Parte 9

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Aunque aquel era un día cálido y agradable, si cerraba los ojos aún podía oler el humo acre del incendio, oír las urgidas voces de los bomberos que se esforzaban por apagarlo y los gritos angustiados y de horror de todos aquellos que habían contemplado aquella catástrofe. Sus dientes se apretaron hasta que su mandíbula le dolió. Siempre le sucedía lo mismo cuando acudía a este lugar, revivía todos los acontecimientos que habían llevado a la muerte de su padre, hasta que sus más negativos pensamientos terminaban por salir a la luz. No importaba lo que se esforzara por olvidar, las sensaciones que había sentido ese día, confusión, miedo y tristeza, seguían acudiendo a él, provocando que su mente recordara el accidente una, y otra, y otra vez...

A veces, era tal la agitación que llegaba a sentir, que incluso él mismo se asustaba

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A veces, era tal la agitación que llegaba a sentir, que incluso él mismo se asustaba. Sentimientos de rencor e ira le golpeaban en el pecho, amenazando con querer liberarse y destruir todo y a todos los que en algún momento le hubieran hecho sufrir. Y eso le daba miedo. No estaba seguro de lo que podría ser capaz de llegar a hacer si les dejaba llevar el control de sus acciones.

Con un suspiro pesado, frotó sus párpados con las yemas de sus dedos y se esforzó por relajarse. No le gustaba esa faceta de sí mismo, y era el motivo por el que no quería que Aoko le acompañara, ¿y si volcaba su frustración contra ella? ¿Y si le hacía daño de alguna forma? Ella era la luz en su oscuridad y en su solitaria cruzada, no podía perderla.

Un cuervo negro pasó volando en ese momento por encima de su cabeza, graznando con voz aguda e irónica. Kaito frunció el ceño, no le gustaba esos bichos. No porque fuera supersticioso, que va, es que casi siempre que algún cuervo le rondaba de esa manera significaba que la persona que menos le apetecía ver le estaba acechando. Y esta vez tampoco fue una excepción...

- De modo que es verdad lo que decían, hay "fantasmas" rondando por este paraje.

Con pereza, Kaito giró lentamente la cabeza y dirigió la mirada hacia ella. Apartando un mechón de cabello que la brisa revolvía traviesamente, y sin dejar de sonreír, Akako se aproximó a donde él se encontraba. La bruja le miró con aquella expresión que ponía ella siempre, esa de superioridad y arrogancia. Sin embargo, Kaito solo le devolvió una mirada aburrida.

- Eres realmente escurridizo, Kuroba. Cuando pienso que ya lo he descubierto todo de tí, revelas un nuevo lado de tu personalidad.

Completamente en silencio el chico volvió a desviar los ojos, ignorando de forma descarada a Akako, y continuó contemplando el paisaje. Sorprendida por no haber obtenido la respuesta que esperaba, Akako terminó de andar los pasos que le faltaban y se sentó junto a él. La bruja chasqueó la lengua molesta. ¿En serio no iba a decirle nada? ¿No le iba a preguntar al menos qué hacía allí, o cómo lo había encontrado? Realmente Kuroba podía llegar a ser de lo más irritante.

- Solo hay un sitio dónde pueda estar Kaito hoy. La explanada donde su padre iba a realizar su truco de escapismo, y donde murió en un accidente. Él va allí todos los años.

Separados Al NacerWhere stories live. Discover now