DONDE HUBO FUEGO SIEMPRE QUEDAN LAS CENIZAS

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DONDE HUBO FUEGO SIEMPRE QUEDAN LAS CENIZAS

Sin prisa Madison prepara los cientos de vasos que se utilizarán durante la noche. Desde la visita de Bruno su mente se encuentra en un sitio muy distinto. En Oliver Walster. En todas sus historias juntos y en lo complicada de la situación actual. 

Aún recuerda el primer día que noto las marcas de pinchanzos en sus brazos. Era demasiado pequeña como para entenderlo bien, pero muchas veces sus padres les habían advertido de ese tipo de vicios. 

No se atrevió a decirle nada aquella mañana. Y tampoco durante todo el mes cuando notaba aún más moratones en sus brazos cuando iba a despertarla todas las mañanas con un dulce beso en la frente. 

Se arrepiente de no haber enfrentado el tema en ese preciso momento. Pero ya no puede volver al pasado y remediarlo. 

¿Hay algo que pueda hacer ahora? 

Una idea descabellada cruza su mente. Es su hermano al fin de alcabo y no piensa dejarlo tirado a pesar de que no la quiere junto a él. Por eso, decidida, se promete a si misma ir a verlo a la mañana siguiente.

Seguramente a Samael no le guste la idea de que regrese a esa enorme casa de mafiosos sola, y menos ahora que él no está dentro para cuidarla. ¿Debería decirselo? 

Todo pensamiento se ve interrumpido por un carraspeo desde el otro lado de la barra. Aún sin levantar la mirada Mádison despacha a quien sea con un simple "Estamos cerrados aún" Pero al sentír aún su presencia alza la cabeza dandose de lleno con quien menos quería ver hoy. 

Sandra hace una pequeña mueca al fijarse en el pequeño surco morado en la mejilla de su amiga. O de la que era su amiga. Avergonzada mira al suelo unos segundos antes de enfrentarse a la pelinegra que, sin palabras, solo espera a que hable. 

- ¡Antes de que me eches! Solo quería pedirte disculpas. 

- ¿Por pegarme o por tratar de robarme al novio? - Responde mordaz Madison con poca paciencia retomando las ganas de darle un sillazo. 

- Por lo del golpe obviamente.- Se ríe Sandra con ese característico gesto de superioridad. Lo hace de broma pero a Madison eso ya no le divierte. Y menos cuando piensa que de verdad puede estar hablando en serio. 

- Lo entiendo Sandra. Desde el principio dejaste claro lo que buscabas en un hombre y Samael obviamente cumple con todos los requisitos. Pero tu. ¿Con que derecho te sientes para pasar por encima de tu mejor amiga? Yo, que siempre intenté apoyarte y ayudarte.

- Lo siento ¿Si? Se me salió de control. Cuando me quise dar cuenta me había obsesionado. ¿Poder? Quizás ¿Envidia? Seguro.- Admite por fin la rubia un poco sonrojada.- ¡Venimos del mismo sitio Madison! Las dos somos dos almas olvidadas en este barrio de mierda. Y yo estoy dispuesta a hacer de todo para que me saquen de aquí porque esta no es la vida a la que aspiro. 

Un pequeño silencio le da tiempo a la de ojos azules a procesar sus palabras. Sin embargo el discurso no ha finalizado. Sandra coge carrerilla dispuesta a soltar todo lo que guarda en su interior. 

- ¡Tu no querías! Te conformas con quedarte aquí fregando vasos y dando clases a un ridículo niño rico. Y sin embargo te toca la oportunidad que yo necesitaba. Como caído del cielo. O del infierno más bien. 

- Sandra. Samael y yo estamos en la misma situación. No vamos de repente a tener un coche de lujo y a vivir en Manhattan como reyes. La diferencia es saber amar lo que a cada uno nos ha tocado. 

- Eso es ser conformista.- Se queja totalmente en desacuerdo. 

- Eso es ser feliz.

La frase corta y concisa cala hondo en Sandra que, con esa nueva perspectiva, se siente de nuevo esa pequeña niña abandonada por su padre borracho. Perdida, sin saber quien es ni a donde va. 

Bajo la mirada de la mafiaWhere stories live. Discover now