V. Un amarillo reluciente.

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Briana
Actualidad

Mis pies se mueven de forma veloz, con poco control de mi cerebro pues solo buscan alejarse del edificio, de sus letras doradas, relucientes.
Entre el deseo de querer quedarme cerca para no volver a perderla de vista, para que no se aparte de nuevo sin mayor explicación, y el terror que eso mismo me confiere, gana el miedo además de la vergüenza por la que llevaba ahora la cara de un excesivo tono rubí en compañía de las palmas calientes.

<<"Te luce el rubio", ¿en serio?>>.
Por supuesto que le queda bien, ella confiere ese adjetivo a lo que llega o está a su alrededor. Es magnética, llamativa. Por supuesto que le luce el rubio, ese desfile de tonos amarillos, naturales, realzan sus aires de náyade.

Quiero golpearme contra algún poste de luz pero entre la carrera y la tortura de mi mente hecha un vendaval no he podido decidir contra cual.

Está preciosa. Por supuesto. Me ofreció el puesto. Sí. Está preciosa. Sí. Está casada. Joder.
Quiero aceptar la oferta aunque sé que ahora no me motiva sólo la obra, me motiva la mujer de ojos casi negros que con solo una pequeña sonrisita volvió a tenerme por poco a su merced.

Aunque aguanté la excesiva tensión, el hecatombe de dudas, de pensamientos que azotaron mi mente,  más cuando vi aquella marca en su dedo, cuando noté la fotografía, cuando solo fue sumar 1 y 1. No comprendo, está casada, o lo estaba, se comprometió con un hombre cuando en un pasado me dijo, me redijo que no le gustaban o atraían.

Tiene derecho a cambiar, a experimentar, a reinventarse en gustos, sabores, olores, en vida misma. Tiene derecho a hacer lo que le dé la gana. Lástima que no le dio la gana de estar verdaderamente conmigo, perderse conmigo, ser conmigo.

Sacudo la cabeza como si aquello me fuese a  ayudar a alejar ese lado pesimista que ya se ha tomado parte de mi hipotálamo, cuando recuerdos que ya no debería retener se exacerban, se pegan a mi mente un tanto magullada por lo mismo. Entre tantos pensamientos relacionados con ella se encuentra el rostro contento de Manuel, eso acompañado de la ansiedad que estoy aún experimentando por lo recién ocurrido me llevan hasta las puertas de un café bar que no sé cómo está abierto siquiera a estas horas, ni sé en qué lugar exacto de la ciudad me encuentro, pero lo agradezco. Mi cuerpo siente una especie de apetito voraz por ingerir alcohol en este momento, a pesar de que en la cotidianidad poco me guste hacerlo. Pido un chupito de tequila y el chico que me atiende me observa con recelo.
Lo sé, es muy temprano para andar en estas pero sí está en el menú y son más de las diez de la mañana, es legal, se me puede servir. Creo indicarle todo esto con una sola mirada, pues aunque algo aletargado, me acerca lo que le pedí, deslizando el vaso por la barra.

Soy la típica puesta en escena de chiquilla herida después de una ruptura, que desea ahogar sus penas en el primer changarillo que encuentra, que va a dejarse llevar, a ingerir la bebida hasta que casi pierda el conocimiento. La realidad se mezcla un tanto con esto, no estoy bebiendo por una ruptura, no me encuentro acá sentada, con semblante abatido, destilando angustia, deseo, añoranza; tintando con este tono que según yo sería una mezcla entre grises, rojos y un tanto de cafés lo que se encuentra a mi alrededor como la barra de madera, las sillas a mis costados, los vasos, las bebidas, el trozo de almas de quienes han ocupado los asientos contiguos, hasta alcanzar al joven que tras la barra me observa con algo de curiosidad y tedio, sólo porque me cortó algún noviete de tercera. Estoy acá quizá haciendo una especie de catarsis, un intento por dejarme llevar por cada imagen que me transporta a un pasado en el que corro, doy un paso tras otro, perdida. A un futuro en el que me puede traer lo mismo: una búsqueda en la que no avance realmente, seguir en lo mismo, repitiendo errores, al rededor de ella, con la excepción de que esta vez la tendré de carne y hueso.
<<¿Y eso qué?>>. No va a ser mejor, no para avanzar.

Almas PerdidasWhere stories live. Discover now