XIV - Fase 1.2: El camino

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No sabrían decir cuánto tiempo se pasaron quietos, mirándose a los ojos, sin saber qué transmitían, porque había tantas cosas ahí en medio que más que un elefante en una habitación había una ballena en una ducha de dos metros cuadrados. Para empezar Raoul no debía estar ahí un jueves.

Cuando Agoney abrió la boca para, al menos, saludar y quizás proceder a su disculpa, Raoul le interrumpió, apartándole la mirada con brusquedad.

—Vamos, Roma, ya.

La perra ladró lastimosamente mirando a Raoul, pero a los pocos segundos se alejó de allí con él, dejando a Agoney como una estatua, pensando que eso le pasaba por ser un lento y un imbécil, y que quizás arreglar las cosas le costara más de lo que imaginaba, que no era poco, pero además parecía que a la hora de hacerlo parecía quedarse totalmente en blanco.

Aunque llegar tarde con Aitana no iba a solucionar nada de eso, ni por asomo, así que, resignado, viendo a Raoul alejarse en dirección al prado con los puños apretados, dio media vuelta y continúo su camino hacia el gallinero.

—Buenos días —saludó con la voz algo cohibida cuando estuvo frente a la chica.

—Buenísimos —respondió con evidente sarcasmo—. Venga, coge los huevos, que no es temprano.

—Aitana...

—Trabajar, recuerda, aquí lo que hacemos es trabajar.

Decidió no intentar iniciar una conversación por el momento, ya que a lo mejor era buena idea esperar, que se acostumbrara a volver a tenerle rondando por ahí. Y bueno, porque tenía miedo de que le pegase, siendo honestos.

Aunque le costó un poco, pues como era de suponer todas las ayudas que le daba Aitana al principio habían desaparecido, así que agradeció los días que estuvo con Raoul y se las tuvo que apañar más bien sólo, ya que eso sumado a la costumbre que había ido cogiendo, hicieron que no se matase, ni gritase, ni llorase. Era un gran cambio para él.

Cuando terminaron allí, Aitana simplemente empezó a andar, por lo que él la siguió hasta llegar a las vaquerizas, una vez llegaron, aún sin mirarle, le informó de que empezara a ordeñar mientras ella les limpiaba un poco el espacio.

Suspiró y le hizo caso, esperando a poder hablar con ella cuando se sentase a ordeñar también, pero no tuvo suerte, ya que después de limpiar se puso a echarles comida y agua. Sólo coincidieron al final, y porque aunque Agoney ya tuviera algo de práctica, seguía siendo más lento que el resto, pero Aitana seguía sin dirigirle la mirada, mucho menos la palabra.

Un rato después, cuando se levantaron, fueron hacia la parte trasera y empezaron a recoger las naranjas, Agoney no aguantó más, tenía que echarle huevos y empezar a arreglar las cosas, no esperar a que le abrieran camino, porque no iba a pasar.

—Te preguntarás por qué he vuelto...

Aitana no respondió.

» No me han mandado, si es lo que piensas, lo decidí yo.

Aunque de refilón, pudo ver un gesto de duda en la cara de la chica.

» Sé que hice las cosas mal, y una de las cosas por las que estoy aquí es para disculparme, no debía haberte tratado así cuando me fui, ni cuando llegué, ni nunca, y lo siento de veras.

—¿Crees que es fácil creerte?

Aunque la respuesta doliera un poco y la hubiera hecho aún sin cruzar sus miradas, al menos recibía un poco de feedback, y por algo se empezaba.

—No, porque lo hice muy mal, pero te aseguro que no os mentí. —El gesto interrogante de Aitana fue visible incluso para él, que no la veía bien, se apresuró a aclarar—: Los últimos días, cuando quedaba con vosotros, no os mentía; aunque me costaba, empezaba a sentirme a gusto aquí.

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