Señor Mio, Padre mio,
Bienaventurado sea el que esté bajo tu cobijo.
Las gentes de este pueblo han encontrado un solaz en tu Casa. Mis ojos brillan de alegría cuando veo a los muchachos participar con fervor en la Eucaristía y luego sudar con limpieza y honor detrás del la pelota de fútbol.
Juan vino a misa el otro día acompañado de su gran amor. Hallo que aún está en la fase de cortejo pero me siento feliz de que el consejo que el di haya sentado bien. La misma Delfina Carrillo se ve enteramente mejorada. Ahora anda risueña a su lado, se ha quitado la túnica negra y la ha cambiado por frescos vestidos floreados, como todas las demás.
Constanza por su parte decidió dejar salir de su corazón la amargura que la consume y en cambio intentar renovar su espíritu y su vida.
Hace poco, estando en el jardín entró para saludarme. Traía en una oportunidad unas sábanas blancas bordadas con mis iniciales para que las pusiera en mi catre. Agradecí el gesto y le pedí que se sentara.
Justo estaba terminando de rezar el rosario cuando me dijo,
— Padre Emilio, sabe que sus sermones me han llegado al corazón. Tiene una manera más suave de explicar la Palabra y eso me reconforta. Sabe que muchos de sus mensajes me han llegado y he podido reflexionar sobre mi existencia. Vine porque quiero agradecerle por eso.
— No soy yo el que habla, Constanza. Soy solo un instrumento del Padre.
— Lo sé, pero le agradezco igual tanto como lo hago con Él. Solo pido para usted lo mismo que le da a esta iglesia: felicidad.
Sus palabras me conmovieron al instante y pensé en mi propia posición. ¿Por qué si últimamente la parroquia estaba prosperando y mi misión estaba siendo cumplida, yo no me sentía feliz?
— Amén, Constanza. Que Dios te oiga — repliqué.
— ¿Sabe Padre? — dijo mirándose las manos — . Toda mi vida he vivido en frustración, pero me negaba a aceptarlo por la misma culpa de sentirme así. He vivido en negación de mis sentimientos y eso de ha poco me ha carcomido el alma. Es muy triste verse al espejo a esta edad y darse cuenta de semejante perdida de tiempo.
— ¿Por qué lo dices Constanza?
— Por mi vida, Padre, por lo que me tocó vivir. Yo soy de este pueblo y crecí rodeada de hermanos a los que me tocó atender. Eramos muchas bocas en casa y yo era la mayor. Aprendí a coser desde temprano y con eso ayudaba a mi viejo que con el huerto no se daba abasto. Cuando mi padre murió yo terminé de sacar el pecho por la familia. Los niños crecieron y uno a uno se fueron abriendo camino, pero yo siempre responsable me quedé al lado de mi madre. En aquella época no me importaba pero mientras transcurrían los años y yo me secaba en este pueblo fui albergando mucho rencor. No me malinterprete, amé a mi madre con devoción pero lo cierto es que vivió muchos años y no fue hasta hace poco que el Señor se la llevó. No tuve otra opción que quedarme a su lado hasta el final. Siempre
quise ser modista, formar familia, criar mis propios hijos pero en esta vida no se me dio. Este pueblo es muy pequeño y mientras estaba en edad casadera, vivía tan ocupada de mis hermanos que se me olvidó vivir. Cuando me quedé sola pensé que al fin sería feliz pero ¡que va! La soledad no me sentó. Envejecí mas rápido y mi vida estaba tan vacía que reconozco, muy a mi pesar, que no hice mas que husmear detalles oscuros en la vida de los demás. De alguna forma me daba gratificación ver el mal ajeno para no sentirme yo tan miserable.
— Constanza, — dije mirándola a los ojos — . No seas tan dura contigo misma. A tiempo atajaste el error y es el primer paso para corregirlo. Además no desdeñes lo que has hecho por tu familia porque fue un gran acto de amor y estoy seguro que te será recompensado. No pierdas las esperanzas.
