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Querido Padre,

Tres semanas han pasado y no consigo despertar la fe de este pueblo dormido. Los asistentes siguen siendo pocos y éste último día, calculo que menos que el domingo anterior.

Paso los días deambulando de aquí y para allá. Rezo y pido con devoción pero no hago mas que ser un puente roto que no da camino para el necesitado.

Este mismo día después de la misa fui con Argenis, el atento sacristán y con Blanca la tesorera a hacer un reconocimiento guiado del pueblo. Ya había salido por mi cuenta en otras oportunidades, pero parezco ser invisible al ojo de los pobladores. No podría decirte si sus miradas me esquivan o simplemente no se percatan de mi presencia.

En tus designios misteriosos, no alcanzó el tiempo para abarcar un recorrido completo de todo el lugar porqué una lluvia inesperada nos hizo a todos buscar resguardo. Hasta ahora el pueblo tiene vida propia como es de esperarse. Es un pueblito olvidado en el tiempo. Las casas de los alrededores están construidas con arena y cal, cuentan con paredes altas que en alguna época fueron pintadas con colores vistosos, y la mayoría conserva sus tejados de un rebelde terracota. La construcción es de estilo colonial, con algunas viviendas mejor mantenidas que otras pero todas con sus puertas de madera y singulares aldabas de hierro fundido.

Muchas calles de la parroquia están adoquinadas y crecen árboles de los patios de las casas que regalan sus frutos a los transeúntes. ¡Justo me he encontrado una papaya que yacía recién caída a un costado de la acera!

Pasamos por la escuela. Argenis tenía la llave y pudimos darle un vistazo. Un patio de recreos con suelo de polvo y una casucha con dos letrinas. Un salón de amplias dimensiones con bancos de madera sin escritorio y una gran pizarra dividida verticalmente por una linea de tiza en cinco fracciones. Argenis me explicó que la escuela llega hasta el sexto grado de primaria, y que la división en la pizarra es porque solo hay un maestro que atiende a todos los niños al mismo tiempo. La curiosidad de ver como consigue dar las clases bajo estas condiciones me ha llenado de curiosidad.

A unos cien metros de la escuela se encuentra un pequeño cuartel de policías con tan solo dos funcionarios a su servicio. El Comisario Tulio Aponte, un hombre grande de buen bigote y brazos velludos nos recibió con desgana indicándonos que estaba ocupado en asuntos del estado. El humo del puro que fumaba me recordó el vapor de las estufas en las cocinas del seminario. El otro oficial por su parte, se encontraba tomando la siesta en la hamaca colgada en el vestíbulo y no se percató de mi visita. Ya creo que empiezo a entender las palabras del Padre Capellán cuando en su libreta expresó que los parroquianos no se presentan muy activos en las cuestiones de la iglesia.

Después de salir de ahí acompañado de Argenis y de Blanca (que de paso sea dicho llevaba la cara enfurruñada y se encontraba en un silencio sepulcral), caminamos por la plaza y sus alrededores. Muchos niños y jóvenes se acercaron a saludar, me tiraban de la sotana y me hacían muecas. Algunos se montaron sobre la pequeña y vacía fuente de piedra al centro de la plazuela y saludaban con las

manos haciendo muecas divertidas. Les di a todos la bendición conteniendo las ganas de reír. Quise infundir un poco de respeto por lo momentos, pero estoy seguro que mas adelante habrá mucho tiempo para jugar.

Al parecer hacer el reconocimiento del lugar acompañado de dos conocidos feligreses me ha dado algo de presencia y ya eso por su parte, después de casi un mes de estar aquí me reconforta el espíritu y me llena de esperanzas.

Creo firmemente que los niños son la semilla del futuro y el catalizador de las buenas acciones. Son ellos los que enseñan a los adultos en muchas ocasiones y he resuelto que no estaría mal comenzar por dejarles saber que ellos son tan bienvenidos en tu casa Padre, como lo es cualquiera de tus hijos. No es la iglesia solo un lugar sagrado para la oración profunda, no es un lugar para adultos con caras largas y estiradas. Es tu morada y ahí habita el amor. Sé que seré capaz de hacerles llegar tu mensaje a ellos también. ¡Por cierto! Hay un terreno baldío un poco mas allá de la plaza. Esta plagado con matorrales densos pero se me ha ocurrido que pudiera habilitarse como espacio deportivo. Lo pongo en tus manos Padre, y haré todo lo que concierna para llegar a tal fin.

La pequeña casa presbiteral cuenta también con un espacio lo suficientemente amplio para sembrar. Imagino que en alguna época debió haber constituido un bello jardín. Estoy totalmente dispuesto a devolverle su belleza y a plantar las mas bellas flores para ti, Señor.

Mi habitación es simplemente lo que es: El cuarto del cura. Es bastante reducida y está amueblada únicamente con una mesa, una cama de palos, un armario y un reclinatorio rústico. ¡Agradezco el reclinatorio para orar, pues el suelo es de piedra cruda! Ahora bien, lo que mas me gusta de la habitación, es la pequeña ventana que da a lo que será el futuro jardín que construiré para ti, Padre y que además permite que el viento me refresque durante estas noches tan calurosas.

Siguiendo con el recorrido del lugar, y según Argenis, aún falta mucho más por conocer. Un poco más allá del caserío cercano se encuentran las parcelas pertenecientes a los campesinos. También está la hacienda del alcalde y el riachuelo. Argenis mencionó igualmente el mercado mañanero por el que ya he pasado varias veces, una manga de coleo que sirve a su vez de recinto para festividades, una enfermería para casos leves, una cantina y un cementerio.

Argenis me ha encontrado una bicicleta en condiciones para que pueda desplazarme. Es un buen muchacho y es fácil adivinar que tiene un gran corazón. A mi en lo particular me gusta andar a pie pero no cubro demasiado las distancias bajo este calor extenuante y por eso he aceptado el humilde obsequio.

Como vez Padre, mi parroquia es una parroquia como cualquier otra, solo que le falta dejarte entrar en su corazón para que pueda salir entonces la desidia y encontrar la voluntad que es la que hace que el mundo prospere.

Un acontecimiento que me dejó curioso fue la visita misteriosa de una feligresa a quién no alcancé ver el rostro. Cruzaba distraído por la puerta de la sacristía que da hacia la iglesia cuando de repente me pareció ver la figura de una mujer que salía por el portón del templo. Alcancé solo a ver el costado de un vestido blanco estampado con flores naranjas. Me acerqué al banco de frente donde había quedado

olvidada una cinta naranja y al tomarla entre mis manos un dulce olor a duraznos se desprendió de ella. Que criatura es la mujer. Tan misteriosa y delicada. Sin duda Señor, una de las obras maestras de tu creación.

En ti confío Padre, llévame por el buen sendero porque de amor están plagadas mis intenciones.


YO CONFIESO (BORRADOR)Where stories live. Discover now