullosos de ella y que ya casi estaba terminando su carrera en Horticultura, pero nunca me mostraron una foto. ¡Que iba yo a saber que era la misma chica de la valla! Así que, fui totalmente sincero con su padre y le conté todo porque no quería que sacara la escopeta y me dispara allí mismo; aunque yo soy muy bueno con la escopeta, Don Augusto tiene mejor puntería. Lo acepto, fui un total imbécil con esa chica porque soy un hombre desconfiado y después de lo de Marisa, estoy jodidamente amargado.

Alejando esos oscuros pensamientos, me digo que tengo que arreglar un poco las cosas con esta chica, Trixy.

Una chica con carácter.

Me gusta eso. Y como soy el mejor vaquero y me encantan los retos, a primera hora de la mañana, llamaré a don Augusto.





Mi vaquero de al lado (Corrigiendo)Where stories live. Discover now