Ella agregó: — Si no es en esta vida, será en el Reino de los Cielos. Es lo que dicen las Escrituras ¿no es?
— Así es. Dios Padre ya te tiene asegurado un buen puesto.
— Aún así, Padre. La culpa me persigue porque no logro quitarme esta insistencia de que hubiera querido que las cosas fueran diferentes.
— La Biblia nos habla de la aceptación, Constanza y nos pone el ejemplo de la Virgen María cuando recibió el ángel que le informó del destino que correría al ser la madre de Jesús. Pero no voy a decirte nada de esto. Solo te diré que donde hay vida hay camino. Y quita esa cara larga ya. Hablas como si fueras una anciana y si no calculo mal no llegas aún a los cincuenta.
— Cuarenta y ocho, pero me veo como de sesenta, ¿No es así?
— Puedes ser una mujer renovada bajo la gracia de Cristo. No es mas que asumas la edad que tienes y que tomes cuentas de tus opciones. Lo que pasa es que no las conoces y por eso te sientes desahuciada. ¿Querías ser modista? Para luego es tarde. Yo mismo te invito a que a parte de trabajar por encargo, como ya lo haces, abras una tiendita, aquí mismo en el pueblo. Seguro correrán las mozas a comprarte porque tienes una gran habilidad para la costura. Promociona tus productos a través de tu apariencia. Eso es una buena técnica. Representa esos cuarenta y ocho años que tienes, no te adjudiques mas.
— !Ay! Figúrese usted si me pongo lo que diseño. ¡Que irán a decir!: "Mira a la Constanza, ahora queriéndoselas dar de moza". Además. Una tienda ¿para qué? Ahí ya tienen al sastre, Don Mariano. Él es quien tiene toda la clientela.
— Que no te desanimes Constanza y deja de vivir tu vida pensando en los demás. ¡Inténtalo! Pon tu fe en Dios y piensa en grande. Muchas cosas pueden pasar, pero necesitas dar el primer paso.
— Tendría que ver, Padre. Voy a pensarlo un poco y como usted dice, con la fe puesta en Dios. Le agradezco por su tiempo. Es usted tan joven pero a la vez una fuente de motivación.
— Es Dios que te habla a través de mi. No hay nada especial en este ser que ves con tus ojos. Es solo Dios que obra a través de mi fe. Ve con Dios y que su fuerza ilumine tus pasos.
— Gracias, Padre Emilio, y póngale las sabanas a su cama, se las hice con cariño.
Cuando recibo a mis feligreses me siento invadido por tu paz y tu guía, Señor. De mi boca salen consuelos que les ayuda a sosegar su desconsuelo, pero entonces, ¿cómo es que no puedo yo aliviar mi propio corazón y hallar el consuelo que tanto te pido?
La razón por la que escribo estas líneas hoy, no es solo para ponerte al corriente de las buenas nuevas
sino porque la conciencia me pesa.
Ya sabrás a lo que voy. Mi pecado tiene nombre de mujer: Se llama Jorgina.
Es ella lo primero en lo que pienso al despuntar el alba y aunque lucho contra ello, lo último en mi mente antes de dormir.
Rezo para no verla, pero me siento un hipócrita. En tanto no la tengo a la vista deseo con ambición poderla encontrar. Pienso tanto en no pensarla que ha de ser por eso que me inunda la mente, se me nublan los sentidos y todo mi cuerpo me traiciona.
Purifica mi mente Señor porque solo Tú eres bueno.
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YO CONFIESO (BORRADOR)
General FictionSoy el párroco asignado a este variopinto y caluroso pueblo. Mi fe y mi entrega a Dios constituyen la fuerza y la razón de mi existir; pero desde que llegué a este lugar tan lleno de intrigas y tentaciones se han quebrantado mis cimientos y se ha a...