HOY POR TI MAÑANA POR MI

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HOY POR TI MAÑANA POR MI 

Un gran ardor se apodera de su pierna y aunque hace acopio de todas sus fuerzas no es capaz de levantarse. Otro ronco gruñido sale de su garganta ante la impotencia de la situación. Por un momento piensa en arrastrarse por el asfalto. Quizá conseguiría llegar hasta su coche y contactar con sus hombres. 

"Maldito momento en el que me dejé el puto teléfono en el coche" Se reprocha enfadado. 

Lo intenta de nuevo. Nada, su pierna derecha no responde y cada vez sale más sangre. Comienza a marearse. ¿Ese es su destino? Ha salido de cosas mucho peores. Situaciones en las que un ser humano jamás debería estar. ¿Ese sería el fin del ángel de la muerte? 

Suspira tratando de mantenerse sereno, sin embargo su propio cuerpo lo traiciona y comienza a adormilarse dejándose llevar por el mareo. 

- ¡Dios mío!- Escucha una voz lejana y trata de abrir de nuevo los ojos - ¡Hay que avisar a alguien estás sangrando!

La reconoce al segundo. La misma voz angustiada del día anterior. Samael suspira desesperado. ¿De toda la ayuda que podía recibir le mandan a una inútil mendiga? Ahí arriba se la tienen jurada. 

La pudo distinguir. Arrodillada a su lado, presa del pánico, con los ojos azules escaneando su herida. Puede oler a hiervabuena y limón cuando el viento acercó su oscuro pelo.  

Madison no sabe que hacer. Solo puede mirar horrorizada el charco de sangre que se acumula bajo la pierna del chico. Lo reconoce enseguida. Se hubiese reído del retorcido sentido del humor de la vida de nos ser porque se le desangra un hombre frente a sus narices. Respira dos veces profundamente para pensar con más claridad. Si ella está más nerviosa que él no sirve de nada. 

Saca de su mochila la falda del trabajo y con mucho pesar la hace añicos. Samael la mira expectante sintiendo de nuevo ese ardor. Otro gruñido escapa de entre sus labios apretados.

Por impulso la chica apoya la mano en su brazo acariciándolo de arriba a abajo de forma tranquilizadora sin mirarle. A él no lo tranquiliza, en absoluto. Siente las manos frías de las chicas contra su piel y de nuevo un cosquilleo lo atraviesa haciéndolo tensarse de inmediato. No está acostumbrado al contacto fisico, al menos no el que va con buenas intenciones.

- Mad- Susurra el apodo esta vez sin burla. 

La chica no lo oye inmersa en su tarea de tapar la herida para frenar la hemorragia hasta que se le ocurra algo más. Están solos. A esas horas ningún inconsciente pasea por ese barrio.

- Mad- Gruñe más alto enfadado. La susodicha levanta la vista y Samael se distrae un momento observando sus mejillas sonrojadas y su respiración errática.- Un teléfono- Consigue decir por fin.- Necesito... un teléfono.

- Espero que haya otra salida entonces.- Sonrie amargamente Madison tratando de hacer menos tenso el ambiente. - Porque no tengo uno. 

Los ojos del hombre se abren sorprendidos antes de hacer un gesto molesto de desesperación. 

- Inútil.- Consigue ella oírle murmurar. 

Haciendo un esfuerzo sobrehumano el gran hombre consigue sacar unas llaves de su bolsillo trasero quejándose al tener que mover la pierna herida. Unas llaves. Unas llaves de coche. 

Madison lo entiende de mediato. Eso si que podría hacerlo. Con una gran sonrisa le arranca el mando del vehículo de la mano y se levanta de un salto. 

- Estarás bien. Pediré ayuda. Todo irá bien. 

Samael ve a la chica desaparecer del callejón dando saltitos. 

Se sujeta el improvisado torniquete mientras cierra los ojos suspirando. Trata de luchar contra ellos pero es inútil. Las palabras de la pelinegra, sin embargo, se quedan rondando su mente mientras pierde la conciencia. "Todo irá bien"

- Inútil.- Es lo último que consigue murmurar.

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Abre los ojos de golpe. Como si hubiese salido del mar después de aguantar la respiración por un largo tiempo. Mira a su alrededor con expresión angustiada. Pero solo es cuestión de segundos que su cara vuelva a su habitual gesto de frialdad e indiferencia cuando reconoce la habitación oscura en la que se encuentra. 

Cierra los ojos de nuevo dejándose caer en la cama. Satanás aún no lo quería en el infierno. Recuerda poco a poco todo lo pasado el día anterior. Su gesto se endurece al recordar la alta traición de esas dos alimañas. Poco más y podría haber muerto, una vez más. 

Mira entonces su pierna. Bien vendada y curada por cortesía del medico de la familia. No queda sangre en ella y en poco se recuperaría. 

La venda. Recordó de repente la improvisada venda de tela negra de la falda de Madison. "Mad" Inútil niña a la que sin embargo le debía el estar ahora vivo. 

"Todo irá bien" Y fue bien. No puede evitar preguntarse donde estará ahora. 

Todo pensamiento se ve interrumpido por el fuerte portazo que dio su padre y sus guardias de confianza al entrar a su dormitorio. 

- ¡Hasta que despiertas! ¿¡Se puede saber que ha pasado!? Pensé que te había entrenado lo suficientemente bien como para que no te atravesara una bala perdida. 

Samael no puede evitar hacer una mueca de disgusto hacia los reproches del mafioso.

- No fue una bala perdida.- Su voz rasposa suena como un trueno. 

Enseguida se levanta de la cama, quizá queriendo probar a su progenitor que se equivoca en su juicio hacia él. Sin perder tiempo comienza a dar ordenes a los hombres ahí presentes. Su padre no se opone, al fin y al cabo, para eso lo ha educado. 

- Dar caza a Jack Miller y a Adrián Cadler. Los quiero en el edificio en menos de cinco horas. Vosotros repasar sus expedientes y avisarme de cualquier indicio de contacto con cualquier otra banda o mafia. Quiero saber si actuaron por rebeldía propia o es un complot de algún enemigo. 

No da más explicaciones. Todos salen con los mandatos en mente dispuestos a cumplir lo pedido por el ángel de la mafia. Su voz autoritaria tampoco da lugar a equivocaciones. 

- Me alegra que te hayas recuperado en solo dos días Samael y que no te desangraras en un callejón sucio.- El chico duda mucho que sus palabras fueran sinceras.-  Sin duda eliges muy bien a tus prostitutas.

El moreno le mira interrogante mientras su padre saca un ensangrentado trapo del que aún se intuía la forma de una corta falda. Con un movimiento de cabeza el jefe se despide de su hijo que ni siquiera repara en su salida. Ahora, sin peligro de muerte, le da por pensar en al pequeña niña de mejillas sonrojadas con aquel trapo puesto. 

Carraspea incomodo por el rumbo de sus pensamientos pero agarra el trozo de tela y lo guarda en su enorme ropero inconscientemente. Sonrie burlón levantando la mirada al cielo, con un movimiento seguro heredado de su siniestro padre, y de forma mordaz se dirige al de allí arriba.

Una única acción buena realizada en su mísera existencia hizo que Dios no pudiese deshacerse de él aquella noche. Irónico. Está en paz con esa chica de ojos azules. 

Bajo la mirada de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora