Parte 7

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Lentamente, y como si saliera de un largo y pesado sueño, Conan empezó a ser consciente de lo que le rodeaba. Estaba sobre algo mullido y cómodo, y si bien tenía un poco de frío, tampoco era demasiado molesto. Intentó abrir los ojos pero los párpados le pesaban mucho, apenas conseguía entreabrir una rendija, y enseguida volvían a cerrarsele. No tenía demasiadas fuerzas, pues su cuerpo se hallaba terriblemente agotado, aún así fue capaz de mover un poco la mano y las piernas.

Mientras el pequeño detective volvía en sí poco a poco, Aoko retrocedió a trompicones hasta que su espalda chocó contra la pared cercana. Su corazón latiendo a mil por hora. Con las manos tapó su boca para evitar que su respiración agitada la delatase. Como Kudo la descubriese, iba a resultar muy difícil explicarle dónde había sido traído, además de quién era ella, y eso por no hablar de su relación con Kaitou Kid.

Llevando la palma de la mano a su frente, Conan estaba intentando recordar qué había sucedido, por qué estaba en ese estado. Ante él desfilaron como en una película varias escenas de los últimos acontecimientos antes de que todo en su mente se volviese negro: el robo de Kid, la persecución hasta la azotea, el momento en que el antídoto de Haibara perdió efecto, la policía llegando poco después, la mirada sorprendida de Hattori... Aquellos recuerdos le provocaron un estremecimiento de terror, consiguiendo que abriese finalmente los ojos del todo. ¿Qué había pasado después de que el ladrón y él cayeran desde la azotea del Hotel Haido?

Lo primero que hizo fue mirarse a sí mismo y ver con tristeza que había vuelto a encogerse. Una amarga sonrisa delineó sus labios, en el fondo tenía una pequeña esperanza de que no hubiera vuelto a ser un niño de nuevo, que aún hubiera tenido por algo más de tiempo su forma adulta. Pero no había sido así, y eso explicaba el agotamiento que sentía, secuelas de la transformación. Movió su pequeña mano frente a su cara, y miró la pequeña camiseta que llevaba ahora... Un momento... Sorprendido, observó con atención la ropa que ahora llevaba puesta. Si se había encogido, lo normal habría sido que llevara su propio uniforme, quedándole como 5 tallas más grande. Eso quería decir que le habían llevado a ese sitio, y que alguien se había tomado la molestia en vestirle de forma más adecuada... ¿Pero quién? Y más importante, ¿dónde le habían llevado?

Parpadeando, empezó a recorrer con la mirada el lugar. Vislumbró a lo lejos un perchero con un sombrero de copa y una capa colgada, los cuales reconoció como los típicos complementos que siempre llevaba el mago, lo que le confirmó que después de perder el conocimiento, su rival no le había dejado tirado, ya que parecía ser que se hallaba en la guarida secreta del mismísimo Kaitou Kid.

Aoko, al ver como el detective intentaba enfocar la mirada en todo aquello que le rodeaba, comprendió que era el momento de salir lo más rápidamente posible de la habitación. Pero en el estado de nerviosismo en que se hallaba no se fijó bien por dónde iba, chocando con la gramola que se interponía en su camino, lo que la sacó un quejido bajo de dolor.

Para mayor desgracia, el aparato se activó a consecuencia del golpe, empezando a reproducir uno de los discos que Toichi había dejado grabado. Conan dio un respingo ante lo repentino de la voz que se había empezado a oír en alguna parte de la estancia. Sonaba maquinal, como si de un disco se tratase. Parecía que estaba transmitiendo un mensaje a alguien, pues el detective pudo captar las palabras:

- "Escúchame, escúchame bien, hijo...La clave para que la gente nunca dude de tus habilidades, es que creas en ti mismo y en lo que vas a hacer. Sólo entonces el mago que hay en tu interior se revelará, K..."

¿Había dicho un nombre? No lo había entendido bien. ¿Acaso aquella persona le estaba hablando a Kid? Pero, ¡eso significaba que acababa de oír su verdadero nombre! Tenía que escuchar más de aquel mensaje, de modo que empezó a hacer amago de incorporarse del todo.

Separados Al NacerWhere stories live. Discover now