A TIEMPOS DESESPERADOS MEDIDAS DESESPERADAS

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A TIEMPOS DESESPERADOS MEDIDAS DESESPERADAS

La vida de Madison va de mal en peor. Si es que acaso eso es posible. De nuevo vuelve a sentir que un agujero se abre bajo ella, que algo le aprieta el alma asfixiándola, aplicando fuerza en su cabeza como un pitido que no cesa. 

Con manos temblorosas sostiene el papel que firma su sentencia. "DESAHUCIO" No pone nada más aunque tampoco hace falta ninguna otra palabra. Su casero se lo había advertido durante los últimos tres meses.

- No soy una asociación benéfica niñata. O pagas o te largas. Es mi última advertencia.

La tinta del papel se emborrona cuando caen gruesas lagrimas de sus ojos. 

Aún con la vista nublada trata de sopesar sus opciones. Revisa el pequeño departamento, si es que acaso se le puede llamar así. Es solo una habitación con un pequeño sofá-cama y una diminuta cocina ya anticuada. Al lado de la puerta un armario desgastado por el tiempo guarda sus pocas pertenencias. 

Tampoco sería muy difícil para ella recoger sus cosas y marcharse. Sin embargo, si ni siquiera puede mantener esa miseria de "piso", ¿Cómo iba a poder permitirse cualquier otro? 

Las cosas están especialmente difíciles ese año. Incluso con sus dos trabajos Madison no es capaz de pagar sus gastos más básicos. 

Tratando de mantenerse positiva da tres pasos hasta el armario y saca de él sus últimos ahorros guardados en una lata de pepinillos ya terminada hace demasiado tiempo. Un sollozo sale de su garganta al ver solo unas cuantas monedas brillar al fondo de esta. 

- A penas me dará para comer este mes. Y no hablemos ya de las medicinas.- Se lamenta la chica haciendo sonar las monedas por las violentas sacudidas que provocan sus gimoteos. 

Las medicinas. Esas a las que esta condenada desde su nacimiento. Sabe que todo sería mucho más sencillo si no dependiera de ellas. 

Cierra los ojos durante unos segundos pensando en que hacer. Podría pedir un adelanto del sueldo en alguno de sus trabajos. Pone una mueca de horror al pensarlo. Ya lo pidió hace poco en su empleo de día cuidando al hijo de los señores Valentine. Y de su trabajo de noche... de ese no quiere ni pensar. La horrible sonrisa sádica y lasciva de su viejo jefe le viene a la mente tan rápido como las ganas de vomitar. 

- Tiene que haber otra opción.- Habla para si misma negando repetidas veces tratando de borrar esa desagradable imagen. 

Recoge de una esquina de la habitación una vieja mochila con un asa rota y comienza a meter su ropa con cuidado. A penas cuatro camisetas, unos pantalones cortos, otros largos y un roído jersey. Mete también la lata con todo lo monetario que posee y tres libros que marcaron su infancia. Acaricia con cariño los lomos con una sonrisa triste. 

De uno de ellos cae un papel utilizado como marcapáginas. Tiene un lado doblado y apenas es un cuadrado ya de color amarillento, sin embargo el corazón de Madison bombea con fuerza al reconocerlo y se agacha a recogerlo con prisas. De nuevo lagrimas caen de sus ojos al darle la vuelta al papel revelando una foto ya olvidada. 

En ella dos adultos posan sonrientes. Una preciosa mujer de pelo negro y ojos igual de oscuros sujeta con cariño a dos niños bajo la pareja. El más pequeño es una niña ya con el pelo alborotado del mismo color que el de su madre y unos brillantes y despreocupados ojos azules. Madison suspira al fijarse más en el otro niño. Se nota que es mayor que la bebé y la abraza estrujándola sin querer dejarla ir. 

Por un segundo Madison juraría haber sentido de nuevo los brazos de su hermano calentándola y protegiéndola.  Su hermano. Esa entrañable fotografía se aleja mucho del último encuentro de ambos. Amargamente imágenes de una noche demasiado oscura y una discusión a gritos en mitad de una sucia calle llegan a su mente.

Aún recuerda como, poco a poco, su hermano mayor fue metiéndose en ese mundo de delincuencia. Y como le perdió definitivamente aquella noche que decidió elegir aquella mafia antes que a ella.

Algo hace click en su interior. Parece dudarlo inmediatamente porque, sin duda, es una muy mala idea. Las cosas no terminaron nada bien entre ellos. Sin embargo unos fuertes portazos en su puerta le hacen tomar la desesperada decisión. 

En cuanto abre un señor gordo de manos sudorosas le empuja hacia fuera de mala manera. Aunque se queja por la fuerte presión de la mano en su brazo no le da tiempo a decir nada antes de ser empujada al asfalto cayendo de espaldas. Oye refunfuñar a su casero hasta que cierra la puerta del edificio de un portazo y todo murmullo desaparece tras ella. 

Ni siquiera le habían dejado despedirse de ese horrible chamizo que había sido lo más parecido a un hogar durante los últimos cinco años.

Tampoco importa. Mientras se ajusta el único asa útil a la espalda comprende que lo único que le queda está dentro de esa mochila. Sin mirar atrás se tambalea aún temblando por las roñosas calles en busca de su hermano. 

Por desgracia, su única esperanza para sobrevivir es pedir un préstamo a la mafia.

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HOLA TU.

Bienvenido/a a mi nueva historia. Espero que le des una oportunidad y que te guste. 

Acepto críticas. Buenas y malas : )

FELIZ LECTURA


Bajo la mirada de la mafiaWhere stories live. Discover now