|𝗖𝗢𝗥𝗔𝗭Ó𝗡| 🦋

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Pero sin problema. Si él no pretendía ir a buscarles, ya estaba yo para hacerlo. Le dejé ahí a medio hablar, con las palabras en la punta de la lengua. No quería oírle y perder más tiempo del que no disponía, por eso continué mi camino, metiéndome de lleno en una calle frecuentada. Había mucha gente, algunas personas paseaban sin saber qué ocurría calles atrás, otros corrían para no perderse nada de esa batalla.

La desazón se duplicó en mi interior, no solo por la ansiedad social que me pegó al verme allí rodeada de más personas, sino por la preocupación que me entró al ver a ese grupo de chicos correr calle abajo. Rezaba para que todo el mundo se encontrase bien aparte de nuestros amigos. Deseaba que no fuese a mayores lo sucedido. Lo deseaba con todas mis fuerzas.

Seguí el camino de los chicos sin preocuparme si Jake me seguía o no, que hiciese lo que le apeteciera, como siempre. Mis pasos eran desesperados, rápidos, cada vez más cercanos al conjunto de gritos que se creó. Ni eso ni la cantidad de gente me asustó, yo tenía clara la misión en mi mente, y hasta que no la cumpliera no iba a quedarme tranquila.

Cinco minutos fueron los que pasé buscándolos, dar con ellos no fue algo arduo ni paulatino, ya que nos encontraron con rapidez. Sus afligidos rostros se relajaron algo al encontrarnos ilesos, sanos y salvos, aunque enfadados entre sí.

—¡Tía! —Margi se abrazó a mí, con fuerza, con el cuerpo temblando.

—¿Estás bien? —le devolví ese abrazo, agradeciendo tenerla entre mis brazos.

—Yo sí, Valentina igual, ¿vosotros?

—Bien —admití—. Lo siento mucho, Margi, de veras que...

—No sigas —me interrumpió—. No seas tonta.

Intensificó ese abrazo que me dio algo de aire en aquel ahogamiento provocado por la incertidumbre del momento.

—Eh, no llores —murmuró—. Lo has hecho con toda la buena intención del mundo. No tienes la culpa de nada, he sido yo la que ha comenzado el día quejándose de Mario Benedetti y ha terminado comiendo el coco a todo el mundo para organizar esto. Además, el tema no ha sido el detonante de la guerra, hubiese dado igual una manifestación sobre la comida vegana o sobre lo que fuese. Se hubiera liado de todas formas.

Secó mis lágrimas con una mueca triste, compartiendo mi estado. A su lado, Valentina se preocupaba de que ningún coche nos atropellase, nos empujaba hacia la acera, ya que Margi, con la efusividad del abrazo, nos desplazó unos metros.

—Tranquila —me sonrió la pelirroja—. Estamos todos bien.

—Lo siento —repetí.

—No digas bobadas, Nea. Tú no eres la culpable.

Así lo sentía yo.

—Será mejor que nos vayamos ya, tengo que volver a casa —informó Valentina algo inquieta.

—Claro —Margi le sonrió ladinamente.

Comenzaron nuestra marcha, yo busqué a Jake y Anthony con la mirada, girando mi cuerpo para encontrarles a mi espalda. Jake analizaba el rostro de Anthony, mientras que el pelirrojo le reprendía y le aseguraba que estaba bien y que dejara de tocarle la cara.

—Que estoy bien —repitió por milésima vez—. Menos mal que Adri ha llegado a tiempo.

Hizo alusión al chico que se encontraba a su lado, a su novio del que tan enamorado estaba y al que yo solo había visto en una ocasión, en aquella horrible ocasión que incluía un bordillo y algo de equilibrismo.

—No empieces con tus dramas, Jake —le retiró la mano de la mejilla—, que estoy bien, joder. No te preocupes.

El teñido asintió varias veces, mirándole preocupado y con los ojos cristalizados.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Where stories live. Discover now