XV. Promesa.

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Briana
Actualidad

Escucho como una llave ingresa en la cerradura, como gira y como la puerta es abierta para ser cerrada instantes después.

Antes de contar hasta tres veo su rostro contento asomándose por el portón de la cocina, lleva el cabello en una cola alta que le deja el rostro descubierto, permitiendo que me pierda en el contorno de su bonita forma ósea, que me absorban los largos mechones blondos que se mesen tras de sí, mientras Elena tiene el rostro inclinado.

Detallo su gesto alegre hasta que de repente, frunce el ceño y muerde su labio inferior, terminando de ingresar al espacio, a su espacio invadido, aunque se queda en medio de la cocina, quieta. Me gusta cómo las luces del bombillo y la de la ventana frente a ella resaltan matices de su ser, como esa camisa granate que lleva hace que su pecho se vea más grande, su cadera más pequeña a pesar de que la prenda le quede ancha, mas, como dije, las luces permiten exaltar detalles como estos. Dejo sin querer mucho de recorrer su silueta, pues sigue callada y con el gesto serio.

—¿Qué sucede? —me anímo a preguntar.

—Dijiste que habías comprado el almuerzo, por ello no lo traje —continuaba sin mudar expresión, con la mirada fija en los dos platos en su mesa, repletos de pasta. Estaba comenzando a ponerme en exceso nerviosa. ¿Hice algo que la hiciera sentir mal?, ¿me tomé demasiadas atribuciones?

—Quise darte una sorpresa, ¿te molesta? —su vista regresa a mi rostro y me parece que sus ojos están en exceso centelleantes, me gusta y asusta al mismo tiempo lo que ese brillo me hace recordar, la sensación que envuelve a mi cuerpo, a mi corazón, gracias a esa bendita luz.

—¿Molestarme? ¿Este gesto tan hermoso? —cierra los ojos negando con la cabeza y yo vuelvo a respirar tranquila, le vuelvo a dar permiso a mis manos de moverse, de servir el vino en las dos copas que ya tenía preparadas.

—Estabas muy seria, me asusté —confieso al amparo del vidrio llenándose.

—Es injusto —giro el cuerpo hacia ella, pues le había dado la espalda con anterioridad. Su expresión es una mezcla de anhelo y frustración.

—¿Disculpa?

—Es injusto, Briana, que no pueda ni siquiera darte un beso en este momento —dejé lo que estaba haciendo por la impresión.

<<¿Qué se contesta en estos casos?>>.

Si era completamente sincera, también estaba cansada de contenerme, de pensar, de repensar cualquier muestra de afecto física, de tener tan cerca su piel, su aroma, su voz, su ansia y no poder acortar esa exigua distancia, aunque era consciente de que propia es la decisión, pues podía simplemente dejarme llevar: besar a la rubia hasta que se nos olvidase la comida sobre la mesa, hasta que se nos torne la boca dulce de tanto probarnos, hasta que el tiempo deje de ser tiempo y nos volvamos instantes, latidos, caricias húmedas, eternidades u horas, lo que sea, pero juntas. En definitiva soy consciente de que sí, soy injusta.

—Sabes que de esta noche no pasa, Elena —sonrió, haciendo después una mueca.

—Bueno, eso sonó como si estuviéramos planeando un asesinato en lugar de una conversación, ¿no? —caminó hasta estar frente a mi, al otro lado del mesón. El comentario hizo que, a pesar de lo espeluznante que era, soltara una pequeña risa algo nasal. Reparé en sus ojos puestos en mi con mayor intensidad, en que se aferraba al mármol, y en que, después dejaba escapar una larga exhalación.

—¿Qué pasa?—se quedó observándome un momento, como midiendo qué podía decir - ¿Elena, qué pa...

—Ven esta noche, por favor, luego de hablar con Manuel, ven esta noche, no vayas a casa de Luisa, o no te quedes sola, no es necesario, quédate conmigo, Briana —inhaló despacio y en un hilillo de voz, repitió —. Quédate conmigo, por favor.

Almas PerdidasWhere stories live. Discover now