CAPITULO 30

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¡Hola! ¿Cómo están? Espero que muy bien.

Venia a comentar que debido a los estudios tardaré más en subir capítulos, pero haré lo posible por subir uno por semana, esta semana tengo más de tres exámenes y estoy estudiando mucho para ello, más problemas familiares que he tenido.

Y se que no es obligación subir capítulo, pero a mí me hace feliz enseñaros un poco más de esta historia por semana.

~Leticia Esquivel


Morgan Dankwoth

Abro los ojos mientras me estoy acostumbrando a la luz que se filtra por la ventana, esperaba encontrarme a Aiden a mi lado pero no lo encuentro por lo que una vez me acostumbré a la luz de la claridad del día, dirijo mi vista por toda la habitación encontrando a Aiden sentado en la silla de su escritorio. Aiden levanta la mirada y me ve, está serio, no dice nada.

Al ver que no decía nada, decido hablar: —Buenos días.

—Buenos días. —responde seriamente.

—¿Pasa algo?

—¿Por qué no me dijiste que te estaban acosando por el móvil?

—¿Que...?

—Te llegó un mensaje cuando estabas durmiendo.

Me empecé a levantar de la cama y lo mire con el ceño fruncido: —¿Me revisaste el móvil?

—No, no paraba de vibrarte y quise quitar la vibración para que no te despertara y es cuando llamó mi atención un mensaje de un número desconocido.

—Igualmente no debiste verlo.

—¿Por qué demonios no me dijiste nada de eso?

—No es de tu incumbencia.

—Llevas razón, no lo es, pero si de la tuya y como te prometí, no dejaré que nada malo te pase, así que eso lo convierte también en mi incumbencia. —se calla un momento —Ahora dime, ¿quién te acosa?

—No lo sé. —mire hacia el suelo, estaba claro que sabía quién era y su amenaza bien clara.

—Morgan mírame y dime mirándome a los ojos que no sabes quién es.

No lo miré.

—¿Es el alacrán? ¿Que pasó el día que te encontré en la fiesta de máscaras? No me contaste sobre ello.

—No... no pasó nada.

—Estoy seguro de que algo pasó, ¿que te hizo ese imbécil?

—Nada.

—Morgan...

—¿¡No ves que si no te quiero decir es por algo!? —exclamé.

—Quiero saber que te hizo ese hijo de puta, porque se que te hizo algo.

—No me vengas con el cuento de qué te preocupas por mí Ayers, tú eres incapaz de preocuparte por alguien, solo por ti mismo.

—¿Se puede saber de que demonios estás hablando? ¿De verdad crees eso?

No.

—Si.

—Al parecer no me conoces tan bien como pensaba. —respira fuerte. —Descubriré quien es y que te hizo ese mal nacido y luego no rechistas cuando pagues las consecuencias.

The Mission Where stories live. Discover now