XVIII - Vistazo General

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—No es lo que tú piensas.

—¿Te has despertado a las cuatro de la mañana y has decidido venir aquí a desayunar o Agoney ha conseguido camelarte y has dormido con él?

—Siendo honestos, lo segundo se acerca más a la realidad.

—Que me lo cuentes antes de que el veterinario termine con las vacas, coño —inquirió dándole un manotazo en el brazo a su amigo.

—A ver, ayer quedamos para hablar en plan bien, sin... sin estar a la defensiva y esas cosas.

—¿Lo conseguiste?

—Puede que al principio no mucho, hasta que le escuché de verdad. Puede que ya lo hubiera juzgado demasiado y me tocara intentar entenderle un poco, ¿no?

—Que tus ganas de comerle la boca superaron a tu orgullo, lo capto.

—¿Sabes que no sé por qué somos amigos?

—Sí, sí, tú sigue.

—Pues eso. Entre sus explicaciones me dijo lo que quería hacer aquí y... me dijo que me quería.

—¿¡Cómo!?

—No en plan amor eterno ni nada de eso, no te alteres mucho. Dijo que me quería en su vida. Y puede que la noche que volvió también me lo dijese, pero esto no es lo importante. Me explicó bien qué fue lo que le hizo irse como se fue y cómo se sentía para volver, y aunque llevaba días intentando no hacerlo, le creí.

—A mí también me convenció un poco cuando hablé con él, así que no voy a reprocharte eso.

—La cosa es que nos gustamos. —Ante la cara de obviedad de Aitana, rodó los ojos y prosiguió.— Él tiene sus cosas que tiene que superar por sí mismo y yo también tengo las mías, pero creo que ahora estamos en un punto en el que podemos encargarnos de eso por nuestra cuenta y a la vez intentar algo con el otro.

—¿Entonces estáis juntos?

—No exactamente, hemos decidido estar en algo pero ir despacio y eso. Ir viendo cómo nos sentimos juntos, sin compromisos a futuro.

Aitana asintió y se mordió el labio inferior en una expresión que hizo a Raoul fruncir el ceño e instarle a que soltara lo que le pasaba por la mente.

—Yo creo que sigo un poco enfadada.

—Aiti —dijo Raoul en un tono tranquilo y comprensivo—, lo que te dijo te dolió y es normal, al final fuiste la única que se enfrentó a eso cara a cara después de haber estado a buenas con él. Tus sentimientos no tienen nada que ver conmigo.

—Es que siento que exagero, me parece que a ti te hizo algo más feo que a mí y le has perdonado.

—Primero que todo, eso es subjetivo. Pero también tienes que tener en cuenta que si hemos decidido ir despacio, en parte es porque todavía me causa rechazo lo que pasó, no lo he olvidado —aclaró—, simplemente la parte de mí que le quiere ha ganado esta batalla, ya lo has dicho antes. Pero igualmente, si a ti algo te molesta no puedes evitarlo, y no diría que estás exagerando, te sientes como te sientes y ya. Tampoco le estás maltratando, no te martirices.

—¿Le dijiste que tú también le querías? —cambió de tema, aunque las palabras de Raoul sí le habían servido para relajarse.

—Sí. O sea, en mi vida y eso...

—Qué flojo eres.

—Gilipollas —la insultó dándole una colleja entre risas de ambos.

—Mira, hablando del rey de Roma. ¡Ey, Ago!

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