Me aparto y salto hacia el interior de la habitación, doy un respingo por el frío constante que me caló los huesos, me estiró y agarro a tiempo mi libro para contestar las petulantes cosas que me dirá Ryan si se encuentra despierto, camino hacia la puerta, siento mis pisadas como si fueran un eco constante, el como si se multiplicaran y alguien caminara al mismo ritmo que yo. Abro la puerta para confirmar las sospechas de mi clon paralelo con el rechinido estrepitoso que hace siempre, voy a un ritmo solo, ya me ha abandonado.

  Salgo al pasillo y veo por todos los lados posibles, las puertas a mi lado son de un baño y un estudio repleto de papeles y tazas de café desparramadas, la habitación de Ryan creo que se encontraba al otro lado de mi ubicación, recuerdo haberla inspeccionado cuando él se encontraba durmiendo, la habitación era un desastre pero ordenada desde otro punto de vista, doy grandes zancadas mientras siento la alfombra bajo mis pies lo vuelvo constante y más acelerado. Comienzo a correr. Me siento una completa estúpida por correr por los corredores de la segunda planta cuando son casi las cinco de la mañana, cuando no hay nadie despierto o aunque sea despierto. Me deslizo y trastabillo hacia delante, me sostengo de una puerta con la que casi me estrello y observo que es la de Ryan justamente, exhalo, me armo de valor, presiono contra mi pecho el libro y abro la puerta lentamente esperando la expectativa de lo que se encuentra detrás.

  «Decir lo que piensas es un error que afectará las decisiones que tomes en el futuro.»

  Otra frase de ese libro, tal vez me sirva en un futuro.

  Ryan, de pie en su balcón con los codos apoyados en el barandal y algo arqueado hacia delante, se encuentra con un pantalón militar y sin camiseta aparente que cubra su desnudez, descalzo y el cabello alborotado por la nuca. Parece no advertir mi presencia en la habitación y tampoco pienso anunciarme ante él, dejo la puerta abierta y me deslizo a un lado, viendo un perfil algo diferente de él, salto frente a un par de pantuflas y caigo en cuclillas.

  —Si vienes a fisgonear, por lo menos ten la dignidad de cerrar la puerta.

  Me congelo a medio paso y él se vuelve hacia mí, parece increíble como todos los muchachos se ven diferentes a la luz de la luna, aunque solo alumbre un poco su rostro se lo ve distinto, se encuentra relajado pero con la mandíbula apretada y un tanto los músculos tensados, se muestra un tanto preocupado en realidad. Patea vagamente a nada y me hace una seña con los dedos, los arquea y los vuelve hacia delante, apoyo mis pies en el suelo a una distancia bastante moderada de él. Baja la vista hacia el suelo cubriendo su rostro de mi campo visual y vuelve a hacer esa seña.

  Exhalo y camino hasta quedar frente a él y ver más de cerca su cabello enmarañado y distinguir detrás del mismo una vista más triste que vacilante. Alarga el brazo y me empuja hacia el balcón donde un frío penetra en mi piel y se apega a mis huesos, alza la vista y veo mejor sus ojos marrones algo temblorosos, las cejas arqueadas hacia arriba detonando preocupación y la boca en una sonrisa torcida de amargura. Se tensa otra vez encogiéndose de hombros y me dice:

  —Eres una idiota —suena como una burla y como un afirmación, tiene razón.

  Doy un paso hacia atrás y apoyo mis codos en el barandal mientras él se acerca con las manos retorciéndose y el rostro con una sonrisa más marcada formando hoyuelos en sus mejillas y deslumbrando dientes perfectamente blancos. Abro una página del libro y leo:

  —«Los idiotas son apremiados con la oportunidad de mejorar, así que sí soy una idiota pero con remedio y tú no.»

  Se acerca y su cara se forma en una mueca de intriga, lo que he dicho ha sido lo más ridículo posible en todo el mundo, no sé porque hice eso. Podría haber contestado yo misma a eso, mejor dicho yo soy la idiota sin remedio y él puede mejorar su idiotez.

La secta © #1 (SIN EDITAR)Where stories live. Discover now