17.- Creciente menguante.

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Amistad.

Manda huevos.

Guardo el móvil sin contestar (de momento) a su invitación, y me evito compartir estos mensajes con mis amigas para ahorrarme unos minutos de reproches y de "no se te ocurra ir".

No pienso ir igualmente, da igual que ellas me lo recuerden.

Tras despedirme voy directa al metro, en el que me espera un buen camino hasta el estudio. Como siempre, me pongo los cascos y paso las horas muertas dibujando en la tablet y escuchando música. Debe ser que tengo la cabeza un poco atribulada últimamente, porque el camino se me pasa más lento de lo normal. Aunque, cuando llego a la casa (haciendo una carrera desde la puerta exterior a la principal para que el esbirro de Satanás no me pille) me doy cuenta de que simplemente estaba ansiosa.

Ansiosa por llegar al trabajo; ansiosa por meterme en el cuarto donde voy a dar la clase; ansiosa por tenerle a mi lado.

Por si mi querido coloso no tenía suficientes motivos para poderme cardíaca solo por existir, hoy le ha dado por venir de tirado pobretón a la clase. El estilo de camiseta blanca de manga larga ancha y pantalones de chándal grises no sería nada que celebrase ver normalmente, mucho menos combinado con esa coleta alta que se hace con las greñas, pero, quizás por las hormonas, siento ese conjunto como el mejor que le haya visto jamás. Puede que porque me imagino que es así como debe vestirse por las mañanas nada más levantarse, y eso me gusta un poco más de la cuenta; no tengo idea del porqué y tampoco quiero pensarlo en profundidad, no vaya a ser que dé con algún fetiche que no sabía que tuviera. Ya me basta con los que de por sí tengo, gracias.

El principio de la clase me lo pierdo porque no le quito la vista de encima a Jungkook, que mira todo con demasiada concentración; incluso apunta cosas en una libretita... Si que se lo toma en serio. Al verle, el pensamiento me ataca de la nada otra vez: es mono, es adorable... es un peligro. No es normal que un tío que pueda empotrarme contra la pared con la fuerza con que lo hizo cuando nos besamos pueda ser, a su vez, un chico que toma apuntes y se pone nervioso cada vez que alza la voz para hacerle una pregunta a la profe... Esa dualidad me intriga, y la duda aparece: ¿cúal de sus facetas usará en otros ámbitos?

¿Será el típico que se pone nervioso cuando te desnudas delante de él? ¿Será él quien te arranca la ropa? Demasiadas dudas sin respuesta; me voy a tener que ver obligada a realizar una exhaustiva investigación en este campo desconocido... No es que yo quiera, ¡es la ciencia la que lo reclama!

—¿Puedo yo, noona? ¿Puedo? ¿Puedo? Porfa, déjame hacerlo —pide Taehyung en bucle, y creo que, por lo que me dicen sus ojitos fijos en los míos, esas preguntas van dirigidas a mí.

—¿Eh? —consigo soltar con cara de asco; no es que este chico me provoque repulsión en ningún sentido como para tener este careto mientras le miro... es que no me he enterado de una mierda de lo que ha pasado en la clase.

—¿Me dejas que te lo haga, porfa? Déjame, noona. Te juro que va a salir genial, te juro que te va a encantar.

—¿Que me hagas... el qué?

Miro a mi alrededor para que alguno de los otros me ayude a entender qué está pasando, e, inconscientemente, con toda la buena voluntad de mi corazón, cometo el error de dejar que mis ojos se crucen con los de Namjoon.

—Muy bien, Sonje, me alegro de que te ofrezcas voluntaria por primera vez —entona, entre enfadado y divertido.

—¿Voluntaria de qué? ¿Qué pasa? —murmuro, con un mal presentimiento que se incrementa a medida que Namjoon sonríe más y más satisfecho.

—Yo, yo, yo, yo, hyung, déjame a mí; quiero hacérselo yo —se ofrece Picasso, insistiendo muy emocionado.

—¡¿Hacerme el qué?! —inquiero cabreada.

Inked KnockoutWhere stories live. Discover now